Los errores de concepción sobre los ajolotes (axolotes) pueden lastimar. A partir del último libro de Roger Bartra y de comentarios en torno a él, Luis Zambrano presenta aquí el caso para que mejoremos —desde la política, la crítica y el cotidiano— nuestra relación con especies tan peculiares como esta salamandra puramente mexicana.
El axolote no tiene la culpa
Los errores de concepción sobre los ajolotes (axolotes) pueden lastimar. A partir del último libro de Roger Bartra y de comentarios en torno a él, Luis Zambrano presenta aquí el caso para que mejoremos —desde la política, la crítica y el cotidiano— nuestra relación con especies tan peculiares como esta salamandra puramente mexicana.
Texto de Luis Zambrano 19/04/21
Hace dos décadas leí el libro de Roger Bartra La Jaula de la Melancolía (1987) y me gustó. Comenzaba a estudiar a la ecología del axolote (Ambystoma mexicanum) y me agradó el análisis sobre la relación sociocultural del mexicano, utilizando a esta salamandra neoténica como alegoría. No sentí el libro despectivo para el anfibio endémico de México, sino una interesante metáfora que explica las complejas relaciones culturales y sociales que desembocan en la triste estructura sociopolítica de nuestro país. Asumí necesarias las licencias que el autor tomó para construir las alegorías que son diferentes a la realidad, en particular las biológicas.
En estos días, Bartra publicó un libro llamado De Regreso a la Jaula (Debate, 2021) que es un análisis de los últimos años que busca explicar el ejercicio de Andrés Manuel López Obrador en el poder. Parte del marco narrativo de su libro se recarga en lo escrito en su libro anterior; de ahí el nombre. Pero escribo estas líneas porque considero que dos cosas han cambiado en las últimas décadas con respecto a esta mencionada alegoría del axolote y la sociedad mexicana: por un lado, el axolote ahora está en claro peligro de extinción y, por otro, la representación del axolote se trasladó de una explicación antropológica del mexicano hacia la representación de lo indeseable del sistema político. Así que es necesario aclarar algunos conceptos que surgen de las menciones que este libro tiene sobre el axolote y artículos de personas que respeto, como el “Regreso del axolote” de Guillermo Sheridan, publicado en El Universal.
Existe una coincidencia de desprecio de esta especie endémica de México entre el gobierno actual y sus críticos. Me explico: durante los años setenta, que son añorados por el actual gobierno, se relegaba a las especies nativas, como el axolote. Es durante esa época que se crea la Dirección General de Acuacultura para promover la introducción de la carpa y la tilapia en todos los cuerpos de agua mexicanos. Estas especies exóticas son grandes, crecen rápido y en cualquier lugar, así que son útiles para la modernidad mexicana. Se despreciaron las especies de peces nativas y los axolotes que viven en ríos y lagos, pues son pequeñas o extrañas para la visión occidental. No se consideró que estas especies fueron la fuente de alimento de las culturas locales hasta mediados del siglo pasado. En resumen, durante el periodo del PRI de la segunda mitad del siglo pasado se repudió la cultura gastronómica que utilizaba especies silvestres y la relación con la naturaleza de las diferentes comunidades por no cumplir con su visión de un país moderno. Esto también se reflejó en el Programa Nacional de Desmonte (que tiene un principio parecido al programa actual de Sembrando Vida) en donde se veía a los ecosistemas prístinos como regiones no productivas y era/es necesario llenarlo con especies “útiles” para el ser humano; en los setenta era la milpa y actualmente son árboles frutales y maderables. Esto se ha propuesto sin una comprensión de la importancia de lo que ahora conocemos como “servicios ecosistémicos” dentro de los cuales está justamente la relación de la cultura con sus especies nativas como la del axolote. Es también el mismo concepto de desarrollo de este gobierno que promueve lo gris sobre lo verde. Un ejemplo es la promoción de la infraestructura de movilidad, el Tren Maya o el puente sobre Xochimilco, que considera que el concreto y el acero traerán progreso aún a costa de las especies nativas silvestres que sufrirán por la destrucción de su hábitat, como el jaguar y el propio axolote.
