
Patricia Guerrero explora en estas líneas otra de las formas de dejar el cotidiano: la ropa. Colgada en clósets y armarios, la ropa que necesitábamos para las reuniones sociales hoy vive su propio encierro. Pero siempre hay alternativas…
Patricia Guerrero explora en estas líneas otra de las formas de dejar el cotidiano: la ropa. Colgada en clósets y armarios, la ropa que necesitábamos para las reuniones sociales hoy vive su propio encierro. Pero siempre hay alternativas…
Texto de Patricia Guerrero 01/06/20
Patricia Guerrero explora en estas líneas otra de las formas de dejar el cotidiano: la ropa. Colgada en clósets y armarios, la ropa que necesitábamos para las reuniones sociales hoy vive su propio encierro. Pero siempre hay alternativas…
Escribo esto sentada, envuelta en una toalla y embadurnada de aceites esenciales.
No es que tenga la piel de lija en estos momentos; es que necesito algo que me levante: me puse encima un aceite que huele a ahumado y a resinas, va bien con este ambiente lluvioso.
Ayer un querido amigo me dijo que le daba tristeza su clóset intacto. Ver colgada la ropa que se empolva con el paso de los días no entristece por pura vanidad; a mí, en particular, me pone mal porque una parte de mí se ha empolvado estos días: la versión de mí misma que va a tomar mezcales y a bailar cumbia, la que sale a trabajar, la que sale a cenar con sus amigos y la que desayuna con su familia los fines de semana.
No me malinterpreten: amo mi casa con sus ventanales llenos de plantas. La problemática del clóset intacto es que la única sección que he removido últimamente es la de las t-shirt-pijama que cayeron en ese cajón porque algo no va bien: el cuello, la tela, el estampado o porque se les comenzaron a hacer hoyitos y no tengo el valor de tirarlas.
Me dije también que así como busco piezas statement para sentirme bien en la calle debería comenzar a buscarme statement pijamas para sentirme increíble en casa. EP