Conversamos con el monero Trino Camacho sobre la publicación de Las Crónicas Marcianas de Trino (Aguilar, 2024).
Desde las frías llanuras de Marte, un peculiar grupo de extraterrestres sueña con conquistar la Tierra, aunque sus intentos están repletos de errores monumentales y situaciones disparatadas. En Crónicas Marcianas, Trino utiliza a estos personajes para ofrecernos un espejo cómico donde la humanidad enfrenta sus propias contradicciones, defectos y anhelos. A través de un humor irreverente y atemporal, nos invita a reírnos de lo absurdo de nuestra existencia.
Esta recopilación de tiras cómicas trasciende lo fantástico para conectar con lectores de todas las generaciones, recordándonos que el universo no gira en torno a nosotros y que la imaginación, mezclada con una buena dosis de humor, es una herramienta poderosa para reflexionar y divertirnos al mismo tiempo. Trino nos lleva a explorar otros mundos, no para entenderlos, sino para descubrir lo hilarante y hermoso de nuestra propia humanidad.
Gina Velázquez (GV): ¿Qué te llevó a recopilar y publicar estas crónicas marcianas?
Trino Camacho (TC): Este es mi segundo proyecto en esta editorial, Aguilar. El año pasado saqué Crónicas de un dandy. Me preguntaron si tenía material para publicar, y les dije que tenía varias tiras que fueron publicadas en Reforma, pero solo accesibles para suscriptores. Así que pensé en Crónicas marcianas, que podría convertirse en varios volúmenes.
Me gusta muchísimo pensar que sí creo que hay vida en otras galaxias, pero no tiene por qué ser una vida incluso parecida a la nuestra. No son microorganismos; pueden ser algunas bacterias. Pero esta idea hollywoodense de dos piernas, dos brazos, la cabeza expuesta con un cerebro, un casco, los tanques, y que llegan hablando con un perfecto inglés británico, dices: ‘¿Qué pedo?’. Los seres humanos nos sentimos en una onda egocéntrica: “El universo somos nosotros y demás”.
Me gusta porque hay miles de temas que puedes sacar a partir de eso. O sea, el hecho de que vengan vidas inteligentes, que lleguen, abduzcan personas, se las lleven, y luego regresen ya con otra visión o lo que sea. O que estén entre nosotros y no nos demos cuenta porque son de tal galaxia. Digo: “¡Güey! ¿A qué vienen aquí? ¡Qué hueva! Y si realmente tienen la tecnología, pues, ¿por qué no nos ayudan a que no se reelijan Trump y Putin o con las guerras y Nicaragua, o lo que sea?” Pienso en todo lo que está mal, que lo arreglen… Los extraterrestres son nuestros nuevos cuentos medievales de dragones, duendes y hadas. Hablar de extraterrestres son cuentos muy bonitos.
GV: ¿Cómo fue la elección de las tiras de este volumen?
TC: Están publicados en este libro tal como fueron saliendo en el periódico, de lunes a viernes. Hacía las tiras durante todo el año; no tuve nunca vacaciones. Si iba de vacaciones, tenía que adelantar. Entonces hacía 25 tiras para irme al menos tres semanas. No tuve que quitarle nada ni actualizar nada, porque hago un humor que es atemporal. A lo mejor hay nombres que pueden sonar ya caducos, pero no modifiqué nada. Simplemente ahí voy con los volúmenes, tal como fueron publicados. Y la esencia queda ahí. Estas tiras tienen diferentes personajes que son recurrentes. Por ejemplo, a veces tengo una crítica porque me encanta Star Trek, Spock y Kirk. Luego tengo a unos que se llaman Rodak y sus súbditos, que es una especie de rey chiquito pero de otro planeta. Es toda la posibilidad de la imaginación. Incluso, en este libro no sale, pero hay chapas de puertas que son extraterrestres. Están aquí, pero nos vigilan porque tienen la forma de la chapa de la puerta. Es inagotable ese recurso.
GV: ¿Cómo ha evolucionado tu humor en el contexto actual, donde lo políticamente incorrecto está tan cuestionado? Debe ser complicado evitar ser funado.
TC: Obviamente, con El Santos y La Tetona Mendoza, pues es imposible publicarlo otra vez. Y yo digo: “Es que a lo mejor no han leído la tira”. Es decir, La Tetona se chinga a Santos. Es un matriarcado que tiene un poder. Sí, se le ven las tetas, pero venimos de una cultura muy machista, obviamente somos susceptibles a eso.
