La oposición “incel” en el mundo Twitter

Los tiempos políticos han cambiado, sobre todo para quien habita las redes sociales. En ese mundo hay, según César Morales Oyarvide, quien vocifera en vez de discutir. El autor los compara con los incels: son un grupo de rechazados, ahora por sus ideas, que busca a toda costa hacer valer su opinón o, al menos, hacer que sus ideas se conozcan, violentando a otros en el camino.

Texto de 02/06/21

Los tiempos políticos han cambiado, sobre todo para quien habita las redes sociales. En ese mundo hay, según César Morales Oyarvide, quien vocifera en vez de discutir. El autor los compara con los incels: son un grupo de rechazados, ahora por sus ideas, que busca a toda costa hacer valer su opinón o, al menos, hacer que sus ideas se conozcan, violentando a otros en el camino.

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Dedicar energía a insultar a los votantes no parece la mejor estrategia para el triunfo en democracia. Sin embargo, es a lo que ha apostado durante los últimos tiempos un sector de la oposición al gobierno, particularmente ruidoso, que habita en redes sociales. Ante un presidente como AMLO —quien, a pesar de dar continuamente munición a sus adversarios con sus errores e invectivas, mantiene una incombustible popularidad— un perfil de personajes en las redes sociales ha optado por canalizar su frustración hacia los 30 millones de mexicanos que votaron por MORENA en 2018, en vez de considerar que, quizá, el problema de fondo yace dentro de la oposición misma, incapaz de convencer ni plantear alternativas. Propongo bautizar a esta práctica como la política incel.

¿Qué son los incel? Se trata de un colectivo de autollamados “célibes involuntarios”, compuesta sobre todo por hombres jóvenes, que ha cobrado un triste protagonismo en el mundo virtual, sobre todo en Estados Unidos. Ahora bien, que exista quien no encuentre con quien irse a la cama no es nada nuevo. Lo que sí es una novedad de este colectivo es que los incel interpretan su situación como la violación de un derecho. En pocas palabras, los hombres incel creen que coger es su derecho y que el mundo se los niega. Hasta aquí, la historia parece absurda. Y lo es. Pero también puede tomar tintes más preocupantes. Envueltos en su bandera, estos hombres se sienten legitimados para corregir el presunto agravio que sufren, así sea de forma violenta. En la mayoría de los casos, esta violencia se limita al insulto y al acoso por internet. Sin embargo, en 2018 un joven incel mató a 10 personas en Toronto, en un acto premeditado y precedido por mensajes misóginos. 

No resulta extraño que este tipo de individuos tengan una afinidad natural con la ultraderecha. Los incel forman parte de un nutrido grupo de subculturas digitales que han alimentado a esta corriente política durante los últimos años. Junto a algunos gamers, los pick-up artists (“artistas del ligue”) y los fans de filósofos para YouTube, como Jordan Peterson, los incel son la nueva cara del machismo, que ahora también empieza a penetrar grupos teóricamente de izquierda. Sobre todo en internet, a últimos tiempos ha crecido un sexismo según el cual las mujeres son seres corruptos y poderosos que oprimen a los hombres, lo que produce una combinación explosiva de masculinidad tóxica y misoginia. Este tipo de sexismo hostil es el que se manifiesta en los incel. Su peligro radica en que, al ver a las mujeres como amenaza, la violencia contra ellas se presenta no sólo como un acto aceptable, sino incluso de justicia.

Afortunadamente, los incel son un colectivo que no tiene aún arraigo en México. Aunque ciertas ideas populares entre los hombres de mi generación (como la “friendzone” o aquello de los “soldados caídos”) nacen del mismo caldo de cultivo (una masculinidad frágil y tóxica que no tolera el rechazo), lo más parecido que puede encontrarse a estos hombres frustrados en México no está en los foros o las apps para buscar pareja, sino en las redes sociales dedicadas a la discusión política. 

Quien haya visitado Twitter hace poco, probablemente habrá sido testigo de una de las modas más odiosas que han surgido en las redes sociales en los últimos tiempos: el reproche hacia quienes votaron por MORENA en 2018. Durante los últimos dos o tres años, en dicha red social se ha multiplicado cierto perfil de opositor que ha hecho de la vociferación su oficio. Aunque hay distintas versiones del personaje, todos tienen un rasgo en común: su comportamiento es análogo al de los incel. Así como los célibes involuntarios reaccionan ante las mujeres que les niegan su “derecho” al coito, estos incel políticos subliman la frustración que les produce su incapacidad para conectar con el electorado y la convierten en violencia. 

