Boca de lobo: Viejo y digno Porfirio

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 24/07/19

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 3 minutos

No eres culpable si el mundo te dice que sí, que tienes razón, que eres sensato, inteligente, honesto. “En la vida uno suele ser como es, no es fácil dejar de ser uno -podría explicar Andrés Manuel-. Si todos bajan la cabeza ante mí como súbditos para murmurar ‘sí, señor’, el problema es de ellos que no me importunan, que con tal de darme la razón, por temor o por creer en mi perfección, aceptan desaparecer”.

¿Es problema del presidente que su partido, gran parte de la sociedad, sus funcionarios y hasta sus enemigos le hagan coro con un explícito “concordamos” o vía un cómplice silencio temeroso? Lo dudo.

No parece moverlo la venganza. Cierto, llama “fifís”, “conservadores”, “corruptos” a quienes disienten, pero al final son palabras tantas veces dichas desde que asumió que uno termina oyéndolas como cuando tu amigo en la fiesta cuenta la misma gastada anécdota sobre alguien ahí presente: “Se acuerdan cuando pedísimo El Chila se subió a la mesa y sacudió las nalgas… Jajaja”. Acaba y benévolo ríes, ríen los demás (también El Chila), por conmiseración, por no ofenderlo, porque no tiene mucho más que decir.

El problema es que no en una pachanga de cuates sino en la construcción de un mejor país (algo para lo que no queremos esperar mucho porque nos gustaría gozarlo en vida y no dentro de 150 años, bajo un sepulcro) se necesita la discusión. Nos lo enseñaron en la Prepa con los Diálogos de Platón: a la verdad (o algo cercano a ella) la crea el intercambio de argumentos que va decantando falacias. La verdad nace de una piedra bruta que se vuelve prodigio esculpida con palabras e ideas como cinceles y martillos.

Como nunca (soy un amargo), días atrás un meme me hizo carcajearme. En una foto aparecían Andrés Manuel y los miembros de su gabinete, todos con cara de Andrés Manuel. Ahí estaba el presidente acompañado por Olga Sánchez con su mascada rosa y cara de Andrés Manuel. Ebrard con su fleco rebelde y cara de Andrés Manuel. Jiménez Espriú con sus grandes entradas y cara de Andrés Manuel. Y así varios.

Con unos truquitos de Photoshop lo explicó todo: su gabinete piensa como él, se pliega a lo que él dice, hace comparsa a todo lo que ordene él, el omnipresente que vemos en la tele, oímos en la radio, leemos en la pantalla desde el amanecer al ocaso. Andrés Manuel y sus verdades hasta por vía intravenosa.

Por eso hoy regocija la disidencia (o al menos la notable independencia) que, increíble, surge desde el corazón de Morena, el imperio andresmanuelista. Y ni siquiera tiene rostro lozano, voz joven, figura erguida. Porfirio Muñoz Ledo, sabio de rostro ajado, cuerpo encorvado, voz que se quiebra pues pesan toneladas sus 86 años (cumplidos ayer) se eleva como la figura que muchas veces piensa distinto, lucha contra la tradición priista de la cargada, no acata todo lo que diga el jefe porque lo dice el jefe.

Aunque sus cuerdas vocales emitan sonidos agrietados, aunque su cuerpo avise que la vida poco a poco se despide, el presidente de la Cámara de Diputados piensa y actúa desde la izquierda, pero siempre con autonomía. Y por ejemplo, responde a la caza de migrantes ordenada a México por Trump con un “No se vale pagar aranceles con carne humana”, o es el primero en advertir que la ampliación del gobierno en Baja California “Es gravísima, es una ruptura con la Federación. Es algo insólito, esas cosas ocurrían en el siglo 19, cuando los estados se iban por su lado. Es una ruptura del pacto constitucional”.

Pertenece a Morena y no le importa que Morena lidere la caza de migrantes. No le importa que legisladores de Morena fueran los que atentaran contra la democracia. Y no le importa enfrentarse al presidente.

Vigoroso, brillante, digno, el viejo Porfirio. EP

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