Sorprende que esta misma visión se repita en las líneas del artículo de Guillermo Sheridan: “…con la antropología de nuestra melancolía histórica, esa que representa el axolote, la criatura simbólica de nuestra identidad amorfa que Bartra definió en La jaula de la melancolía (1987) y que ahora retorna, recargada, ‘incapaz de evolucionar, de escapar de su estado larvario, pasmado y reconcentrado en la regeneración de sí mismo’. No es azaroso que esa criatura en crónico estado de ‘regeneración’ haya regresado en el nombre del amorfo partido-movimiento que creó López Obrador para lanzar sus ambiciones.”
Así que me permito aclarar: el axolote no es “incapaz de evolucionar” y escribir que no puede “escapar de su estado larvario” denota un pensamiento teleológico en el fenómeno evolutivo. También extraña la utilización de la frase despectiva de “estado crónico de ‘regeneración’”, como si fuera algo malo. Pero dejando de lado las licencias en estas alegorías (que ya no suenan tan afortunadas considerando la situación ambiental actual), lo que más me llama la atención es que, con respecto a la naturaleza, la visión es la misma: las especies nativas como el axolote son despreciadas por extrañas y remite a sentimientos desagradables. En esta visión, su neotenia se considera mala y su capacidad de regeneración se ve como un problema; el axolote debería ser como las demás especies de animales que admiramos en esta modernidad occidental, como el salmón, el oso polar o el león africano, que no son capaces de regenerar sus tejidos.
Aún cuando Bartra ha escrito que el axolote es apreciado por nosotros los biólogos por sus múltiples características genéticas, fisiológicas y evolutivas, disocia estas características para transmitir un discurso en donde este animal encarna lo indeseado en la política nacional. Resalta, pues, esta disociación luego de la publicación del libro que él mismo coordinó, Axolotiada (2011), que es un homenaje al axolote desde el ángulo histórico, científico, social y cultural.
Mantener esta asociación del gobierno actual con las características únicas del axolote produce un sentimiento negativo sobre la especie; representa las actitudes sociales y políticas del pasado que ya no queremos que prevalezcan. Esto no ayuda en absoluto a las posibilidades de sobrevivencia de este anfibio en las condiciones actuales, próximas a su extinción en su hábitat.
Contrario a estos conceptos, países como Alemania, Inglaterra, Estados Unidos o Japón, consideran que estas extrañas características del axolote son de gran importancia para el desarrollo médico y cultural. No es casualidad que sea uno de los organismos más estudiados en laboratorios para entender sus capacidades de regeneración con el propósito de utilizarlos en los humanos. Un ejemplo: la marina norteamericana ha financiado con millones de dólares a colegas que buscan comprender cómo es que los axolotes son capaces de regenerar sus tejidos. Por su parte, grandes teóricos evolucionistas, como Stephen Jay Gould, han utilizado al axolote como un sistema ideal para explicar que las rutas de evolución no necesariamente son progresivas (algo que deberían de comprender tanto el gobierno actual como sus críticos). Este interés por el animal se ve reflejado en múltiples artículos en revistas de prestigio como Nature y Science, y de divulgación como National Geographic el Smithsonian, que no sólo están publicando los descubrimientos de su fisiología y DNA, sino también la preocupación sobre su posible extinción.
Por lo tanto, no comprendo esta alegoría de utilizar al axolote para explicar la añoranza de un pasado vertical, autoritario, anquilosado y poco imaginativo cuando este anfibio es todo lo contrario. No existe una disociación entre sus características biológicas y la cultura (que también tenemos que preservar) o el potencial de salud que esta salamadra puede aportar para el desarrollo del país. Es triste que el resto de las sociedades occidentales vean al axolote como el futuro y aquí se utilice para representar al pasado. El lamento de las otras sociedades es que no es una especie nativa, sino que han tenido que importarla de México y cultivarla en colonias, lo cual evita hacer los estudios que desearían si tuvieran la diversidad genética de los organismos silvestres a su alcance. Si los mexicanos queremos mirar al futuro, la revalorización del axolote es fundamental, y más ahora que está en peligro de extinción en su hábitat.
La humanidad no nos perdonará que las visiones poco sofisticadas sobre la naturaleza lleven al axolote a su extinción. No sólo porque es moralmente inaceptable la pérdida de una especie, sino por la pobre visión científica social y cultural que tenemos sobre este peculiar anfibio. EP
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