Amor y pérdida: El viaje de Jim Obergefell hacia el matrimonio igualitario

El Magistrado Juan Jaime González e Ibrain Hernández conversaron con Jim Obergefell, el activista y demandante del emblemático caso Obergefell v. Hodges.

Texto de & 28/06/24

El Magistrado Juan Jaime González e Ibrain Hernández conversaron con Jim Obergefell, el activista y demandante del emblemático caso Obergefell v. Hodges.

Tiempo de lectura: 9 minutos

Esta entrevista está dedicada a Jesús Ociel Baena, cuyo trabajo y legado nos inspira a seguir alzando la voz  para denunciar injusticias y luchar por un México más inclusivo y justo para las personas LGBTQ+.

En lo alto del edificio de la Corte Suprema de Estados Unidos se puede leer la leyenda “Justicia igualitaria ante la ley”. Por años, las personas LGBTQ+ de todo el mundo han luchado por el reconocimiento de sus derechos y por ese trato igualitario ante sus gobiernos y entre los miembros de sus comunidades. No se trata de una demanda que busque ignorar las diferencias, sino de reconocer que todas, todos y todes merecemos un trato justo y digno, a pesar de ellas. En este sentido, el matrimonio es una de las instituciones más importantes que nuestras sociedades han configurado para reconocer la unión entre dos personas. No obstante, esto significa mucho más que una unión: el matrimonio conlleva una serie de derechos y beneficios para las personas que deciden construir una vida en conjunto.

El 26 de junio de 2015, la Corte Suprema de Estados Unidos publicó la sentencia del caso Obergefell v. Hodges. En ella, la Corte reconoció que la Decimocuarta Enmienda constitucional garantiza el derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio. A nueve años de este suceso, el Magistrado Juan Jaime González e Ibrain Hernández conversaron con Jim Obergefell, el activista y demandante del emblemático caso, quien tuvo que llegar hasta el máximo tribunal de su país para que el acta de defunción de su esposo John reconociera su matrimonio. Se trata de una historia de amor y pérdida que transformó positivamente la ley de un país y, consecuentemente, las vidas de millones de personas.

Ibrain Hernández Rangel (IHR): Algo que he aprendido de Juan Jaime es la importancia de que las y los jueces conozcan las historias de las personas antes de emitir una sentencia. En este sentido, tu historia con John llegó a la Corte Suprema y permitió un cambio trascendental en la ley en Estados Unidos ¿Cómo empezó todo?

Conocí a John por primera vez cuando aún no salía del clóset y era profesor de alemán en una escuela secundaria. Mi amigo Kevin y yo fuimos a un bar cerca de la universidad a la que ambos asistíamos, y él me presentó a John. Él era abiertamente gay y seguro de sí mismo, lo cual me aterrorizaba porque aún no estaba cómodo con quien era.

Dos meses después, nos volvimos a ver. Había dejado de enseñar, estudiaba el posgrado y finalmente había salido del clóset. Kevin y yo volvimos al mismo bar, y John estaba allí de nuevo. Durante nuestra conversación, John dijo: “Jim, nunca saldrías con alguien como yo”. Reuniendo algo de valor, respondí: “¿Cómo lo sabes? No has preguntado”. Claramente, no captó la indirecta.

Durante el invierno, nos volvimos a encontrar. Kevin me invitó a la casa de John para una fiesta de navidad. Fui a la fiesta y nunca me fui. Seis meses después de haber salido del clóset, me enamoré de John y comenzamos a construir nuestra vida juntos en Cincinnati a principios de los noventa. En ese momento, el gobierno de Cincinnati no apoyaba a las personas LGBTQ+, no tenía protecciones contra la discriminación e incluso enmendó la Constitución de la ciudad para evitar futuras protecciones a nuestros derechos. A pesar del entorno conservador, John y yo nunca ocultamos nuestra relación, aunque  debo aceptar que no éramos activistas.

