
En esta columna, Aníbal Santiago reflexiona sobre el estado actual del PRI bajo la reelección y dirigencia de “Alito” Moreno como presidente, y las posibilidades de su eventual fracaso.
En esta columna, Aníbal Santiago reflexiona sobre el estado actual del PRI bajo la reelección y dirigencia de “Alito” Moreno como presidente, y las posibilidades de su eventual fracaso.
Texto de Aníbal Santiago 15/07/24
En esta columna, Aníbal Santiago reflexiona sobre el estado actual del PRI bajo la reelección y dirigencia de “Alito” Moreno como presidente, y las posibilidades de su eventual fracaso.
Salías de tu casa, pisabas la vía pública, caminabas en una gran avenida o en un sendero empedrado entre hierbajos y al alzar la mirada un paisaje se repetía: Vota PRI. Podías ser un oficinista del Distrito Federal —hace 40 años ya de casi 9 millones de habitantes— o una campesina de Atlatlahucan —con apenas caseríos al borde de una milpa— y en bardas, tiendas, fachadas de casas, donde se te ocurra, leías lo mismo: Vota PRI. El espacio público mexicano así te lo indicaba.
“[…] en bardas, tiendas, fachadas de casas, donde se te ocurra, leías lo mismo: Vota PRI.”
La palabra ‘Vota’ estaba escrita en negro, sin ningún adorno, y a la palabra ‘PRI’ la encerraba el logo tricolor cruzado por una equis, la que marcarías cuando fueras a la casilla lo mismo para elegir al presidente municipal que al presidente de la república.
Aquel PRI de estruendoso poder ni siquiera requería romperse la cabeza para prometer grandes obras públicas, ni ingeniárselas para crear un lema de campaña chispeante que te persuadiera de que eran la mejor opción. ¿Para qué? Si quería tu voto solo le bastaba decirte “Vota PRI”. Y ya. Tú ibas a votar por el PRI.
Aquel Vota PRI, tan escueto, con apenas siete letras que al parecer decían tan poco, en realidad te entregaba todo un manual del ciudadano mexicano. Porque con el Vota PRI sabías todo lo siguiente:
¿Por qué México hacía caso, y hasta antes de 1988 votaba siempre al PRI? En primer lugar, porque sí, porque era lo correcto, por patriotismo, tradición familiar y nacional, aunque en la boleta existieran un par de partidos independientes como el PAN y PSUM, y otros chiqui partidos criados el PRI, como el PARM. No se fuera a pensar que no había democracia.
“¿Por qué México hacía caso, y hasta antes de 1988 votaba siempre al PRI?”
Pero por un momento olvidémonos de cómo el PRI nos veía y qué nos ordenaba, para repasar el número de sus presidentes en los años 70 y 80, cuando ni el político más clarividente hubiera imaginado este desplome sin fin. En esas dos décadas hubo 11 presidentes del partido. Y de los años 90 a la actualidad, 23 presidentes más. O sea, 34 presidentes en el último medio siglo que entendieron la alternativa permanente en el poder máximo como sustancia vital en la fórmula que por décadas les otorgó hacia afuera el poder despótico. En lo interno, el PRI se movía, renovaba, entendía la destitución o la renuncia como base de su salud. ¿Había cambio de dirigencia? Qué paz, sus entrañas funcionaban. Y solo necesitaban decirle a México: Vota PRI. Alito Moreno, el amenazante presidente del PRI que está a punto de firmar su eternidad como un monarca clásico, no lo ha entendido, o no le importa: el PRI lo tiene sin cuidado. EP