Cotidianidad en Miguel Castro Leñero

Juan-Pablo Calderón Patiño rinde un homenaje a la obra de Miguel Castro Leñero, quien es uno de los principales exponentes del arte contemporáneo mexicano en el mundo.

Texto de 05/01/24

Juan-Pablo Calderón Patiño rinde un homenaje a la obra de Miguel Castro Leñero, quien es uno de los principales exponentes del arte contemporáneo mexicano en el mundo.

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¿Cómo se pretende dilucidar el tinte de la paleta de un pintor cuando está seca? ¿Cómo llegar a la erosión vertiginosa de una inexplicable textura que se transforma en cada milímetro dentro de las fronteras de un cuadro con independencia de su técnica? Las respuestas no admiten academicismos que llegan a ser un barro que inmoviliza. Por lo contrario, la osadía de la creación encuentra en madera, óleo y placa metálica la coraza de un sello tan propio, como la misma brisa que llega, sin avisar, al islote de la soledad. La voluntad para crear signos a partir de objetos y seres tan cotidianos en nuestro andar se hace misión de vida para el artista. El ser canino y sus diversos orígenes, la ballena, el elefante mítico, la flor en solitario, el aeroplano, el trabajador de riel, de fábrica y caminos, casas de diversos techos, paisajes y los equinos de gallardía clásica en el mirador del siglo XXI buscan respuestas a las interrogantes, mismas que en la adivinanza de la mirada envuelven acertijos que saben cautivar el alma.

Si desde que el hombre empezó a cobrar cuenta de que su existencia consistía en más que sobrevivir, la pintura se consagró para rebasar su función como testimonio de la cacería, que significaba la sobrevivencia para los primeros hombres sobre la tierra. Por medio del color eterno sobre la pared bruta y milenaria, testigo de la formación de lo terrestre y primer techo para el suspiro humano, supo consagrarse como el refugio de los palpitares. Así la pintura se convirtió en la residencia que labra cada paso de la existencia del hombre, desde que da sus primeros pasos, hasta pasar en añoranza las últimas tardes de la vida junto a un solar que se refugia en los adentros del alma. Es la matrioshka que permanece, y que, sin importar los múltiples techos y tejados, no se termina nunca. Así lo acredita cada óleo que reinventa el pincel rebelde en busca de posteridad, no el momentum que se desliza en el cielo nocturno como relámpago fulminante. 

La mirada a la obra de Miguel Castro Leñero es variopinta, tal como la luz en sus diversas etapas a lo largo de una jornada; pentagrama que esconde el ritmo de cada rayo del sol en cada reflejo. En ese laberinto homenaje a una criatura animal a la que han catalogado como el más fiel de los acompañantes, los perros y sus tan variadas razas encuentran el retrato vivo de lo que son, aliados y amigos para sus dueños y para los habitantes de toda casa. Sin fin aparente en el laberinto de la mirada que nace en nuestra alma, pareciera que la paciencia canina es la de un modelo que, estoico, se resiste casi a respirar y se entrega al pintor con total gratitud. La caída de orejas y la estela de perfil que se asoma en algunas obras con resguardo de las líneas que forman la vida son el recordatorio de que en las diversas etapas de la vida contamos con un aliado que camina en cuatro patas, nos resguarda como vigía permanente y nos premia con su lealtad sin reservas. ¿Acaso algún punto cardinal se ha quedado sin un can? El artista reconoce el origen de las diversas razas caninas y no media en ironías de pureza. Para quienes las consideran sagradas, vuelve al artificio de la fiesta y se celebra al perro por la virtud de su existencia y su enorme compañía. 

En el recorrido de la zoología, al cual los poetas llaman el bestiario de la fantasía, aquel que nace de otros mundos o como la fusión entre lo mítico y lo real, no podría faltar el elefante, el paquidermo de todos los tiempos y de los meridianos que cruzan África y Asia. Paciente y firme, monumental orejón, simboliza más que una criatura, porque en él reencarna la buena fortuna, dicen muchos. Desde el enorme elefante que transita del macizo continental, se llega hasta el océano para presentar a la ballena, la criatura marina más majestuosa, la que migra en estaciones y vive en los mares del norte, lo mismo que en las páginas de Herman Melville. La ironía de los más grandes; elefante y ballena, tierra y mar. Criaturas de nuestros sueños y aventuras. Hoy, en la demarcación plástica, el pintor sabe transmitirlos con astucia y libertad. 

Volcán-casa, óleo sobre tela, 2023

El arte despega una de las misiones más únicas; que nada quede desapercibido por más mínimo que sea, o por más que se encuentre incrustado en el día a día. Un avión, el aeroplano de origen, criatura inversa al Ícaro caído, fortaleza metálica a match .98 o representación de hélice que engaña a la pupila humana; todo tiene vida en los cielos terrenales del autor. Este representa la propulsión de la velocidad crucero a través de la llovizna que bautiza al aparato en los cielos qué, tapizados de nubes, pueblan las tonalidades que evocan a Tamayo, pero también a las alturas del Valle de Anáhuac cuando fue “la región más transparente del mundo”. El mismo aire que supo descubrir con arrojo Roland Garros para aterrizar en Chapultepec y llegar a tomar el té de la tarde con el regocijo de que acarició ese azul mítico que supo pintar con maestría José María Velasco.

Serie Aviación
Serie Aviación

Frente al espacio virtual del nuevo siglo y a la robotización del trabajo, lo cual muestra que el futuro nos rebasó, la mano del artista presenta una colección que evoca el trabajo obrero en cualquier expresión de fábrica, edificación de un camino, trabajo en mina, plataforma petrolera o taller. No es la nostalgia por la mano de obra, o el eco mártir del trabajador, son estampas de reconocimiento en las que el mensaje es claro: la fuerza laboral seguirá realizando cosas que ni las más avanzadas máquinas podrán hacer. Como volado de un enigma, las estelas de trabajadores con fondos de diversos colores son una representación realista de la construcción del mundo y de eso que llaman modernidad. 

Así, con estos elementos que envuelven la obra de Miguel Castro Leñero, su trabajo plástico reunido representa a uno de los artistas mexicanos más vitales del recorrido final del siglo XX y del que marcha; pintor con obras que se muestran desde el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, hasta el Metropolitano de Nueva York, con escalas en museos cariocas, berlineses y de diversas latitudes, su obra es itinerante y distintiva por su originalidad y por la intachable influencia de la plástica mexicana contemporánea. Su inclusión en la colección para la otrora Residencia Oficial de Los Pinos que Francisco Toledo tituló “De lo perdido, lo que aparezca” lo ubica como uno de los 33 pintores mexicanos que han dado su impronta a la continuidad de la pintura en México. Viva expresión de un artista genuino. El espectador es testigo de una gráfica exacta, pura en su grabado y alegórica en cada pincelada en óleo, así como las bases para apreciar los tintes y trazos de Miguel Castro Leñero, el pintor que nos recuerda que la grandeza la hacen los signos de nuestra cotidianidad. EP

DOPSA, S.A. DE C.V