En 2004, Cincinnati derogó la enmienda constitucional, pero el estado de Ohio aprobó la Ley de Defensa del Matrimonio. John y yo habíamos hablado sobre el matrimonio desde el principio, pero acordamos que queríamos que fuera legalmente reconocido. Asumimos que nunca sucedería, pero aun así construimos una vida juntos, integrándonos en las familias del otro y compartiendo nuestras vidas.

En 2012, a John le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, lo cual impactó significativamente nuestra relación. Me convertí en su cuidador principal, especialmente cuando comenzó el cuidado de hospicio en casa en abril de 2013. A pesar de su condición, John se mantuvo positivo, aunque estaba preocupado por mi bienestar después de su fallecimiento. Afortunadamente, nuestras familias y amigos nos brindaron un apoyo tremendo.

Durante 21 años, trabajamos en tres compañías diferentes y todos sabían que éramos pareja. Tuvimos la suerte de no enfrentar discriminación directa y así es como John y yo nos conocimos, construimos una vida juntos y navegamos los desafíos de vivir en Cincinnati como una pareja abiertamente gay.

Juan Jaime González Varas (JJGV): ¿Qué significa el matrimonio para ti en términos personales, sociales y políticos?

El matrimonio para mí siempre fue un sueño que tuve desde la infancia. Crecí siendo el más joven de seis en una familia católica y siempre asumí que me casaría y tendría hijos como mis hermanos. Sin embargo, cuando salí del clóset como un hombre gay, la sociedad me hizo sentir que el matrimonio y los hijos ya no eran opciones para mí. Cuando conocí y me enamoré de John, naturalmente pensé en el matrimonio porque este simboliza la culminación del amor y la vida construida juntos, ofreciendo protecciones, dignidad y respeto por parte del gobierno.

John y yo queríamos que nuestro matrimonio fuera legalmente reconocido, especialmente por nuestro estado de origen, Ohio, no solo por el gobierno federal. Nuestra motivación para presentar una demanda surgió de nuestro deseo de ser vistos, reconocidos y respetados como una pareja casada. No se trataba solo de los beneficios legales, sino del reconocimiento de nuestra existencia y la legitimidad de nuestra relación. Queríamos que John muriera como un hombre legalmente casado, con su certificado de defunción reflejando esa verdad. El matrimonio era una expectativa que la sociedad nos quitó, pero luchamos para recuperarla, asegurándonos de que nuestra relación importara y fuera respetada.

IHR: ¿Cómo conociste a Al Gerhardstein y al equipo que te ayudó a llegar a la Corte Suprema? ¿Cuál fue tu experiencia al tratar de comprender la ley como una persona que no tiene una formación jurídica?

Crecí aprendiendo sobre la Corte Suprema como parte de nuestro gobierno, pero realmente no dimensionaba cómo afectaría su trabajo en mi vida cotidiana. Mi verdadero encuentro con el sistema jurídico estadounidense comenzó puramente por casualidad. Después de que John y yo nos casamos, un amigo escribió una historia en el periódico sobre nosotros, lo que llamó la atención de Al Gerhardstein, un abogado de derechos civiles. Nuestros amigos en común, Barb y Mike, nos presentaron a Al y él nos explicó cómo Ohio no reconocería nuestro matrimonio en el certificado de defunción de John. Esto hizo que la injusticia abstracta fuera real y dolorosa.

La amabilidad y experiencia de Al nos hicieron sentir seguros para seguir adelante con una demanda. Solo unos días después de conocerlo, presentamos el caso en un tribunal federal. Debido a la salud de John, el caso se aceleró y ganamos. El estado apeló, lo que nos llevó al Tribunal de Apelaciones del Sexto Circuito y, finalmente,  a la Corte Suprema.

Este viaje fue revelador, pues me enseñó el papel crucial de la abogacía de derechos civiles que luchan por la justicia igualitaria. Aprendí que, aunque el sistema legal es complejo, la dedicación de abogados como Al asegura que los derechos de todos sean protegidos.

JJGV: Escuché que dijiste en otra entrevista que vivir abiertamente como una pareja gay era un acto político, especialmente cuando defendiste tus derechos en la Corte. Esto resuena conmigo porque, aunque no me considero un activista tradicional, soy abiertamente gay y trato de influir en mi comunidad a mi manera. ¿Qué piensas sobre esta forma de activismo?

