SOMOS LO QUE DECIMOS: “Por eso traen los pantalones” Hablemos de machismo

Hubo un tiempo en que el macho mexicano presumía su caballo, su pistola y su sombrero. Hemos evolucionado, ahora son motivo de jactancia la camionetota, el celular último modelo y el relojazo. A ello se sigue añadiendo todavía hoy otro atavío: una mujer atractiva (“Fulano trae una vieja bien buena” o “Se la anda cogiendo”). […]

Texto de 23/10/18

Hubo un tiempo en que el macho mexicano presumía su caballo, su pistola y su sombrero. Hemos evolucionado, ahora son motivo de jactancia la camionetota, el celular último modelo y el relojazo. A ello se sigue añadiendo todavía hoy otro atavío: una mujer atractiva (“Fulano trae una vieja bien buena” o “Se la anda cogiendo”). […]

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Hubo un tiempo en que el macho mexicano presumía su caballo, su pistola y su sombrero. Hemos evolucionado, ahora son motivo de jactancia la camionetota, el celular último modelo y el relojazo. A ello se sigue añadiendo todavía hoy otro atavío: una mujer atractiva (“Fulano trae una vieja bien buena” o “Se la anda cogiendo”). Resulta obvio que el machismo parte, en todo el planeta, de una percepción en la cual penetrar sexualmente es una manifestación de poder, de superioridad, mientras que ser penetrado(a) lo es de sumisión, de inferioridad.1 Casi todas las agresiones verbales llamadas groserías manifiestan esa ancestral opinión. La discriminación machista que afecta a la mitad de la población del mundo tiene dos vertientes, el sexismo y la homofobia, y permanece como uno de los cimientos de nuestras relaciones sociales. “La mujer, como la carabina: cargada y en la cocina”.2

En algunas sociedades dar a luz a una bebé se consideraba una calamidad.3 Por ello en Occidente los padres menos brutales de la chica regalaban dinero o animales de granja a manera de dote al varón que aceptara hacerse cargo de ella.4 Previamente hay que “presentarla en sociedad”, de ahí la tradicional Fiesta de XV Años, en la cual la adolescente es promocionada vistiendo sus mejores galas. Por otra parte, el grito multitudinario “¡Eeeh, puuto!” en los estadios ha sido motivo de una controversia bizantina. Si una masa de connacionales tilda de homosexual al portero adversario es porque es la mejor manera que ha encontrado para desprestigiarlo. Es vano buscar atenuantes.5

Nuestra alambicada cortesía divide a la humanidad en dos: damas y caballeros, con todas sus reverberaciones medievales. El telón de fondo de esto es la convicción de que la mujer es frágil (el “sexo débil”). En efecto, dada su vulnerabilidad o su torpeza hay que evitar que ella camine del lado de la calzada, abrirle la puerta o la portezuela, desplazar la silla al sentarse a la mesa, ponerse de pie cuando entra o sale de una habitación. A contrapelo, las manifestaciones de sexismo pueden materializarse en agresión, tanto física (de los tocamientos hasta la violación), como verbal: el chantaje basado en el poder jerárquico y el piropo. Éste ha sido una intromisión socialmente aceptada. Cierto es que hay distancia entre “Algo ocurre en el cielo que están cayendo ángeles” y “Mamacita”, y todavía más con respecto a “¡Con esas tortas ni chesco pido!”.6 Pero en cualquier caso se trata de interpelar a una desconocida haciéndole saber que despierta apetito sexual. Ante la pregunta: “¿Cuántos hijos tienes?”, el chistoso responde con otra: “¿En qué colonia?”.

“Ando en busca de una ingrata / …traigo ganas de encontrarla / pa’ enseñarle que de un hombre / no se burla una mujer”. En cientos de canciones se sostiene la misma idea: en las mexicanas el hombre suele ser ignorado; en las argentinas, engañado. La locución tener/traer bien puestos los pantalones se explica(ba) cuando la mayoría de las mujeres usaban vestidos. Aquéllos podían fajarse, pero las faldas y enaguas no.7

Hay cientos de mujeres “dañinas” en la Historia, desde Eva hasta las “feminazis”, pasando por las histéricas de Freud. Paradójicamente, incluso las feministas más aguerridas en ocasiones tienen actitudes machistas. Resulta inexplicable que en sus marchas y mensajes en las redes sociales luzcan, falocráticamente, el dedo medio erecto y desafiante mientras que el índice y el anular, plegados, simulan los testículos, para no hablar de los “caracolitos” que —ya se ha visto aquí— simulan una degradación por medio de un chorro imaginario de esperma que mancilla. Tampoco parecen darse cuenta de que al manifestarse con los senos al aire dan gusto al morbo gozoso del macho. EP

1 “Chinga a tu madre”, la tan mexicana incitación al incesto por violación, nos devela que para nuestra irrefrenable testosterona no existen límites.

2 Ahora bien, antes de la noche de bodas, las jóvenes no debían ser desfloradas. No se aceptaban ya cortadas, de segunda mano. Aún quedan remanentes de esta opinión.

3 En la China antigua se la asesinaba apenas nacida.

4 En algunas zonas de México se mantiene este deleznable “uso y costumbre”.

5 En la entrega de abril de 2016 de esta columna abordo el tema concomitante de los albures.

6 En efecto, en el habla popular de la segunda mitad del siglo pasado, los mexicanos llamaban “torta” a su novia (metonimia por la forma de la telera); los argentinos hablaban de “minas” (cada comunidad hispanohablante tiene sus metáforas). En estos ejemplos, para cosificar a las mujeres se utilizan imágenes de ingestión y de perforación, respectivamente.

7 María Félix fue la primera actriz que vistió pantalones en una película mexicana.

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