El tío se quedó viudo

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 06/05/20

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 3 minutos

En la soledad siento sed de voces como el que busca el último sorbo del desierto. Si en el anterior planeta Tierra a mis amigos los llamaba poco, hoy deben estar extrañados de alzar su celular y ver mi número. Necesito voces —mi respirador, mi agua— y no pretendo que cuenten mucho (en el encierro el virus nos quita acción). 

Los grandes sucesos diarios se constriñen a las pantallitas que narran más o menos lo mismo: Gatell dice que se achata la curva, en Brasil las muertes están desbordadas, Trump sugiere inyectarnos desinfectante para pisos, abren una isla arriba de Manhattan como fosa común, golpearon a unas enfermeras. 

Nos relatamos eso y llega la cascada de adjetivos: “terrible”, “doloroso”, “agobiante”, “terrorífico”. No es interpretable esta realidad de incertidumbre y los adjetivos ahorran inútiles trabajos a la mente. Lo cálido viene al sugerir al otro ver tal serie, pues si no la ve, su vida, como dice una amiga, “pierde una capita de barniz” (por cierto, para que no la pierda vean After Life).

Pero bueno, escuchamos la voz del otro, que es un spa. Con esa sed marqué a un amigo. Lo llamaré Alberto. Hacía meses no lo buscaba y lo hice: solemos platicar de futbol, de cuando compartíamos redacción, del amor y amigos. Estimé que hablaríamos de lo mismo y de una serie, o del destino del mundo. Pero no. 

“Se acaba de morir mi tía”, fue su bienvenida desde Coapa. 

—¿Cómo? 

—Vivía aquí enfrente. Hace poquito la topé en la calle sin protección, caminando normal. Le dije “no andes así” y contestó que no le pasaría nada. Su esposo la impulsaba a salir, es de los que piensan que el coronavirus es un invento. Mi tía se puso mal, la internaron y al tercer día murió. Mi primo está infectado.

—¿Y el esposo de tu tía?

—Pues ya es viudo.

—¿Dónde está?

—Encerrado y solo en la casa donde vivían. 

—Debe sentirse terrible—, le dije.

Su silencio insinuó furia y dolor. Colgamos. He pensado estos días en ese México bárbaro, bronco y bobo que —a diferencia del que debe salir para sobrevivir— esparce muerte o la adquiere como si nada. La pesca y riega con aire optimista, con su falso escudo invisible. 

¿Por qué existe ese México? Creo que no entiende y, sobre todo, no lo ayudan a entender. 

¿A quién obedezco? ¿Al gobierno que desde Palacio Nacional ofende, ejerce violencia artera si un reportero hace una pregunta incómoda, como por la falta de insumos, o le creo a los médicos del Hospital General Regional (HGR) No. 1 “Dr. Carlos Mac Gregor Sánchez Navarro” que ruegan equipo de protección para atender infectados?

¿Creo en este presidente que en día récord de muertes en vez gobernar sale a su jardín a grabarse videítos sembrando guayacanes de bellas flores u oigo al México donde 320 trabajadores de la salud de Sinaloa están infectados? ¿Le creo a una investigación periodística que prueba que el gobierno pagó el precio récord de 31 millones nada menos que al hijo de Bartlett por 20 ventiladores respiratorios, o me quedo con el México que en la óptica presidencial recibió al coronavirus “como anillo al dedo” pese a que ya mató a 2,507? ¿Le creo al gobernador morenista Barbosa, para quien “la vacuna contra el COVID-19 es el mole de guajolote” aunque en su estado ya murieron 113?

¿Asumo que todos los empresarios mexicanos son iguales y están obligados a cerrar sus locales, o me resigno a que hay unos más iguales que otros, como Ricardo Salinas Pliego, que acicalados por la 4T abren sus Elektra y otros negocios aunque sean focos de contagio? Por mucho que diga “quédate en casa”, con su vergonzosa conducta un México dueño del dinero y los hilos políticos persuade que no pasa nada al otro de conciencia vulnerable. Es un México bárbaro, bronco, bobo y poderoso cuyo ejemplo, acaso como a la tía de mi amigo a quien nada le pasaría, empuja a la muerte. EP

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