John y yo nunca nos consideramos activistas en el sentido tradicional, pero ser abiertos sobre nuestra relación en Cincinnati fue, sin duda, un acto político. No ocultamos quiénes éramos; nuestros vecinos y colegas sabían que éramos una pareja gay. Esa apertura, a pesar de las posibles consecuencias, representaba una postura en nuestra comunidad. Demandar al estado de Ohio y llevar nuestro caso a la Corte Suprema fue una extensión de eso. Nuestra existencia como una pareja gay visible fue una declaración política. Al vivir de manera abierta y honesta, cambiamos corazones y mentes, lo que finalmente conduce a cambios políticos y legales. Nuestra historia de amor y pérdida resonó con muchas personas, generando un impacto mayor. Así que, aunque no nos propusimos ser activistas, nuestras vidas se convirtieron en una declaración política simplemente siendo fieles a nosotros mismos.

IHR: Me gustaría preguntar sobre tu experiencia en la Corte Suprema. ¿Cómo fue estar allí, escuchando argumentos sobre tu propio matrimonio? Debió haber sido increíblemente desafiante, especialmente tan pronto después de perder a John. ¿Cómo manejaste la lucha y cómo fue esperar su decisión?

Cuando el estado de Ohio apeló y nuestro caso se unió a otros de Kentucky, Tennessee y Michigan en el Tribunal de Apelaciones del Sexto Circuito, perder allí fue un momento difícil para mí. Fue aproximadamente un año después de que John había muerto y todavía estaba intentando configurar mi vida sin él. Perder me dolió y me enojó, pero cuando nuestro abogado Al Gerhardstein me preguntó si quería seguir luchando, mi respuesta inmediata fue sí, sentía que se lo debía a John.

Sabía muy poco sobre los procesos de la Corte Suprema más allá de su impacto significativo en la sociedad y cuando anunciaron que escucharían nuestro caso, estaba emocionado y asustado. Nuestro caso, Obergefell v. Hodges, llevaría mi nombre, lo cual era abrumador. Asistí a las audiencias orales en abril de 2015, llevando conmigo a la tía Paulette de John, ya que ella había oficiado nuestra boda.

Escuchar a las abogadas y abogados argumentar sobre nuestro matrimonio y los derechos de las parejas del mismo sexo fue surrealista. Los argumentos de los estados a menudo eran desconcertantes, como afirmar que reconocer los matrimonios del mismo sexo llevaría a que menos parejas heterosexuales se casaran y tuvieran hijos. Recuerdo con mucha emoción que el Ministro Antonin Scalia cuestionó que nuestro caso configuraría el significado del matrimonio y la Ministra Ruth Bader Ginsburg contrarrestó ese argumento al señalar que el matrimonio ya había sido redefinido, ya que las mujeres ya no se consideraban propiedad de los hombres.

Escuchar estos argumentos me hizo sentir enojado e incrédulo, pero también fue alentador escuchar a nuestros abogados defender apasionadamente nuestros derechos. Un momento memorable fue cuando Douglas Hallward-Driemeier volvió a enfocarse en nuestra historia, enfatizando la importancia de reconocer el matrimonio de una viuda.

Al estar sentado en esa imponente sala, traté de no sobreanalizar las reacciones o preguntas de las ministras y ministros. A pesar de la incertidumbre, me sentía confiado en que ganaríamos. Las palabras “Justicia igualitaria ante la ley” grabadas en el frontón del edificio resonaron profundamente en mí. Nunca me permití pensar que perderíamos, creyendo que nuestro caso era el epítome de buscar justicia igualitaria.

JJGV: Al final, ganaron el caso y obviamente estaban muy felices. Después de la victoria, ¿leíste las opiniones disidentes de alguno de los ministros de la Corte Suprema?