La psicología enseña que una de las consecuencias de vivir en mundo patriarcal es que la manera en que tradicionalmente se nos enseña a ser hombres hace que los sentimientos de pérdida o derrota nos resulten algo especialmente doloroso de entender y procesar. Es por ello que, cuando los hombres nos enfrentamos a estas emociones, solemos optar por una alternativa de menor costo, el enojo. De ahí que, cada cierto tiempo, la red social del pajarito azul se vuelva un escaparate en el que podemos ver a nuestros incel políticos dar rienda suelta a su rabia interactuando con desconocidos, ya sea responsabilizándolos por alguna política del gobierno de AMLO, exigiéndoles que pidan perdón de rodillas por el sentido de su voto o, en la mayoría de los casos, simplemente con insultos.

La violencia de los incel es causada en parte por un sentimiento de incomprensión. En el fondo, los célibes involuntarios consideran que las mujeres se equivocan al elegir compañeros sexuales. En el pensamiento incel, las mujeres sólo desean a hombres que se corresponden con el prototipo de “macho alfa” (adinerado, guapo, con “labia”) y que acaban por lastimarlas. No se dan cuenta de que ellos —hombres incomprendidos, aunque de buen corazón— son los que realmente les convienen. El comportamiento de ciertos opositores en México de hoy es sorprendentemente similar. Para ellos, los votantes no se dan cuenta que apoyar a un político como AMLO va a acabar perjudicándolos. No sólo les romperá el corazón, sino que también destruirá al país. Lo que le conviene a los mexicanos, piensan los incel políticos, es votar por gente como ellos: los defensores de la “democracia” (en realidad, de una versión curiosa de la democracia, en la que un puñado de potentados y sedicentes expertos sabe lo que es bueno para el pueblo, mejor incluso que el pueblo mismo). 

“Afortunadamente, los incel son un colectivo que no tiene aún arraigo en México. Aunque ciertas ideas populares entre los hombres de mi generación (como la “friendzone” o aquello de los “soldados caídos”) nacen del mismo caldo de cultivo (una masculinidad frágil y tóxica que no tolera el rechazo), lo más parecido que puede encontrarse a estos hombres frustrados en México no está en los foros o las apps para buscar pareja, sino en las redes sociales dedicadas a la discusión política.”

El problema es que cuando este tipo de personajes constata que su mensaje no es recibido como esperaban, su reacción no es un examen de conciencia sobre lo que están haciendo mal, sino arremeter contra los votantes. Así como los falsos nice guys sólo requieren de un “no” para sacar al macho que llevan dentro, el rostro violento, intolerante y clasista de estos supuestos liberales surge también al toparse con el rechazo. 

La práctica de insultar a los votantes es imposible de entender si suponemos que estos personajes buscan que la opción política que apoyan gane elecciones. Me inclino a pensar que esto ya no se cuenta entre sus objetivos. Mi intuición es que los incels de oposición saben que su comportamiento es políticamente contraproducente, pero han dado por perdida toda posibilidad de triunfo en un marco democrático (es decir, en el que quien decide el resultado de una elección es la ciudadanía en su conjunto y no sólo los fans de Ayn Rand o Winston Churchill). Habiendo aceptado su irrelevancia política, lo único que les queda es convertir su lucha en una contienda moral. Dicho de otra manera, este tipo específico de opositor ya no se plantea ganar, sino simplemente dejarle claro a todo el mundo (sobre todo si son desconocidos en Twitter) que están “del lado correcto de la historia”. El problema es que, al hacerlo, nuestros incel políticos caen en una abierta contradicción, pues reproducen lo que tanto critican: las prácticas de ese ente fantasmagórico llamado “progresía”, obcecado en mantener una supuesta superioridad moral así sea a costa de perder toda conexión con la gente. Resulta irónico que este tipo de personajes, que desde hace tiempo trata con empeño de importar a México las batallas culturales de la derecha alternativa estadounidense, acabe reproduciendo los vicios que achacan a sus adversarios.

Desde el punto de vista del género, los incel son uno de los últimos estertores de un patriarcado cada vez más cuestionado. Una masculinidad frágil, aunque no por ello menos tóxica. Desde el punto de vista político, el ruido de la oposición incel es también síntoma de una agonía: la de una clase de hombres que no sólo no se adapta una realidad en la que las mujeres exigen igualdad, sino que tampoco está dispuesta a entender un mundo en el que democracia signifique que la gente sea la que dicta quién y cómo se gobierna.
Mientras que la Arcadia que el incel imagina es un lugar en el que baste con pagar la cena o abrir la puerta del coche para tener sexo, sus equivalentes en la oposición evocan un país en el que las decisiones públicas sean sólo monopolio de un puñado de personas. Ante el rechazo de quienes no los ven como opción de pareja ni de gobierno, su respuesta es el reproche y el insulto. Alejados cada vez más de sus objetos del deseo, acaban recluidos en la soledad del espacio virtual. Con su rabia como única compañera, seguramente hoy siguen preguntándose cómo es posible que la gente vote a AMLO. EP

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