El amigo de Peña Nieto no quería lastimarse la piel

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 27/01/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

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Subíamos nuestras calcetas, ajustábamos los botines, acomodábamos las espinilleras, inspirados por dos cosas. Uno, el fragante bosque que esa tarde nos rodearía al sonar el silbato e iniciar el partido. Y dos, porque los jugadores a punto de saltar a la cancha de Valle Dorado estábamos dando forma en esas mismas semanas —como reporteros, comentaristas, editores, analistas, community managers— a la barra deportiva del flamante canal abierto Imagen Televisión, y era justo festejar con una cascarita.

Aunque decir “cascarita” demerita lo que yo estaba a punto de vivir ese día de 2016. Jamás en mi trayectoria futbolística curtida en los llanos de Magdalena Contreras había alternado con semejante elenco. 

Por decir algo: atrás mío, repartiendo balones, estaría Ramón Ramírez, mundialista en Estados Unidos ‘94, Francia ‘98 y leyenda de Chivas. En la defensa, Carlos de los Cobos, mundialista en México ‘86 y tricampeón con América. Como uno de los técnicos, Héctor Miguel Zelada, campeón del mundo junto a Maradona con Argentina en México ‘86, también tricampeón con América (quizá su mejor portero de todos los tiempos) y, además, diestro chef del asadito con que premiaríamos nuestro esfuerzo.

En mi equipo alineaba el periodista deportivo Javier Alarcón, cabeza deportiva de Imagen, de gran toque. ¿Y el árbitro? El más pintoresco, controvertido y estudioso del futbol mexicano: Bonifacio Núñez, “Boni”, tipo afectuoso y franco al que quería adoptar como tío.

Ante semejante constelación me sentía inútil como un arbusto en medio del Estadio Azteca, pero en la hermosa cancha empastada del rumbo de Tlalnepantla me disponía a entregarlo todo. 

De pronto, me presentaron a quien sería mi portero. “Alfredo Castillo”, me dijo estirando su mano e incrédulo se la di. Me dio un apretón sólido, muy del PRI, y repitió su presentación con los demás futbolistas: “Alfredo Castillo”,  “Alfredo Castillo”, “Alfredo Castillo”, fue diciendo como para que nadie pasara por alto que él era el director de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE). En realidad, lo natural hubiera sido que omitiera su nombre y se tapara la cara, porque para ese momento Alfredo Castillo era una de las más grandes vergüenzas en la historia contemporánea de México. Su historial, breve, ya era muy penoso. 

Como subprocurador del Estado de México, en 2010, defendió la tesis de que la desaparecida niña Paulette Gebara se asfixió “accidentalmente” en la cama, mismo sitio donde fue hallada 10 días después de que los medios grabaran y los peritos examinaran sin encontrar el cadáver. ¡Estaba bajo el colchón!, ​donde su madre había dado entrevistas y los peritos revisado sin hallar nada.

Según Castillo y su jefe, el procurador Alberto Bazbaz, la pequeña desaparecida y mágicamente reaparecida no fue manipulada. El hombre de la justicia dio como argumento un suceso paranormal. 

Pero en México se premia la infamia. El entonces gobernador Peña Nieto lo ascendió a procurador del Edomex y luego, en 2014, el mismo Peña, ya vuelto presidente,  lo nombró titular de la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral en Michoacán, que buscaría pacificar ese estado en llamas por el narco. Por supuesto, a los Caballeros Templarios el gobierno no los tocó ni con la pluma de un colibrí, pero Castillo sí fue fulminante con las Autodefensas, los grupos civiles que luchaban valientes contra la delincuencia organizada dirigidos por Hipólito Mora y José Manuel Mireles. En una rueda de prensa junto a las Autodefensas el 26 de abril de 2014, Castillo informó: “tendrán ellos el armamento y todos los recursos que sean necesarios para que puedan desempeñar su labor”. Pero después los desarmó y a ambos los encarceló. Los traicionó.

“Alfredo Castillo retorcía sus reglas para que el sol no lo lastimara. Varios de los 22 jugadores, mientras ocupábamos molestos el mismo lado de la cancha, dijimos que eso no podía ser. Pero sí podía: el portero era director de CONADE desde hacía año y medio, amigo del presidente de la república, hombre distinguido del PRI.” 

