Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP
La nueva Urgent Fury y la amenaza a la humanidad
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Texto de Aníbal Santiago 08/01/20
La voz de Zabludovsky, ese venerado cornetín nasal que por generaciones informó y silenció lo que el poder ordenaba, simplificó el ataque para que su audiencia, tan bruta, entendiera: si Estados Unidos invadía una islita del Caribe, Granada, era porque ahí anidaba el monstruo planetario: el comunismo. Es decir, buenos atacaban malos, igual a la lucha del blanco y puro Han Solo contra el negro y criminal Darth Vader en El Regreso del Jedy, que se estrenaba esos días.
La memoria me lleva al sillón de vinil de un edificio de la calle Marcos Carrillo: un niño estaba por irse a dormir pero antes su mamá ponía Canal 2 para ver qué ocurría en ese pedazo de tierra en el mar con 90 mil habitantes que perseguía la igualdad, un sueño en países de la zona históricamente sometidos por dictadores: Batista en Cuba, Trujillo en Dominicana, Duvalier en Haití, Somoza en Nicaragua (y podríamos seguir).
Cuando en el otoño del ’83 prendió la tele en realidad ya sabía qué diría Zabludovsky: algo como “El Ejército de Estados Unidos libera Granada, oprimida por una tiranía comunista”. La versión de la historia era la que el presidente Reagan y la ultraderecha esparcían. Quienes jamás habíamos oído “Granada” -salvo para nombrar a la pulposa fruta roja- no recibimos ningún matiz. Por ejemplo, no sabíamos que los socialistas del llamado People’s Revolutionary Government accedieron al poder cuatro años antes, en 1979, tras una acción revolucionaria. ¿A quién depusieron los malhechores? A Eric Gairy, político que la reina Elizabeth II nombró primer ministro de Granada y que sumaba 12 años de un poder que amenazaba ser eterno por mandato divino (“Quien se opone a mí se opone a Dios”, declaró él). La verdad es que el mandato era de The Queen of the United Kingdom, quien definía al gobernante de un país a 9 mil kms de su Palacio de Buckingham.
Por supuesto, hubo premios: Gairy fue nombrado Sir e incluido en El Muy Honorable Consejo Privado de Su Majestad. O sea, Granada seguía siendo una colonia de ultramar y eso habían combatido los revolucionarios del New JEWEL Movement de Maurice Bishop, líder popular que luchó por la emancipación negra, la educación y la justicia social.
Bishop fue asesinado por la CIA junto a varios de sus compañeros, y una semana después, el 25 de octubre, 7300 soldados estadounidenses (casi uno por cada 10 habitantes) invadieron Granada. La resistencia fue lastimosa: con tanques, portaviones, bombarderos, helicópteros y aviones caza, los marines enfrentaron a 2 mil individuos, muchos de ellos obreros de la construcción “organizados” para repeler la más poderosa operación bélica estadounidense tras la guerra de Vietnam. Sin piedad.
La tele mostró imágenes espectaculares: en paracaídas en un hermoso cielo azul, los marines descendían a la isla. Luego las imágenes fueron penosas: armados hasta el último poro, avanzaban en brechas de tierra para ocupar chozas y arrestar a su gente. Hubo decenas de asesinatos.
Inolvidable el nombre que Reagan dio a la invasión: Urgent Fury (Furia Urgente). Así se justificaba el ataque letal con plomo y fuego: la furia exprés como método diplomático.
Ese es el primer show televisivo bélico gringo que recuerdo. Han pasado 36 años y aún vemos los shows americanos de sangre, como el de hace días en Irán, donde drones mataron al poderoso general Soleimani y varios más. La diferencia de lo de 1983 y hoy es que lo de la indefensa Granada derivó en el sometimiento de la isla a los intereses gringos. Y ya: adiós al sueño. En lo de Irán acaso comenzamos a sentir terribles insinuaciones del alcance: la Guardia Revolucionaria de ese país juró venganza y no hubo demora: atacó con decenas de misiles dos bases militares estadounidenses en la vecina Irak donde viven 5 mil soldados. Das un golpe, te doy un golpe: ya toma forma la terrorífica escalada con el peor escenario: Rusia y Estados unidos otra vez enfrentados.
Esta vez, la Urgent Fury de Trump, el presidente que ve al planeta como su juguete —al que puede patear, ensuciar, manosear— se perfila como un atentado contra la humanidad. EP
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