Crónica
En el Zócalo resuena una cumbia de Selena mientras los vendedores ofrecen tres gorras por 100 pesos. Un sol picoso se cuela en todas partes, pero el ambiente de fiesta —o genuina curiosidad— hace que no importe.
Esto es un espectáculo. ¡Chicles, paletas, cigarros!, grita un vendedor mientras carga su cajita de madera. A lo lejos se puede ver un muñeco inflable de un AMLO que sonríe y brilla con la luz. Entre la gente, destaca una mujer que vende sombrillas fabricadas con envolturas de papitas y golosinas.
Moverse entre la multitud es más fácil de lo que las fotografías aéreas presumen. Las personas bailan al ritmo de una tambora que está en un extremo del Zócalo y dejan huecos por los que es posible colarse para llegar al frente y ver de cerca al presidente.
Del lado derecho del escenario están dispuestos miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Todos llevan uniforme y gorras blancas con las siglas del sindicato impresas en color naranja. Bailan mientras sigue sonando “Carcacha” en el equipo de sonido.
Se interrumpe la música y una voz anuncia que el presidente está llegando. Aparece en las pantallas caminando y acercándose a las vallas para saludar. En ese momento las personas se agolpan contra las barreras metálicas más próximas con la esperanza de verlo.
“¡¿Por dónde va a pasar?!” grita desesperado el vendedor de dulces. El presidente no está llegando por este lado, pero igual se comprimen, se levantan de puntitas y lo cazan con la mirada.
Desenfundan los celulares, se sonríen. ¡No estás solo, no estás solo!, gritan una y otra vez.
Apenas pasa un minuto del mediodía. Andrés Manuel ocupa el podio que está en el centro del escenario, flanqueado por la bandera nacional. Amigas y amigos, inicia y explota la emoción entre los asistentes.
Juntos, pero no revueltos
Una hora antes, en el Ángel de la Independencia, se reunieron a protestar contra las acciones del gobierno. Al igual que pasa con las gorras guindas o los uniformes de los sindicatos, acá también van con uniforme de protesta. Camisas blancas, sombreros panameños, cafés en las manos.
La media de edad, aunque se ve desplazada más hacia los 65 años, no impide ver algunos niños que acompañan a sus familias entre los asistentes. Unos señores llevan unas cajas que les sirven para guardar unas pancartas que incluyen un palito de madera para poder sostenerlas por lo alto y que reparten a quien se cruzan.
¡No te queremos aquí! ¡entiende! grita una señora, a los pies del Ángel de la Independencia, a un Andrés Manuel invisible.
¡Fuera Evo! grita otro grupo de personas sobre la plataforma de un camión. En corto, le comenta un señor a otro: Cuando caiga Maduro también le van a dar asilo.
Uno de los bloques resalta porque va de color amarillo. Algunos miembros del Partido de la Revolución Democrática (PRD( se dieron lugar y, al frente de ellos, una persona lleva ondeando una bandera de arcoíris. Una mujer vestida de blanco y con una cruz de madera que le cuelga a la altura del pecho toma fotos y, por un instante, mira de reojo la bandera de colores. Saca su celular y comienza a fotografiar en dirección al Ángel donde está la mayor parte de las personas vestidas de blanco y donde ya no se ven los de amarillo.
Los contingentes no se mezclan y no comparten consignas. ¡El gobierno es populista, que me borren de la lista! gritan unos jóvenes al frente del contingente del PRD. La gente de blanco, por el contrario, aplaude al tiempo que grita ¡México, México! y vuelve aplaudir. Es claro: van juntos, pero no revueltos.
‘¿Les está afectando el sol?’
El presidente lanza cifras y cierra con una frase matadora, de esas que se convierten en tweets virales. Arraigamos a los campesinos jóvenes a la tierra. No le hemos declarado la guerra a nadie, sólo a la corrupción y la impunidad. Primero los pobres.
Pero, aunque los remates son poderosos no logran un eco unísono. Se escuchan aplausos y gritos en distintos puntos del Zócalo, pero no es una sola voz la del pueblo. En contraste, el discurso del presidente retumba en los edificios que rodean el sitio y sus palabras se quedan en el ambiente, por un momento, antes de desaparecer.
Una mujer recargada en la valla central sonríe cada vez que el presidente habla de los “conservadores corruptos” y saca su celular y lo lleva lo más alto que puede para tomar fotos. El presidente, a la distancia, luce diminuto.
López Obrador en su discurso proporciona una claridad equivalente a la del cielo despejado. Es capaz de definir muchos mensajes en términos de bueno y malo, de sí o no.
Sobre lo ocurrido en Bolivia: Democracia sí, militarismo no. Sobre las adicciones y los jóvenes: Felicidad y vida sana sí. Drogas no.
¿Les está afectando el sol? La pregunta arranca un No mayoritario, pero se cuelan algunos ¡Sí!. El pueblo, en este tema, como en muchos otros, pareciera no compartir la claridad del presidente.
‘No digan que somos poquitos’
Un norteamericano graba con su celular un video en vivo en Reforma mientras narra lo que ve. Las personas lo ven y se dejan registrar. Una de las mujeres que aparece en el video del gringo que improvisa de periodista carga con firmeza un letrero que dice “yo también soy Pueblo”.
El uso de celulares marca la forma de protestar. Las selfies son tan frecuentes como las consignas. Una mujer se para en uno de los triángulos que configuran el camellón de Reforma y se toma una foto donde todo el fondo es la protesta. Para que no digan que somos poquitos, dice en voz alta y logra que la escuchen y le respondan con aplausos.
Junto a ella pasa una mujer haciendo, también, un Facebook Live. La joven le grita a la pantalla: ¡Siempre no fuimos cien. Somos más de cien!.
En el Zócalo los celulares por los aires también forman parte del paisaje, pero la sensación recuerda más a cuando las personas graban canciones enteras en los conciertos.
Durante mi larga vida pública siempre he tenido un ángel de la guarda que se llama Pueblo, dice Andrés Manuel y el reflejo de las personas es fotografiarlo y guardar evidencia de este reconocimiento. Acto seguido, AMLO añade una frase de Juárez que forma parte de su repertorio habitual: Con el Pueblo todo, sin el Pueblo nada.
Un ¡Viva! a la Cuarta Transformación y tres ¡Vivas! a México bastarán para cerrar más de hora y media de discurso. Suena el Himno Nacional en el sistema de sonido y en la unidad pasajera de sus estrofas se da por terminado un año de gobierno.
Después, suena música ranchera. El Zócalo se comienza a vaciar. EP
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