Siembras lo que cosechas

Luis Mendoza visita la comunidad de Sicuicho, en Michoacán, y registra la falta de apoyos de los gobiernos actual y pasado, y la falta de conocimientos de estos de lo que verdaderamente se necesita para explotar el bosque de forma sustentable. También reflexiona en los alcances y carencias del programa gubernamental Sembrando Vida.

Texto de 17/08/20

Luis Mendoza visita la comunidad de Sicuicho, en Michoacán, y registra la falta de apoyos de los gobiernos actual y pasado, y la falta de conocimientos de estos de lo que verdaderamente se necesita para explotar el bosque de forma sustentable. También reflexiona en los alcances y carencias del programa gubernamental Sembrando Vida.

Tiempo de lectura: 10 minutos

“Da pocos frutos”. Así cabeceó el periódico Reforma un reportaje (publicado el 14 de julio) que contrasta en campo los supuestos resultados de Sembrando Vida, uno de los programas insignia del Gobierno Federal. Aunque la línea editorial de Grupo Reforma se caracteriza por ser aversa al presidente, los datos ahí publicados respaldan al reportaje de cualquier acusación de amarillismo.

De los 575 millones de árboles que prometió la secretaria Luisa María Albores, sólo pudo sembrar 80 millones de plantas. El detalle es que de aquellos sembrados, y como se dice en el argot campesino, apenas la mitad se pudieron “lograr”. Una mala cosecha por donde se le vea.

Ahora bien, el fracaso de tan ambicioso programa ambiental no debe celebrarse, pero tampoco hay que aferrarse a lo que no da resultados. El programa Sembrando Vida tiene fallas de origen, esto es evidente al revisar las recomendaciones del CONEVAL (PDF) que profundizan en la necesidad de ser más claros en sus definiciones de diseño y en incorporar aprendizajes internacionales, pero sobre todo nacionales. De ahí, entonces, que las soluciones para que retoñe el programa se encuentren, irónicamente, en los sitios hasta ahora ignorados por esta iniciativa.


La semilla de la improvisación

Sicuicho está a tres horas y media de la ciudad de Guadalajara. Fue de los pocos poblados a los que no llegaron Los Caballeros Templarios.

Andrés Valentines vive en la entrada principal de Sicuicho, un pequeño poblado del municipio de Los Reyes, Michoacán, a tres horas y media de la ciudad de Guadalajara. Los Reyes fue uno de los epicentros de las actividades criminales del cartel de Los Caballeros Templarios, pero Don Andrés asegura que a Sicuicho nunca llegó «la maldad de la gente», como le dice al conjunto de actividades relacionadas al narcotráfico. Esto en gran medida se debe a su ubicación, pues para llegar a Sicuicho hay que pasar por Oruscato y luego por Cherato, dos pueblos indígenas que se armaron para defenderse del narco.

Desde septiembre de 2013 formaron una policía comunitaria que se encargó de ocupar el hueco que policías municipales, estatales y federales habían dejado por años. Lo hicieron por dos motivos: tenían el dinero para comprar armas y la firme decisión de no seguir pagando cuotas por su trabajo.

De esos momentos de guerra quedan letreros baleados y casetas —que más bien parecen fuertes— en distintos puntos del camino. De los cuerpos de seguridad del Estado sólo queda la leyenda rotulada de “POLICIA”, inscrita en los letreros con letras blancas: por aquí se pasean personas de la comunidad que van armadas y uniformadas para vigilar quién entra y quién sale de los pueblos.

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Detalle de una de las casetas de policía que colocaron los pobladores de la meseta tarasca.
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Detalle de otra de las casetas.

Sembrando Vida tampoco tiene presencia acá. En su primer año de aplicación, el programa llegó a Veracruz, Puebla, Durango, Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas. Sin embargo, no se dio a conocer ningún tipo de coordinación para que los beneficiarios de los programas de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) pudieran migrar a los de la nueva Secretaría del Bienestar. Saber al respecto también resulta una odisea: tres meses insistiendo en una entrevista no bastaron para conseguir una declaración por parte de la Conafor.