Alguien me decía de la generación más de ustedes, los chavos, que es: “Si vas a decir algo en la radio, cancelo la funada porque quiero decir este chiste”. Y si dices eso, ya no te cancelan es como una frase de salvación. Eso es anticlimático, pero bueno: “Cancelo, pero voy a decir un chiste muy grosero”. Pero sí hay un riesgo, y eso sí lo veo: el filtro que tenemos ahorita. Veo las tiras, a pesar del tiempo y digo: “Si hay algo, no voy a modificar nada, pero si hay algo que molesta, de alguna manera tengo la fecha en que se publicó, pues no era mi intención”.
Ahora, ¿no creen que estamos llevando todo esto al extremo con lo que pasa hoy en día? Entiendo que venimos de un contexto de machismo, misoginia y homofobia muy marcado, pero ahora parece que cualquier chiste puede desatar críticas. Por ejemplo, si digo algo como: “¿Te conté el chiste de los negritos?” (o afroamericanos, como se dice ahora), ya ni quiero contarlo porque, aunque no lo estoy publicando, me están juzgando antes de terminar. Esa sensación de cancelación es horrible. Aun así, creo que algunos compañeros moneros se han pasado al retuitear memes o hacer comentarios que terminan siendo bullying, especialmente hacia mujeres en política, y eso tampoco está bien.
El humor debería empezar con la capacidad de reírnos de nosotros mismos. Si te burlas del gordito, al menos tú deberías ser gordo. Todo es susceptible de ser malinterpretado, pero antes no había tantos filtros. Creo que hemos llegado al otro extremo, y necesitamos recuperar un justo medio. El humor debe sacudirte, hacerte reír y reflexionar, pero no cruzar líneas como burlarse de tragedias, como el caso de Platanito. Al final, reírnos de nuestra propia condición humana nos abre un campo enorme para entender y reírnos de todo lo demás. Eso es lo que importa.
GV: ¿Cómo ha sido para ti, viniendo del mundo del papel, adaptarte a esta era de las redes sociales y lo digital? Al final, sigues siendo alguien muy vigente, conocido por muchas generaciones, aunque algunas más jóvenes quizá no tanto.
TC: La primera generación de público ya la coseché, pero ahora me enfrento a un desafío diferente. Con Andrés Bustamante, por ejemplo, noto cómo la generación más joven, incluso la de mi hijo, no lo reconoce por personajes como el Hooligan, el Dr. Chunga o Ponchito, sino porque es “el mejor amigo de su papá”. Ya no viven el contexto en el que nuestro humor tenía sentido porque no ven televisión como antes; ahora todo es streaming, y lo que a nosotros nos hacía reír no les llega.
Por un lado, tengo un público que creció conmigo, que conoce mi humor, tiene poder adquisitivo y sigue comprando mis libros. Incluso algunos se los enseñan a sus hijos, aunque estos digan: “Está chistoso, papá… pero no tanto”. Por otro lado, está la nueva generación, que no me conoce y, al no entender mi trabajo, puede cancelarme de inmediato. ¿Qué hacer ahí? En primer lugar, cuidarte mucho, sobre todo en redes sociales, para no perder tu trabajo ni ser cancelado. El humor tiene que tener una intención, debe provocar risa, incluso si no es políticamente correcto, pero también hay que saber dónde trazar la línea. Por ejemplo, en lugares como Alemania, no puedes hacer un chiste sobre el Holocausto si no eres judío; ahí el humor tiene barreras culturales muy claras. Lo mismo pasa con términos que ahora se deben cuidar, como “afroamericanos” en lugar de “negritos”. Estos filtros pueden sentirse como una carga, pero son necesarios.
Entiendo la importancia de dar visibilidad a temas como la diversidad LGBT, pero también creo que cada quien tiene su estilo. Si no me siento cómodo o no me sale de forma natural incluir ciertos temas en mis tiras cómicas, prefiero no hacerlo. No porque sea transfóbico u homofóbico, sino porque mi humor va por otro lado. Al final, creo que todos debemos reírnos de nosotros mismos, y eso abre la puerta para reírnos de todo lo demás.
Venimos de una cultura muy grande del club de Toby, machista. A mí me da hueva eso de que, es lo que decía Groucho Marx: “Qué hueva estar en un club donde todos piensen igual. Donde me aceptarían”. Hay que estar donde me digan: “Eres un pinche macho”. A ver, explícame por qué. En mi caso, he tenido la fortuna de rodearme de amigas mujeres, incluida mi pareja, Margarita, que me ayudan a mantenerme en equilibrio y reflexionar sobre estas cosas.
