Ibrain Hernández Rangel conversa con el ministro Stephen Breyer, quien habla sobre su enfoque pragmático en la interpretación legal, la importancia del diálogo entre jueces y su nuevo libro sobre experiencias judiciales.
Stephen Breyer: una conversación sobre propósitos y las consecuencias
Ibrain Hernández Rangel conversa con el ministro Stephen Breyer, quien habla sobre su enfoque pragmático en la interpretación legal, la importancia del diálogo entre jueces y su nuevo libro sobre experiencias judiciales.
Texto de Ibrain Hernández Rangel 03/04/24
Después de retirarse de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos en 2022, el ministro Stephen Breyer regresa al debate público con Reading The Constitution: Why I Chose Pragmatism, not Textualism, un nuevo libro en el que expone su enfoque de interpretación basado en los propósitos y las consecuencias de las leyes a través de diversos casos que revisó durante su periodo como juez y ministro. En conversación con Ibrain Hernández, el ministro Breyer reflexionó sobre los momentos que han marcado su trayectoria profesional, sobre el papel de las personas juzgadores en democracias constitucionales y sobre las razones que lo llevaron a recoger de nuevo la pluma para escribir una nueva obra.
¿Quiénes fueron sus modelos a seguir cuando estudiaba Derecho?, ¿alguno de ellos lo inspiró a convertirse en ministro?
Convertirse en ministro es solo una cuestión de suerte. Uno puede prepararse para ser el abogado más calificado para el puesto, pero la verdad es que dependes de ser nominado por alguien más. Creo que todas y todos los miembros de la Suprema Corte de Justicia lo entienden.
En términos de las personas que tuvieron una influencia en mi vida y que admiro, mencionaría a Arthur Golberg, quien también fue ministro de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. Trabajé para él como secretario en 1964 y considero que era una persona muy entusiasta; nos decía que no nos preocupáramos si perdíamos un caso y nos quedábamos en el lado minoritario, porque en el siguiente caso no seríamos minoría. La frase favorita del ministro Goldberg era de Shakespeare: “the time of life is short; To spend that shortness basely were too long”. En otras palabras, la vida es muy corta y hay que hacer algo productivo.
Otra persona que admiro es Archie Cox, con quien trabajé en la oficina de la fiscalía del caso Watergate. En ese momento yo era muy joven, pero recuerdo que Cox era una persona muy honesta y más allá de elevar su carrera, quería investigar al presidente Nixon y saber qué había pasado en realidad. Es decir, pude aprender sobre la importancia de ser un abogado que actúa con honestidad.
También admiro al senador Ted Kennedy, con quien trabajé en el Comité Judicial del Senado. Él me enseñó que la mejor manera de conseguir algo para mejorar al mundo es a través de la escucha y el diálogo con las personas que no están de acuerdo con uno. Me gusta recomendarles a las y los estudiantes que no se quejen y que mejor se acerquen a las personas con las que no están de acuerdo para escuchar sus perspectivas: eventualmente podrán encontrar un punto en común y a partir de eso pueden dialogar y llegar a acuerdos.
Su respuesta refleja la trayectoria que ha tenido a lo largo de estos años, ¿cuál ha sido su trabajo favorito?
Al inicio de mi carrera, me interesaba el derecho administrativo y la competencia económica, pero mi trabajo favorito fue ser asesor del Comité Judicial con el senador Kennedy: fue muy divertido e interesante al mismo tiempo. El senador me enseñó la importancia de tener un equipo de personas con diferentes perspectivas y orígenes, que trabajen de manera colectiva para ayudar a los demás. Me encanta la labor jurisdiccional, pero creo que el poder legislativo y el poder judicial trabajan bajo diferentes periodos.
En otras ocasiones ha mencionado que llegar a ser ministro de la Suprema Corte de Justicia es como ser fulminado por un rayo dos veces, ¿por qué la metáfora?
Estamos hablando de una nominación por parte de un presidente y una confirmación por parte del Senado. Desafortunadamente, hoy más que nunca, el proceso de nominación se ha convertido en una cuestión política y hay muchos políticos y grupos de interés detrás; aunque eso termina una vez que te conviertes en ministro.
Por mucho tiempo, usted fue el ministro más joven de la Suprema Corte, ¿qué retos implicó?
