Boca de lobo: Su maldita narrativa

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 06/11/19

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 3 minutos

Por todos lados oigo la palabra “narrativa”. Nunca antes en ningún gobierno, ni en el irresponsable de Fox, ni el criminal de Calderón, ni el inmoral de Peña, había oído tantas veces la palabra “narrativa” a ciudadanos, periodistas e intelectuales que intentan entender –con su autodidacta sabiduría, sus herramientas teóricas- la forma en que este gobierno nos cuenta la historia de lo que está sucediendo en México.

Cierto, a esta administración le preocupa obsesivamente cómo la sociedad interpreta la realidad (por eso hay mañaneras todos los días, para que su historia, la del “vamos bien”, sea La Historia, con mayúsculas), y ¡ojo! si alguien cuenta la historia de otro modo.

Pero en los últimos días oía “narrativa” y sentía fastidio. Como si el término de moda para referir la manera en que el gobierno nos narra el presente tuviera que usarse siempre, apagara las ideas y nos obligara a mirar todo el tiempo este periodo peculiar y contradictorio del país con el mismo lente: “engañosa narrativa”, “preocupante narrativa”, “falsa narrativa”, “populista narrativa”.

Estamos en días en que nos cuesta experimentar graves emociones al escuchar: levantados, descabezados, cadáveres, feminicidios, colgados, matanza, desaparecidos, desollados, violadas, homicidios, cuerpos, mutilados, masacre, asesinados.

El incesante día a día macabro que ensombrece la vida de los mexicanos y extingue la alegría desde 2006, anestesia los sentimientos. No es porque seamos fríos y apáticos, sino exclusivamente por el efecto acumulativo del horror. Se nos mezclan los miles de muertos en la mente, no hay modo de contarlos, de mirarlos a cada uno, y como todo es espanto permanente, como el espanto jamás cede, aturdidos nos cuesta detectar al espanto, conmovernos ante él.

Pero a veces el horror se reinventa y entonces recordamos que somos mujeres, hombres, y que sí nos ocurren cosas dentro, y que nos duele el dolor del otro.

El lunes, otra vez, abrimos los ojos, oímos con absoluta sensibilidad las notas de la tragedia, nos sentimos estremecidos al saber que a un activista de Chihuahua, Julián LeBarón, le asesinaron nueve familiares: tres mujeres y seis menores, dos de ellos bebés. Carajo, niños y bebés muertos, seguramente, a manos del narco, ya un poder paralelo mucho más organizado y musculoso que el que despacha en Palacio Nacional.

Esos inocentes fueron quemados vivos o atacados con balas. Tenían la vida por delante y ya no existen. Pero sí los sobrevivientes. No hay modo de imaginar qué harán Julián y su familia para resistir este calvario. ¿Cómo hace un individuo para sufrir un episodio tan terrible y luego levantarse cada mañana y seguir la vida?

Ya en 2009, cuando su hermano Benjamín fue asesinado, Julián se levantó. Y no sólo eso, destinó su vida a pedir por la paz en México, acabar con la guerra contra el narco, y resolver los miles de asesinatos y desapariciones. De la mano de Javier Sicilia luchó por la justicia. ¿Qué recibió a cambio? Nueve muertos más, gente a la que amaba.

Ayer, cuando México lloraba (con lágrimas o sin ellas) que seamos esta desgracia que extingue la esperanza, Gael García tuiteó: “Si no cambia el gobierno y @lopezobrador_ de narrativa para asumir sus responsabilidades, ¿para qué chingados votamos por ustedes?”. “Otra vez la narrativa”, pensé, y al rato el presidente dijo en su rueda de prensa: “Ya se ha podido detener la escalada de violencia”. Dijo eso no hace tres meses. Lo dijo al día siguiente del exterminio de los LeBarón, de la muerte espeluznante de los niños.

El día que lloramos y suplicamos que esta catástrofe familiar y nacional cause un giro dramático en la lucha contra el crimen, esa es la historia que desde el poder nos cuentan. No les importa gran cosa la realidad. Lo que les importa es su maldita narrativa. EP

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