El humor es clave en esto, porque trasciende lo físico y conecta a las personas. Alguien que te hace reír tiene lo suyo, más allá de cómo se vea. El humor nos mantiene vivos, y creo que incluso frente a los avances de la inteligencia artificial, el humor sigue siendo algo imposible de replicar. Ninguna máquina podrá contar un chiste que realmente conecte o improvisar un albur inteligente.
GV: ¿Has considerado cómo Crónicas marcianas puede conectar con distintas generaciones de lectores? ¿Cuál crees que podría ser el elemento que atraiga a estos públicos a la obra?
TC: Es un tema muy exitoso hablar de extraterrestres. Todo el mundo quiere hablar de extraterrestres de diferentes formas. Nuestros extraterrestres son como una especie de idea muy egoísta de cómo creemos que todo el universo es a partir de nosotros. ¿Por qué se llama Miss Universo? O sea, pues, entonces que la de Andrómeda venga a concursar; una de Saturno, de las Pléyades, y pues tiene tres ojos. Nosotros somos el centro del universo, de todo.
También los taxistas y los del Uber te pueden hablar perfectamente de política, de fútbol y también de extraterrestres. Les preguntas: “ Oiga, ¿ha visto extraterrestres?”. Uy, hasta se quieren parar para decirte: “No, mire, allá en el Ajusco… Uy, antes venían parvadas. No, pero ahora ya nomás hay tres lucecitas… la contaminación… Es que ellos se dan cuenta de que nosotros no podemos”.
Todos saben. Por eso creo que sigue siendo un campo de cultivo fantástico hablar de vida fuera de nuestro planeta. ¿Por qué? Porque pensamos que somos como los aztecas que llegan, o las carabelas que llegan y: “¡Cabrón, ¿a dónde vienen?”. Es eso, descubrir, ver que hay más vida aparte de nosotros.
GV: Como no creyente en los extraterrestres, ¿cuál consideras que es tu película esencial sobre este tema?
TC: Contacto, la de Jodie Foster, me fascina, porque está escrita por Carl Sagan, y yo soy un seguidor. Me gusta mucho cómo explica cosas tan difíciles de entender. En el momento en que cualquier cosa se pone técnica, no solo hablo de la ciencia o los astrónomos, sino de cualquier tema, me fascina que lo bajen a un nivel de calle.
Es chistoso porque siempre les digo: “La astronomía o la ciencia te ayuda a saber”. Eso les digo mucho a mis tías, que son alteñas:
—pásame el paraguas, voy a salir.
—¿Leíste o viste que va a llover?
—No, ahorita en el programa de Chepinina o no sé qué, salió una astróloga.
Entonces dicen:
—Yo soy Escorpión. Dice que es muy probable que hoy nos encontremos con una lluvia porque Mercurio está retrógrado.
—¡Neta! ¿Estás creyendo más en un astrólogo que en un astrónomo o en alguien que puede predecir el clima?
Es absurdo. Sí va a llover, pero no porque te lo diga: “Leo, sal con un paraguas el día de hoy porque no sabes lo que te puede ocurrir”.
Todo esto da muchísimo material para hacer humor y para continuar, porque las tecnologías y los descubrimientos te ayudan a entender cómo va todo el rollo.
GV: ¿Estás preparando algo para el próximo año? ¿Alguna otra compilación?
TC: Tengo varios proyectos. Viene el Mundial de Fútbol. Soy muy futbolero. El Mundial será aquí en México, pero todavía faltan dos años. Estoy preparando un libro sobre el Mundial porque ya tengo dos anteriores. Este tiene mucho significado porque será México, Estados Unidos y Canadá.
Además, ya tengo dos libros terminados de principio a fin. Uno se llama Mundo de Juguete, que lo hice en acuarelas. Es un humor diferente a mi trabajo habitual, más internacional y un poco infantil, con personajes como un pájaro que tiene un abrigo y bombín, o un personaje con una nariz que es un foco. Son personajes raros, pero con un humor muy simple, que se puede entender en España, Argentina y todos lados.El otro libro, que también ya está listo, me fascina: es El Taquero. Tengo una tira sobre un taquero donde se sospecha que los tacos son de perro. Siempre va el mismo cliente y todo sucede en un puesto de tacos. Cada semana pasa algo diferente. EP
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