
Fundación para las Letras Mexicanas
Ana Saldaña —becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas— nos invita en dos poemas a reflexionar sobre el tráfago de la vida cotidiana y la fragilidad de la existencia.
Ana Saldaña —becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas— nos invita en dos poemas a reflexionar sobre el tráfago de la vida cotidiana y la fragilidad de la existencia.
Texto de Ana Saldaña 31/10/25

Ana Saldaña —becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas— nos invita en dos poemas a reflexionar sobre el tráfago de la vida cotidiana y la fragilidad de la existencia.
Hoy me declaro enemiga del mundo.
Amanecí con los labios secos
y tragué la mañana a la fuerza,
como un platillo salado.
Salí de casa y tomé un autobús
que, como yo, se arrastraba
de rodillas hacia su destino.
Al llegar a la estación de metro,
el sol me derretía los muslos
y hacía que me hirviera la saliva.
El metro se detiene
ocho horas en cada terrible estación
y ciento veinte mujeres desconocidas
me observan mientras el tiempo
se nos escurre por el sudor
y por las ventanas.
Estamos atrapadas, todas,
y el vagón en medio del túnel
es una mano inmensa que nos atrapa,
como a insectos asustados,
bajo la curva de su palma.
Cuento los minutos
como si fueran dedos o escaleras
y cada uña o peldaño
me sabe a callejón angosto,
a cuenca de ojo vacía,
a cerradura que gotea.
Si algún día
logro llegar a algún sitio,
ya habré olvidado adónde iba.
Esta mañana,
mi gata ha traído
un pequeño ratón muerto
a la cocina.
Lo ha depositado en el piso,
como una ofrenda,
y lo ha observado atenta
durante horas.
Yo, horrorizada
ante la banalidad de su muerte,
no he podido arrancárselo
de las patas.
Lo he mirado también
yacer en el frío de las baldosas
durante un lapso de tiempo
inusualmente largo.
Es una criatura que apenas
se distingue
de una piedra de río
o de un terrón de azúcar morena.
Parece que nació hace apenas
unas semanas.
Y de pronto,
un lunes cualquiera en la vida,
fue devuelto de golpe
a la nada.
Una criatura
que encontró la eternidad un día
en el hocico
de un depredador curioso,
al que, por un capricho extraño
del destino,
amo. EP