Recordemos que somos nueve ministros y cada uno representa un solo voto. Nos reuníamos de manera privada y teníamos reglas no escritas; por ejemplo, nadie podía hablar dos veces a menos que todas y todos hubieramos hablado por lo menos una vez. Me parece que eso es justo porque le permitía al juez más joven expresar su opinión y ser escuchado. Otra ventaja era que las reuniones eran privadas y podíamos decir lo que verdaderamente pensábamos. Además, teníamos tiempo de reflexionar y escuchar lo que los demás opinaban. Creo que era más fácil tomar decisiones porque nos escuchábamos entre nosotros e identificábamos los puntos en los que podríamos contribuir de manera colectiva.
Algo que admiro de usted es su habilidad para entablar conversaciones de manera cordial con personas que piensan de manera opuesta. ¿Por qué es importante tener esta perspectiva y qué busca transmitir al tener este tipo de diálogos?
El trabajo de las y los ministros es servir a nuestra nación a través de argumentos; todo opera mejor cuando somos respetuosos con los demás. Todos mantenemos una relación de cordialidad, jamás escuché a alguien gritar con enojo o que alguien se burlara de los demás. Era una relación profesional, amable y que funcionaba así la mayoría del tiempo. Ha habido periodos en la historia de la Suprema Corte en los que los ministros no se llevaban bien y lo expresaban en público, pero creo que eso no es una buena idea porque todo funciona mejor cuando se busca llegar a un acuerdo y se escuchan las ideas de los demás.
Usted ha escrito sobre la legitimidad del poder judicial y ha reflexionado sobre la importancia de tener un sistema que permita nominar y confirmar a jueces. Actualmente, en México, estamos debatiendo la posibilidad de elegir a las personas juzgadoras de manera democrática, ¿qué opina al respecto?
Alexander Hamilton consideraba que debíamos darle a los jueces la última palabra sobre el significado de la Constitución porque, por un lado, el presidente diría que es constitucional todo lo que hace. Por otro lado, los miembros del poder legislativos son expertos en la popularidad. Es decir, si no supieran sobre popularidad, no habrían sido elegidos y por eso decidirían qué es constitucional con base en lo que la mayoría quiere. La cuestión es que la Constitución protege tanto a la persona más popular como a la persona menos popular; es decir, todos somos iguales ante la ley.
Hamilton también decía que los jueces debían tener la última palabra sobre el significado de la Constitución porque no dependen del dinero y no pueden ser sobornados; además, no tienen un ejército que pueda exigir el cumplimiento coactivo de sus sentencias. Regresando a la antigua Roma, cuando un líder no tenía el dinero o el ejército, la única manera en la que podía persuadir a las personas de hacer algo era a través de un buen sistema. Ninguna institución es perfecta, pero hay estados en mi país en los que los jueces locales se eligen de manera democrática y ahí surgen dudas sobre cómo deberían hacer campaña y recibir contribuciones. ¿Qué pasa si deben decidir un caso en el que los implicados son sus simpatizantes? ¿Cómo podemos garantizar la imparcialidad?
Hay otros sistemas en los que las barras de abogados nominan a candidatos y hay muchos otros modelos, pero creo que no es una buena idea tener un sistema en el que se elija a los jueces de manera democrática.
Retomando el tema de la legitimidad, usted ha escrito sobre las razones por las cuales la ciudadanía obedece las sentencias de la Suprema Corte de Justicia, a pesar de que no estén de acuerdo con ellas, ¿por qué los jueces deben estar interesados en esto? ¿No es difícil que conozcan sobre las opiniones de los ciudadanos si están tan alejados de ellos?
En buena medida sí es difícil, pero podemos leer los periódicos, las noticias y estar informados sobre la historia de la Corte. Hace unos años, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Ghana me buscó porque estaba tratando de implementar derechos civiles en su país y me preguntó por qué en Estados Unidos la gente obedece las sentencias de la Corte. Yo le expliqué que se trata de una cuestión de hábito desarrollado a lo largo de muchos años. Por ejemplo, le expliqué sobre un caso de 1830 relacionado con los indios Cherokee de Georgia, en el que el gobierno estatal promulgó una ley que abolía la constitución de los Cherokees y los desplazaba de sus tierras con la finalidad de que los colonos de Georgia pudieran extraer oro de ellas. Esto llegó a la Suprema Corte y esta decidió que, en realidad, las tierras le pertenecían a los Cherokee.
En consecuencia, el presidente Andrew Jackson mandó a las fuerzas armadas, pero no para obedecer la sentencia, sino para correr a los Cherokees de sus tierras. Pronto se dio cuenta de que era una mala idea desobedecer la ley y desafiar la autoridad de la Corte porque otros estados decidieron que no pagarían impuestos. Es decir, obtener la obediencia de las sentencias de la Corte ha tomado mucho tiempo y es una cuestión de tradición.
