Abrirnos a la crítica es abrirnos a la complejidad y al diálogo: Entrevista con Julián Herbert

Conversamos con el escritor mexicano Julián Herbert sobre la publicación de Overol. Apuntes sobre la narrativa mexicana reciente.

Texto de & 15/01/25

Conversamos con el escritor mexicano Julián Herbert sobre la publicación de Overol. Apuntes sobre la narrativa mexicana reciente.

Tiempo de lectura: 5 minutos

En Overol. Apuntes sobre la narrativa mexicana reciente (Random House, 2024), Julián Herbert ofrece una mirada aguda y personal sobre la literatura contemporánea en México. A través de sus ensayos, reflexiona sobre el papel de la crítica, el diálogo entre géneros y la conexión entre la literatura del presente y las voces del pasado.

Con un estilo libre de rigidez académica, Herbert propone un acercamiento fresco y honesto a la narrativa, destacando la importancia de la complejidad y el placer de escribir sobre libros que realmente le apasionan. Overol es una invitación a explorar la riqueza de la literatura mexicana desde una perspectiva crítica y profundamente comprometida con el arte de la lectura.

Gina Velázquez (GV): Al inicio de Overol. Apuntes sobre la narrativa mexicana reciente mencionas que es un mellizo tardío de Caníbal. Apuntes sobre poesía mexicana reciente (Bonobos, 2010), ¿cómo ha sido la evolución de tu perspectiva sobre la literatura mexicana y al escribir poesía?

Julián Herbert (JH): Por una parte, en ese entonces estaba muy conectado con el ámbito cultural, con lo que estaba sucediendo con la poesía mexicana. Por otra, me parece que era un momento en el que la poesía estaba desde un margen cuestionando mucho el entorno. También yo era más joven y una de las cosas que evolucionaron es, quizá, que empecé a escribir más narrativa después de ese libro; justo un año después de Caníbal publiqué Canción de Tumba (Random House, 2011). De ahí, sobre todo la siguiente década, escribí mucha narrativa de ficción y de no ficción; de algún modo, este libro es una pausa y una lectura de esa experiencia también como escritor. Además, creo que es otro momento literario: en este momento la narrativa también se abrió mucho a otras formas de discusión más experimentales. Por eso me acerqué al género.

GV: A lo largo de tu carrera has escrito poesía, narrativa, ensayo, ¿de qué manera dialogan estas distintas formas y cómo esta experiencia también influye en tu acercamiento a la crítica literaria?

JH: Es lo que a mí siempre me ha interesado: una especie de literatura total. Lo digo tomando prestada una metáfora del futbol. Es esa idea del futbol total de la Holanda del 74: todos defienden y todos atacan. Para mí, la paradoja es que hay una impureza básica en los géneros; no tienen fronteras delimitadas, sino que son muy porosos. Siempre he percibido este deslizamiento de impureza entre géneros. Y mi acercamiento tiene que ver con que, para interiorizar, para internalizar esa experiencia de impureza de los géneros, es necesario estudiar la técnica. Es decir, creo que entre más técnica conoces de lo literario, más probable es ese acercamiento a la impureza. Parecería que es al revés, pero no, yo creo que ese dominio de la técnica le da más control de la experimentación. En esa medida, pienso que la crítica es un correlato necesario, porque en el proceso del dominio de la técnica también hay un ejercicio de autocrítica y eso se conecta con el ejercicio de la crítica.

GV: En el libro, mencionas que el lugar común es decir que en México no hay crítica literaria, pero das ejemplos claros de lo contrario. ¿Qué elementos consideras esenciales para fomentar una crítica literaria que dialogue más con los lectores y sea vista como un género propio?

JH: Creo que es una pregunta difícil y que abarca un ámbito que va más allá incluso de la literatura. Creo que parte de lo que ha abollado el pensamiento crítico, no solo el pensamiento crítico literario, sino la concepción crítica de la realidad, es esta cultura del yo, donde “yo soy el que dice”. Por eso también pienso que la crítica es otra cosa, además de ser una autoridad. O sea, la parte autoritaria de la crítica es lo que menos me interesa; me interesa el diálogo: creo que el pensamiento crítico se nutre de bajar un poco ese sentimiento del yo rotundo, que es algo del mundo digital muy narcisista. Creo que esa, para mí, sería una primera condición. La otra es la complejidad. Como sociedad, parecería que la complejidad es un valor negativo. Los matices hacen que el mundo sea más complejo y huimos un poco, hablo en plural porque hablo de una dinámica social. Para simplificar, creo que abrirnos a la crítica es abrirnos a la complejidad y al diálogo. Es la posibilidad de que haya menos insultos y menos descalificación del otro. En ese sentido, para mí, ha sido importante hacer un libro que no se trata de regañar escritores o descalificar obras. Yo prefiero escribir sobre libros que me gustan, no para elogiarlos, sino para tratar de decir cómo los leo y por qué me interesan.

GV: En el proceso de selección para este libro, ¿hubo algún ensayo o texto que preferiste dejar fuera, pero que aún consideras importante para el diálogo literario que propones?

JH: Hay textos que estaban en el límite, en el borde del tema del libro y que fui dejando fuera. Algunas porque no estaban suficientemente desarrolladas. Tenía un ensayo largo sobre José Revueltas que preferí no incluir porque, entre otras razones, repetía algunas ideas y requería un proceso de reescritura para el que no estaba listo en ese momento. No sé si en algún momento voy a retomar ese ensayo, pero es uno largo de unas 20 páginas que iba en la última sección. Hubo otros que dialogan con el libro, por ejemplo, una entrevista que le hice a Chuck Palahniuk, pero como no está en el ámbito de lo mexicano, no lo incluí. Hay muchos libros sobre los que me hubiera gustado escribir y hay libros sobre los que se supone que uno tendría que escribir porque están en el panorama; pero también pienso que los libros de crítica suelen quedar siempre un poco abiertos. Nunca se agotan, porque lo que quiere el pensamiento académico es que hagas una cosa cerrada, que sea súper enfocada. Y yo, adrede, busco lo contrario: un sentimiento de la obra abierta.

GV: Si tuvieras que recomendar un ensayo de Overol para que los lectores se sientan curiosos por el libro, ¿cuál elegirías y por qué?

JH: El primero porque habla sobre la voz de las víctimas representadas en la novela y creo que es todo un tema y que abarca interpretaciones de la realidad. Pero el ensayo del que me siento más orgulloso es el segundo del libro que se llama “El Archivo Lázaro”, por la forma en la que está escrito. Yo lo planeé como una especie de reportaje: utilizar los recursos del reportaje periodístico para escribir un ejercicio de crítica literaria. Creo que le puede interesar más a quienes quieren escribir crítica porque es más experimental.

GV: ¿Qué consideras que aporta Overol al diálogo sobre la narrativa mexicana reciente, especialmente en su conexión con los grandes referentes del pasado?

JH: Este libro habla de libros del presente, habla de novelas y cuentos del presente, pero tiene un río subterráneo, para usar una frase de Inés Arredondo, que dialoga con el pasado. Los tres ensayos finales, los tres textos finales son sobre Luis Zapata, José Agustín y Gustavo Sainz, que para mí son mi genealogía. Son los escritores de los que yo siento que vengo, pero hay otra voz que resuena en el libro mucho: la de José Revueltas. Están ahí, porque al final el presente le debe mucho a ese pasado. EP

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