La falta de coordinación y comunicación de las dependencias es resultado de los laberintos burocráticos, con un impacto real en la vida de las personas. Andrés Valentines se quedó sin el apoyo de la Conafor y los técnicos que antes le daban asesoría ya no le responden las llamadas. La ninguneada no sólo es un asunto de mala fe, también se entiende porque ahora sólo pueden operar con la morralla que les quedó entre la rapaz administración del gobierno anterior y la austeridad de machete del actual: entre 2017 y 2019, la Conafor sufrió un recorte del 75 por ciento de su presupuesto.

En 2020 se suponía que Michoacán entraría a ser de los estados beneficiadas por el programa. Pero hasta agosto de este año, Valentines sólo conserva una promesa que se siente oficial porque le habían pedido su nombre y una copia de su credencial de elector hace ya más de un año.

Michoacán cuenta con importantes pineras que se ven constantemente amenazadas por talamontes ilegales.
Michoacán cuenta con importantes pineras que se ven constantemente amenazadas por talamontes ilegales.

A 70 kilómetros de Sicuicho se encuentra la comunidad indígena de San Juan Parangaricutiro, lugar que, de forma contraintuitiva, es más famoso por su manejo sustentable de los bosques que por el ridículo que nos implica a los fuereños pronunciarlo.

“Nos dieron hartas esperanzas de poder incursionar (en el programa) por lo que también pudimos demostrar. Tenemos la capacidad de producir hasta un millón y medio y hasta dos millones de plantas de pino”, me dice por teléfono Andrés Echevarría, presidente del Comisariado de la Comunidad.

La cifra no es exagerada para un proyecto productivo comunitario que ha ganado premios internacionales (PDF) y que cuenta con 11 mil hectáreas arboladas, aproximadamente el 60 por ciento de la extensión total de la comunidad.

Este video realizado por la propia comunidad da más detalles:

El que la comunidad de San Juan Nuevo haya atraído miradas internacionales tiene que ver con su organización política, pero también porque han sabido manejar toda la cadena de producción. No sólo plantan árboles, cuidan su explotación, tienen un aserradero y hasta cuentan con una fábrica de tratamiento de resinas y construyen muebles a gran escala.

El objetivo específico de Sembrando Vida es «lograr que los sujetos agrarios con ingresos inferiores a la línea de bienestar rural, en localidades rurales, cuenten con ingresos suficientes para hacer productiva la tierra». Aunque el propósito es noble, suena complicado cuando los beneficiarios del programa sólo reciben los árboles y el programa no construye de forma paralela una línea de producción. En 5 o 10 años cuando los árboles plantados comiencen a dar frutos, ¿a quién van a vender lo que cosechen? ¿Cómo lo llevarán a los centros de comercio? Al parecer esas son preguntas que resolverá AMLO en su próximo sexenio (es broma, no es broma, sí es broma).

Este tipo de “detalles” no son menores: hacen quedar mal a la SEDENA —que en este sexenio se estrenó también como vivero nacional— al no alcanzar la meta de producción de árboles y, además, colocan a Sembrando Vida como un programa rezagado en un 87 por ciento de la meta propuesta para 2019.


Ver para creer

Andrés Valentines rodeado de los últimos árboles plantados con recurso de la Conafor.
Andrés Valentines rodeado de los últimos árboles plantados con recurso de la Conafor.

Andrés Valentines nos lleva a ver los últimos árboles que les dio la Conafor. El lugar parece un enorme pastizal y Andrés camina hasta el centro cuidando sus pasos.

“¡Aquí es!”, me grita. Yo lo veo parado como en un vacío. Me acerco hacia él y me dice que camine con cuidado. Minúsculos, compitiendo con la hierba que crece por la temporada de lluvia están los pinos que no superan los 15 centímetros. Me dice Valentines que sembraron cuatro mil en aquel lugar y le pregunto que cuántos cree que logren llegar a viejos. Entonces se lleva la mano a la cabeza, entre el cabello y el sombrero: “pues casi todos”, responde con tono parco.

