
En este texto, Ricardo de la Peña escribe sobre el desarrollo de la pluralidad en las legislaturas nacionales en el mundo a partir del siglo XVIII, y sobre los problemas que han enfrentado en su definición y abordaje.
En este texto, Ricardo de la Peña escribe sobre el desarrollo de la pluralidad en las legislaturas nacionales en el mundo a partir del siglo XVIII, y sobre los problemas que han enfrentado en su definición y abordaje.
Texto de Ricardo de la Peña 08/10/25

En este texto, Ricardo de la Peña escribe sobre el desarrollo de la pluralidad en las legislaturas nacionales en el mundo a partir del siglo XVIII, y sobre los problemas que han enfrentado en su definición y abordaje.
Adam Przeworski, filósofo de origen polaco y nacionalidad estadounidense, es un profesor de ciencia política y uno de los principales teóricos y analistas de temas relacionados con la democracia y la economía política. Es autor de numerosos libros y artículos sobre las transiciones a la democracia en América Latina y Europa del Este, trabajo que ha desarrollado en compañía de Guillermo O’Donnell y Phillippe Schmitter.
Según Przeworski, “la democracia es simplemente un sistema en el cual los gobernantes son seleccionados mediante elecciones competitivas”. Por ello, para este autor la esencia de la democracia radica en la competencia electoral efectiva, enfatizando las reglas institucionales sobre las condiciones socioeconómicas o culturales. Así, Przeworski articula una metáfora poderosa: las elecciones son paper stones1 porque, aunque no resolverán todos los conflictos, son mecanismos esenciales para canalizar el enfrentamiento político; permiten alternancia pacífica del poder y regulan el conflicto sin violencia.
En 2013, Przeworski, junto con diversos colegas, hizo una primera entrega de su base de datos comparativa global Politic Institutions & Political Events (PIPE),2 que reúne información detallada sobre instituciones políticas y sucesos políticos relevantes en todos los países que han existido o se han independizado desde 1789 hasta el año 2008: abarca unidades políticas actuales e históricas, a pesar de cambios territoriales o políticos, y contiene más de 18 mil registros con un centenar de campos.
Esta base de datos permite observar, al final de cada año, el estado de diversas variables, con datos recolectados por investigadores como Tamar Asadurian, Anjali Thomas Bohlken, Carolina Curvale, Sunny Kuniyathu,3 entre otros, y con múltiples revisiones comparativas con otras fuentes, antes de codificarse formalmente.
Aunque este conjunto de datos es muy útil para estudios histórico-comparativos, investigaciones sobre democratización, efectos de las instituciones políticas a lo largo del tiempo y eventos como elecciones y cambios de régimen, enfrenta diversas limitaciones, como las derivadas de los problemas de uniformidad en las definiciones, falta de actualidad y una deficiente curaduría de los datos.
Con respecto al problema de las definiciones, este conjunto de datos pretende abarcar todos los países que se independizaron o se independizarían en cualquier momento después de 1917, desde la creación de las primeras instituciones representativas o desde la fecha de independencia —lo que ocurra primero— hasta 2008. Es por eso que enfrenta la necesidad de adoptar decisiones sobre la historia de las diversas unidades nacionales (“supraunidades” en el lenguaje de esta base), por cambios en su condición de independencia o separaciones, unificaciones, entre otros eventos.
Dentro del vasto conjunto de variables observadas en este ejercicio, una resulta de particular interés para seguir con nuestra serie de análisis. Nos referimos a la variable relacionada con el “número de partidos en la legislatura”, en la que por “partido” se entiende cualquier agrupación reconocible y con nombre, independientemente de si se presentó a las elecciones y cómo lo hizo.
Esta variable se codifica con independencia de si la legislatura fue elegida o designada. Y se asume que, durante un período histórico más lejano, los candidatos solían competir en las elecciones de forma individual, sin ningún tipo de organización partidaria centralizada ni programas compartidos. Sin embargo, dentro de las legislaturas, a menudo se unían en grupos, corrientes, facciones, por lo que se adoptó la regla general de considerar como partido a cualquier grupo que llevara una etiqueta que sobreviviera a dos legislaturas consecutivas.
Ahora bien, la decisión de incluir como unidad a cualquier país que se independizara a partir de 1917, aunque no constituyera en algún momento preciso una soberanía, lleva a que estos datos sean inconsistentes con los presentados en otras bases de datos de uso más generalizado, como es el caso de Varieties of Democracy (V-Dem), que considera como unidades a las “soberanías”, es decir, los Estados u organizaciones políticas que ejercen la dominación obligatoria sobre un territorio determinado de forma continua, considerando el contexto internacional como autonomía respecto a otros actores del sistema y la relación de autoridad del Estado con la población y el territorio que reclama gobernar.4
Por lo anterior, en diversos gráficos los datos no corresponden con las salidas de la base de datos original de PIPE de 2013, sino con los datos incluidos en la base de datos más reciente de V-Dem.5
Aunque no siempre ni invariablemente una legislatura es producto de una elección, esto suele ser lo más frecuente: como se ve en el Gráfico 1, en las 22 décadas bajo análisis se celebraron y registraron 3713 elecciones en el mundo, habiendo un incremento mayor en las unidades políticas existentes que en las elecciones que se celebran, por lo que la frecuencia de los eventos electores por país ha tendido a descender a partir de la Segunda Guerra Mundial, situándose en poco más de una elección cada cinco años por unidad política.