El 26 de junio de 2015, cuando se publicó la decisión, el ministro Anthony Kennedy leyó la opinión mayoritaria. Fue un momento importante y la gente lloraba en la sala del tribunal. Extrañaba a John y deseaba que él pudiera haberlo experimentado. Después de que el ministro Kennedy terminó, el Ministro Presidente John Roberts y el Ministro Scalia leyeron sus disidencias, pero las ignoré. Desde mi perspectiva, solo estaban molestos por perder y por mantenernos como ciudadanos de segunda clase. Estaba enfocado en celebrar nuestra victoria y nunca he leído las disidencias desde entonces. No quiero darles nada de mi tiempo porque ganamos y ellos estaban equivocados.

JJGV: ¿Qué has hecho desde Obergefell v. Hodges?

Me mantengo activo con organizaciones y sigo alzando la voz. Votar en cada elección es crucial porque la Corte Suprema actual no refleja los valores de nuestra nación. No me rendiré debido a personas como una joven que conocí en la Universidad de Tennessee, pues ella me dijo que Obergefell v. Hodges le dio esperanza y le salvó la vida. Son historias como la suya las que me mantienen luchando. El juez Thomas y los jueces conservadores pueden decir lo que quieran, pero no me detendrán. Tengo que seguir luchando porque es lo correcto.

Mi vida ha cambiado completamente desde la decisión de la Corte Suprema. He seguido luchando por los derechos civiles, no solo para la comunidad LGBTQ+, sino para todos los grupos marginados. He estado activo con varias organizaciones, incluyendo Family Equality, donde ahora soy miembro de la junta. También hablo en universidades y empresas, compartiendo mi historia para inspirar a otros a convertirse en activistas.

También fundé Equality Vines, una etiqueta de vino donde cada vino apoya a organizaciones que luchan por la igualdad, incluyendo los derechos LGBTQ+, los derechos de las mujeres y los derechos de las personas inmigrantes. También escribí un libro, Love Wins, con mi coautora Debbie Sensiper, detallando mi historia y el viaje hacia el matrimonio igualitario en Obergefell v. Hodges. Además, estoy produciendo una serie documental de ocho episodios llamada Just Married, que destaca la lucha por el matrimonio igualitario, a través de demandas y figuras públicas.

Además, me postulé para ser legislador local en Ohio, inspirado por Brian Sims, un servidor público abiertamente gay. Aunque no gané debido a la manipulación de distritos, fue una experiencia valiosa. Estoy convencido de que postularse para un cargo es importante para aquellos que creen en la igualdad y los derechos civiles. Al final, estoy orgulloso de mi campaña y disfruté mucho interactuar con mi comunidad.

IHR: Me gustaría volver a tu experiencia de postularte para un cargo público y convertirte en una figura pública. Esto me recuerda a Ociel Baena, le primer magistrade no binarie en México y América Latina. Ociel fue muy active en las redes sociales y abrazó abiertamente su identidad, inspirando a muchos. Desafortunadamente, la vida de Ociel fue trágicamente interrumpida. ¿Cómo lidias con el odio y la incomprensión, y cómo ha afectado esto en tu experiencia?

Primero, mis más sinceras condolencias por la pérdida de su amige Ociel. Es lamentable que este tipo de cosas sucedan, sobre todo a una persona que le daba tanta esperanza y visibilidad a personas que tal vez no se sentían bienvenidas a ser como son en realidad en sus comunidades. Es una pérdida terrible y un evento tan trágico resalta el odio generalizado que existe.

Afortunadamente, no he enfrentado odio o discriminación directa, ni siquiera durante mi caso en la Corte Suprema. Ha habido amenazas, como un mensaje en Facebook, pero en general, mi experiencia ha sido positiva. Creo que lo mejor es concentrarse en el amor y el apoyo que he recibido, como personas agradeciendo y compartiendo cómo mi caso los ha inspirado.

Me mantengo alerta, especialmente en eventos públicos, pero me niego a dejar que el miedo me controle. Me enfoco en los impactos positivos, como oficiar bodas y escuchar a jóvenes que han encontrado esperanza a través de nuestro caso. Recordar el optimismo de John y el apoyo de nuestra comunidad me mantiene en marcha. Sigo luchando por la igualdad porque es lo correcto y no dejaré que el odio cambie quién soy o lo que defiendo. EP

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