Norteando: La última (temporada de Game of Thrones) y nos vamos…

Norteando es el blog de Patrick Corcoran en Este País y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 06/05/19

Norteando es el blog de Patrick Corcoran en Este País y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Este espacio típicamente abarca temas de relaciones internacionales y la política estadounidense, pero si me permiten cambiar un poco de enfoque, ha surgido algo de suma importancia que opaca las consideraciones típicas. Me refiero, por supuesto, a la última temporada de Game of Thrones.

La fama de este programa no es difícil de entender, ya que ofrece una multitud de cosas a los videntes, desde los placeres más básicos (sexo, sangre, dragones, etcétera) hasta profundizaciones matizadas sobre las ocupaciones militares y la naturaleza de las insurgencias.

Pero para su bloguero, lo más destacado de esta serie—lo más original y lo que más tiene que ver con el mundo real—siempre ha sido la meditación sobre el honor y la decencia personal, y su relación con el liderazgo político. Efectivamente, los creadores de esta historia—el autor de los libros George R. R. Martin, y los productores David Benioff y D.B Weiss—han pasado miles de páginas y siete temporadas de televisión contestando la siguiente pregunta: ¿ser una persona honorable ayuda o estorba a él que pretende ser el amo y señor?

La respuesta de las temporadas iniciales fue contundente: el honor es una lacra, y los engañosos no solamente ascienden al poder con más facilidad, sino también son mejores líderes. Ned Stark no es solamente la víctima de una tragedia; su amor para su honor representa un enorme punto ciego, y Ned perversamente se convierte en el protagonista de un asalto mortal contra su propia familia. Como líder de su familia y del Norte, Ned Stark fracasó donde los tramposos de los Lannister triunfaron. Peor aún, dejó un legado de ingenuidad para su hijo Robb, condenado a repetir los mismos errores que su padre.

Pero así tan rápido como contestan su pregunta inicial, los autores empiezan a retractarse y a matizar su afán para las intrigas como una estrategia de gobernar. Entre más tiempo hemos pasado con los de Westeros, los traicioneros han sufrido cada vez más por las consecuencias de sus traiciones. Littlefinger trama un complot demás, y le abren el pescuezo. Tywin Lannister, el genio maquiavélico que manipula a todos como figuras de ajedrez, acaba fusilado encima de su propio escusado. Su hija, Cersei pierde a toda su familia, algunos huyendo de su maldad, otros asesinados como represalia por un crimen antiguo. Resulta que ser un ogro eterno provoca enemistades, por más listo que sea el ogro. Al mismo tiempo, algunos de los más ingenuos al principio de la historia—Sansa Stark especialmente—han aprendido algo de sus enemigos.

Ahora, los héroes máximos de esta recta final de la serie son casos más ambiguos, y por lo tanto, esa pregunta básica sigue sin una respuesta definitiva. En sus ámbitos distintos, tanto Jon Snow como Daenerys Targaryen han pasado años luchando para imponerse a un mundo despiadado sin perder sus principios. Incluso, ambos tienen un refrán que refleja este dilema: Jon siempre habla de como lo único que quiere hacer es lo correcto por su gente, mientras Daenerys insiste una tras otra vez que quiere mejorar el mundo. Pero por más puras que sean sus intenciones, ambos han sido castigados por su ingenuidad y tentados por su ambición.

En su estado más fino, el género de la fantasía puede servir como un espejo para el mundo real, y esta pregunta sobre la utilidad (o la futilidad) del honor también es válida al ver las actuaciones de los gobiernos por todo el mundo. No es precisamente lo mismo, pero de cierta forma, es otra versión del debate eterno entre el idealismo y el realismo. Lamentablemente, estamos en un momento que parece respaldar la teoría de que los escrúpulos son una carga innecesaria, si no un defecto mortal. Queda para ver si a fin de cuentas, Game of Thrones llega a la misma conclusión. EP

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