El reportaje de Reforma dice que sólo un 7 por ciento de los árboles sembrados sobrevivieron. En el caso de la comunidad de Parangaricutiro, Andrés Echevarría asegura que ellos tienen una tasa del 90% de supervivencia ya que en los 37 años que lleva su proyecto forestal, han logrado capacitar y especializar a la gente de la comunidad.

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Andrés Valentines entre los pinos.
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Detalle de los pinos de la región de Sicuicho.

Parte de lo que asegura el éxito de supervivencia en campos que no tienen sistema de riego y dependen del temporal, es que los árboles sean especies de la región.

Echevarría me empieza a enlistar nombres de pinos por sus nombres científicos y hace un énfasis especial en cada región. “Tenemos de todo tipo de pinos. Hay diferentes especies, depende de la región donde se vaya a plantar. Plantamos lo que se da en cada parte, el arbolado típico y ése es el que se planta”, detalla. Ahí en San Juan siembran los pinos desde la semilla por cerca de año y medio hasta que rebasan los 20 centímetros de altura.

En el caso de Sembrando Vida, el detalle de las especies es menos específico, pero gracias a una solicitud de información ahora sabemos qué especies se siembran. El oficio recibido señala que la decisión del árbol a sembrar es resultado de criterios técnicos y comunitarios, pero no se profundiza en lo que esto implica. Lo que parece llevar mano en la decisión es lo que la gente de la comunidad decide. Sin embargo, asegurar los criterios de biodiversidad y viabilidad es más complejo, de acuerdo a lo que explica Echevarría.

Por otro lado, el catálogo de árboles provisto por la Secretaría del Bienestar genera más dudas que respuestas. ¿Los aguacates que dicen que sembraron en los primeros ocho estados que entraron al programa son los mismos? Si es así, ¿por qué? No se sabe porque el detalle del nombre científico y tamaño de los árboles no es información que forme parte del catálogo de especies a sembrar.


Temporada de secas

En Michoacán todo el cultivo de pino es de temporal, depende de la frecuencia y abundancia de las lluvias.
En Michoacán todo el cultivo de pino es de temporal, depende de la frecuencia y abundancia de las lluvias.

De acuerdo con el World Resources Institute, la región de Michoacán es una zona de estrés hídrico medio y alto, particularmente la zona de Sicuicho se ubica en esta zona de transición. El tipo de cultivo en el estado, así como el cambio climático, ha agravado esta situación en los últimos años.

Le pregunto a Andrés Echevarría si es verdad que la gente está talando los bosques para cobrar el apoyo de Sembrando Vida y me asegura que no, pero que en Michoacán sí es un problema el que las personas estén talando pinos para sembrar aguacate.

“Ahorita el riesgo más latente es el de uso de suelo que quieren quitar bosque para plantar aguacates. La cuestión aquí es que un aguacate genera un kilo de oxígeno y lo que producen 18 aguacates es el oxígeno que produce un pino. En agua, el aguacate consume agua y el pino la produce. Esa es la diferencia”, explica Echevarría.

De acuerdo con los Datos Abiertos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera Federal, en Sicuicho la producción de aguacate aumentó en más de 200 por ciento entre 2003 y 2018; en comparación, a nivel estatal la producción ha caído en 36 por ciento en el mismo periodo.

Algunos de los pinos de la región de Sicuicho tienen más de tres décadas de antigüedad.
Algunos de los pinos de la región de Sicuicho tienen más de tres décadas de antigüedad.

Ahora bien, las regiones de Sicuicho, Oruscato y Cherato tienen una larga tradición de sembrar aguacates y eso les ha permitido llevar una cierta ventaja respecto a otras zonas del estado. Sin embargo, esta tradición no ha derivado necesariamente en una tecnificación del campo. De entrada, todo el aguacate que se siembra en Sicuicho es de temporal y, por ello, está a merced de un clima que con los años se ha vuelto cada vez menos estable.