Otro ejemplo lo podemos encontrar cuando el sur de Estados Unidos estaba segregando razas. Este era un tema muy importante porque muchos estados no querían integrar racialmente a las personas en las escuelas. Eventualmente, los estados comenzaron a prestar atención al activismo de Martin Luther King Jr., Rosa Parks, entre otros, y se dieron cuenta de la injusticia que significaba tener escuelas segregadas. Tomó muchos años modificar las leyes que segregaban, pero eventualmente se logró.
En conclusión, el Estado de Derecho significa que las personas obedecerán las leyes, incluso cuando no estén de acuerdo con ellas. Puede ser que estén bien o estén mal, pero hay un proceso para cambiarlas y mejorarlas. Podemos ver las noticias y darnos cuenta perfectamente de lo que pasa cuando hay un Estado de Derecho. Si queremos convencer a la gente de que debe seguir el Estado de Derecho y las sentencias que dicta la Corte, debemos explicarles cómo funciona el sistema. El trabajo de las y los abogados es explicar a la ciudadanía la importancia de tener un Estado de Derecho y que lo mejor es obedecer la ley, incluso cuando haya sentencias con las que no estén de acuerdo.
Una de sus mayores contribuciones al Derecho ha sido su análisis sobre lo que llamamos pragmatismo, ¿por qué las personas juzgadoras deben tomar en cuenta el objeto y las consecuencias de las leyes que interpretan?
Recordemos que la Suprema Corte de Justicia interpreta leyes en casos muy complicados en los que cortes inferiores tienen diferentes conclusiones sobre la misma pregunta. Si los jueces llegan a diferentes conclusiones, es porque nos encontramos con leyes muy ambiguas. Lo primero que deben hacer los jueces es leer las normas y si estas no son claras, buscar pistas en la ley y en las discusiones de los legisladores al momento de promulgar la ley. Después, deben tomar en cuenta las consecuencias que tendría interpretar de cierta manera en el mundo real.
Es muy importante tomar en cuenta estos aspectos e intentar tener un resultado que fomente los propósitos que tuvieron los legisladores al promulgar las leyes. Al final del día, ellos fueron elegidos democráticamente e intentan hacer lo que es mejor para el país. El trabajo de los jueces es encontrar respuestas cuando las normas son ambiguas.
Recientemente escribió un libro, ¿de qué trata? ¿Por qué escribir otro libro en este momento, cuando ya se encuentra retirado?
Creo que no es suficiente apegarnos al textualismo, es decir, a leer las normas y conocer el significado de las palabras en el momento que se promulgó la Constitución. Yo creo en el pragmatismo, que consiste en analizar los propósitos, las conciencias, la historia y otros aspectos. Quise escribir este libro porque muchos profesores han escrito sobre teoría y uno puede leer mucha teoría, pero algo que ellos no tienen es la experiencia que yo tengo como juez y ministro. Lo que intento hacer en este libro es dar ejemplos sobre leyes, sobre partes de la Constitución y explicar casos en los que diferentes jueces votamos de diferentes maneras y las razones por las cuales votamos así. A partir de eso, los lectores podrán tomar una postura y espero que estén de acuerdo conmigo, pero eso dependerá de su criterio. Quiero dejar muy claro lo que he aprendido a lo largo de 40 años de experiencia tomando decisiones como juez y ministro.
Vivimos en un mundo de muchas posibilidades, en el que los estudiantes de Derecho podemos desempeñar nuestra labor desde diferentes sectores, ¿cuál sería su consejo para los estudiantes que aún no encuentran su vocación?
Después de haber trabajado en el Departamento de Justicia y de haber sido secretario en la Suprema Corte, pensé en dedicarme a la academia y me reuní con Bayless Manning, el Decano de la Facultad de Derecho de Stanford, y me dijo que es importante tomar decisiones sobre el rumbo de nuestra carrera, pero la realidad es que nunca conocemos más del 5% o 10% de lo que necesitamos saber realmente para tomar la mejor decisión. Manning me recomendó no intentar caminar en una cuerda floja y tomar una decisión que me hiciera feliz porque solo así mi vida se iría acomodando adecuadamente, gracias a esa decisión. Algunos días serán terribles y algunos días serán increíbles, pero eso es parte de la vida y lo mejor que podemos hacer es esforzarnos por seguir adelante.
Mi recomendación para los estudiantes de Derecho es que se preparen, que hagan su mayor esfuerzo y que conozcan las virtudes que tiene trabajar en el sector privado y en el sector público. No tienen que trabajar para siempre en un solo sector y cada experiencia les enriquecerá y les preparará para el siguiente paso en su camino. EP
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