Esto encubre un hecho muy relevante: como se muestra en el Gráfico 2, a partir precisamente de la Segunda Guerra Mundial se da un aumento sostenido en el número de unidades políticas, soberanías y legislaturas establecidas en el mundo, que luego de la referida conflagración supera las 100 y a partir de 1989 rebasa las 150 unidades, soberanías y legislaturas distintas en el mundo.


Y, como se observa en el Gráfico 3, el aumento de soberanías en el mundo ha ido acompañado de un incremento de las legislaturas plurales —en las que participa más de un partido—, con una reducción en la proporción de pluralidades en la década de los setenta del siglo XX, lo cual acompañó un aumento de las asambleas unipartidarias y las soberanías que incluso carecieron de legislatura.

Ahora bien, estas fluctuaciones permiten establecer grandes ciclos de operación de legislaturas y de funcionamiento de asambleas plurales, como se muestra en el Gráfico 4. Un primer ciclo, luego de dejar la realidad de escasas asambleas en el cierre del siglo XVIII, vería un descenso en la proporción de soberanías que contaban con legislatura y que ésta era plural, etapa que corre de 1809 a 1838. Un segundo ciclo, de ascenso en la construcción y operación de legislaturas y adquisición de una condición plural en las mismas, corre de 1839 hasta 1908, siete décadas de fortalecimiento de lo que se considera propiamente democrático. Esta realidad tiene un declive paulatino, pero sostenido, que conformaría un tercer ciclo que llega hasta 1988. Y como se espera, a partir de la caída del Muro de Berlín hay un nuevo ciclo en que la presencia de asambleas nacionales y la posibilidad de que operen en pluralidad han ido en un aumento claro.
Los cambios detectados, con las dos fases descendentes en la presencia de asambleas plurales, hacia principios del siglo XIX y en la segunda mitad del siglo XX hasta antes del derrumbe del comunismo soviético —que se observan claramente en el Gráfico 5—, no corresponden a un mismo fenómeno: al inicio del siglo XIX lo que vemos es la no existencia de legislaturas nacionales, mientras que en la segunda mitad del siglo XX el fenómeno es la ausencia de pluralidad en legislaturas formalmente establecidas.

Dos fórmulas distintas de enfrentar lo mismo: la búsqueda de darle la vuelta a ese principio de las sociedades democráticas: la existencia de asambleas legislativas con presencia de una diversidad de partidos que pueden establecer un diálogo racional en un espacio común y abierto para la toma de decisiones y la formación de consensos. EP