Sin embargo, cuando a Alfredo Castillo lo vi al borde de la cancha poniéndose un paliacate y trotando con guantes hacia mi portería, lo que se me vino a la mente fue su reciente e indignante ridículo como director de la CONADE en los Juegos Olímpicos Río 2016. ¿Cómo nos fue? Fuimos 61 del medallero, abajo incluso de Tayikistán y Fiyi. Preseas de oro: cero. 

¿Y qué tal se portó Alfredo en Brasil? Se llevó a su novia Jacqueline Tostado, le regaló la indumentaria oficial Hugo Boss del contingente nacional —pagada con los impuestos— con la que la modelo apareció públicamente, y no hay que ser muy malpensado para imaginar que con dinero del erario la hospedó en el hotel de las autoridades mexicanas, algo nunca aclarado. “Río de Janeiro, durante 16 días, debía ser su oficina”, escribí aquella vez. “Y la oficina no es un hotel de paso”.

Pues ese hombre de negra trayectoria y que ni siquiera pertenecía a Imagen Televisión, integraba mi equipo. 

—¿Sabes por qué va a jugar con nosotros?—, le pregunté a un compañero segundos antes del silbatazo inicial, ya los dos en shorts ocupando nuestros puestos. 

—Es amigo del jefe—, me respondió.

Ya ni me acuerdo si atajó bien o mal, pero de lo que sí me acuerdo es que al medio tiempo se fue a refrescar. Cuando volvíamos para jugar el segundo tiempo, vi que Castillo se encaminaba al mismo arco que custodió en el primero, algo evidentemente fuera de reglamento en el fut. “Hey, Castillo”, le dije, “es la otra portería, hay cambio de lado”. “No”, me gritó. “Del otro lado está dando de frente el sol. Me molesta que me pegue en la cara y me lastima la piel: la tengo sensible. Ya le avisé a Bonifacio”.

Atónito, me acerqué al árbitro. “Pues sí, qué le vamos a hacer”, me respondió, palabras más o menos, muy contrariado. 

Alfredo Castillo retorcía sus reglas para que el sol no lo lastimara. Varios de los 22 jugadores, mientras ocupábamos molestos el mismo lado de la cancha, dijimos que eso no podía ser. Pero sí podía: el portero era director de CONADE desde hacía año y medio, amigo del presidente de la república, hombre distinguido del PRI. 

El partido de futbol, pese al disgusto, debió seguir como mandara el señor al que poco después, como se hizo público, la Auditoría Superior de la Federación le descubrió una gestión como una orgía monetaria: fondos públicos fueron manejados por áreas no facultadas,  adjudicaciones opacas, 214 millones de pesos que cayeron a cuentas distintas a las que CONADE notificó como oficiales para recibir dinero. Incluso, la auditoría no había podido comprobar el uso correcto de 114 millones para construir instalaciones deportivas.

Ayer, la Secretaría de la Función Pública inhabilitó diez años al guardameta para cargos públicos porque de 2014 a 2016, como funcionario, mintió en sus declaraciones patrimoniales, herramienta esencial para la detección de enriquecimiento ilícito. Ocultó que en seis cuentas bancarias tenía 18 millones de pesos (más de un millón de dólares al cambio de entonces). 
¿De dónde sacó tanta lana? ¿Por qué no quiso que supiéramos que la tenía? Algo le incomodaba (¿el origen del dinero?). Pero sobre todo mintió porque podía: el poder del PRI sirve para volverte procurador estatal después de inventar un caso con una niña fantasma, para llevar a tu novia a los Juegos Olímpicos con cargo a las arcas públicas y lastimosos resultados, para hacer con el dinero del deporte lo que te plazca, para simular que pacificas a un estado consintiendo a los poderosos y apresando a los hombres justos, y hasta para burlarse de las reglas y en la cancha no cambiar de lado para evitar que te pegue el sol. Es que es tan molesto para las pieles delicadas. ¿O no, Boni? EP

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