Boca de lobo: Lucha estelar: “Chingaqueditos” y Papa Francisco vs Noroña y El Demonio

Aníbal Santiago escribe sobre cómo el crimen organizado se ha enquistado en la sociedad mexicana y sobre el peligro de que puedan ser elegidos jueces presuntamente vinculados a grupos delincuenciales.

Texto de 28/04/25

crimen

Aníbal Santiago escribe sobre cómo el crimen organizado se ha enquistado en la sociedad mexicana y sobre el peligro de que puedan ser elegidos jueces presuntamente vinculados a grupos delincuenciales.

El Papa Francisco miró a Ecatepec, a las miles de mujeres y hombres anhelantes de sanar con la palabra del recién estrenado sumo pontífice que visitaba México, y les dijo: “Hemos optado por Jesús y no por el demonio”. Aunque de rostro difuso, al demonio todos lo conocían por sus obras. En aquel 2016 el demonio era el culpable de que ese municipio fuera número uno entre los que contribuían a las 1500 desapariciones de mujeres del Estado de México desde 2007 y que encabezara los feminicidios de la entidad. El demonio era la delincuencia organizada.

Pese a la voluntad del recién fallecido sacerdote Jorge Mario Bergoglio, desde ese momento, hace casi una década, el demonio se apropió de comercios, carreteras, instituciones, escuelas, políticos, espacios públicos, familias, transportes, sistemas financieros, redes sociales. Con la capacidad invasiva de la cucaracha pero mucho más nociva, el demonio se fue apropiando de México, de sus habitantes.

Las 9 palabras que pronunció Francisco pretendían ser un decreto, pero en realidad eran un deseo (inocente): que el país descubriera la manera de alejarse de la delincuencia organizada y la combatiera. Y a la delincuencia organizada se la distancia y enfrenta desde la prosperidad económica de las mayorías, pero aún más desde la inteligencia, la represión armada quirúrgica y, sobre todo, la justicia. Y por justicia no nos referimos a una entelequia, a un ente abstracto que aterriza y se impone por obra divina, sino a la justicia que imparten los jueces.

Es decir, los delincuentes arrestados son examinados por jueces que determinan sus culpas y castigos. ¿Qué jueces? Los adscritos a tribunales de circuito, donde —en gran medida— se define la suerte del demonio referido por el Papa Francisco.

Confundido, cooptado, ignorante, amenazado, el sistema político no ha tenido la menor idea de cómo enfrentar con éxito al demonio. Su larga cola, sus cuernos, su tridente, sus patas de cabra y su maldad enquistada han constituido una indescifrable amenaza que nos va destruyendo. Y un día, un expresidente de ciclópea popularidad, furioso porque los jueces se oponían a varias de sus iniciativas, determinó que los jueces no surgieran de una rigurosa carrera judicial, sino que cualquier abogado que aspirara a juez se sometiera a una tómbola, y si era el afortunado ganador de esa lotería, hiciera campaña y fuese elegido en votación por la sociedad mexicana. Y como cualquier ocurrencia de ese político se hacía realidad, se hizo.

La semana pasada supimos que entre los candidatos a jueces hay personas vinculadas al crimen organizado. Eliminar los candados ya es una desgracia incluso antes de que se realice la elección.

El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, uno de los hombres más poderosos de México, llamó “chingaqueditos” a quienes critican que entre los candidatos se encuentre el demonio. Cuando nos enfrentemos a la boleta, si sabemos que uno de los candidatos es el demonio no lo votaremos, desde luego. El problema es que los ciudadanos comunes, en la mayoría de los casos, no sabremos si estamos votando al demonio. Y si el demonio es elegido como juez, preparémonos para este escenario, imaginario pero no tanto:

  1. Impunidad galopante: los delincuentes serán exonerados.
  2. Apropiación política: el crimen controlará las decisiones del Estado.
  3. Condena a inocentes: para salvar a culpables reales, se inventarán cargos a personas sin actuar delictivo.
  4. Aumento del crimen: amparada por los jueces, la delincuencia fortalecerá su actividad.

Y no queremos ni pensar qué les sucederá a los jueces honorables, desligados de la actividad delictiva. “¿No eres de los nuestros? Quedarás aislado, la delincuencia organizada te señalará, tu actuar será obstaculizado. Y —como siempre— aguas tú y tu familia”.

Qué chingaqueditos somos, ni que todo eso fuera tan grave. ¿O no, Papa Francisco? EP

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