Don Andrés recuerda que fue en la década de los setenta cuando empezaron las plantaciones de aguacates y que el boom, por así decirlo, se dio gracias a unos créditos otorgados por la Banca Nacional de Crédito Rural (Banrural) entre 1976 y 1977. Pero puntualiza que no todo mundo tuvo mucha suerte con este crédito. Algunos, como él, perdieron los árboles que compraron por una serie de heladas que cayeron en la zona y que se hicieron habituales en Sicuicho por una década.

“Cherato fue quien aprovechó más porque allá sí se logró la producción y se dio bien. ¿Y cuál fue la ventaja? Que el señor que trabajaba en Banrural salió corriendo del banco y esos créditos nunca aparecieron y pues le fue bien a la gente porque no tuvieron que pagar”, cuenta Don Andrés mientras no puede contener una carcajada.

Los precios del aguacate han provocado que cada vez más gente en Sicuicho esté buscando aprovechar sus tierras para sembrar este árbol.

Don Andrés junto al ex-encargado de asuntos agrarios del Comisariado de Sicuicho.
Don Andrés junto al ex-encargado de asuntos agrarios del Comisariado de Sicuicho.

La historia de las zonas serranas en Michoacán es distinta a las de Jalisco, pues ya había ocurrido un proceso de deforestación producto de los aserraderos desde mediados del siglo 20. Sin embargo, Andrés y otros miembros de la comunidad se han inscrito desde el 2013 a los apoyos de Pro-árbol para buscar dejar ciertas zonas que, por frías, no son óptimas para plantar aguacates, pero sí para llenar de pinos que permitan conservar la estabilidad del clima.

“Esto del calor exagerando que apenas hace 10 años para acá. Yo sí lo entiendo y mucha gente lo entiende, esto es debido precisamente al desorden atmosférico que existe. El cambio climático ha llegado”, advierte Andrés Valentines y añade que este problema medioambiental hace que el clima cambie mucho durante el día, afectando a la fruta.

“Pero aún así la gente es necia y ya le está metiendo a sembrar aguacate en áreas donde todavía no se puede”.

La claridad de Valentines no es compartida por todo el mundo. Líderes mundiales, como el presidente de Estados Unidos, piensan que el Cambio Climático es un tema a discusión. Cuando le pregunto al respecto al presidente comunero de San Juan Nuevo, Andrés Echevarría, responde entre risas: “la verdad yo no sé por qué dirán que no es real, las cosas se están viendo y se están sintiendo. No es que cambie el clima, lo estamos haciendo cambiar”, remata.


Siempre es nueva la normalidad

Una de las pineras que atiende Don Andrés.
Una de las pineras que atiende Don Andrés.

Vamos a ver los pinos que ha ido plantando en el terreno de su esposa. Se mezclan pinos que tienen más de 30 años con otros que le dio el gobierno federal desde el 2015. Mientras caminamos, Valentines rememora tiempos que ya no existen ni volverán.

“Aquí criábamos puercos, gallinas corraleras. Hacíamos queso y lo poníamos en solares [patios grandes y compartidos] y ahí los dejábamos toda la gente, no había linderos, no había límites de un lado a otro”, narra.

Frente a cada árbol pausa la vida. Les mira de frente y toma aire. Después saca un pequeño aparatito del morral que lleva cruzado por el brazo. Se trata de un GPS que utiliza en los trabajos topográficos, de medición del terreno, que ha hecho desde hace ya varias décadas y que carga casi siempre porque se lo regalaron sus hijos, quienes ahora viven en Estados Unidos porque se fueron a buscar mejores oportunidades.

“¿Quieres anotar las coordenadas?”, me dice, mientras se recarga en un árbol.

“Anótale. Es 0780927 y 2174597. Estamos a 2,255 metros de altura”, después de dictarme esta información, con sumo cuidado, volvió a guardar, como atesorándolo, el regalo que le hicieron sus hijos. Como esperando volver a ese momento antes de que cambiaran todas las cosas. EP


Este texto es resultado de una colaboración entre Contextual MX, que desde Monterrey se suma a la descentralización con una perspectiva local, atípica y contextual, y Este País.

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