Boca de lobo: El lado luminoso de la Luna

En esta columna, Aníbal Santiago se pregunta, con fastidio y desencanto, cuál ha sido el impacto del actual Gobierno ante los trágicos eventos que marcan el día a día de nuestro país.

Texto de 21/12/23

Lado luminoso de la luna

En esta columna, Aníbal Santiago se pregunta, con fastidio y desencanto, cuál ha sido el impacto del actual Gobierno ante los trágicos eventos que marcan el día a día de nuestro país.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Dentro de salones repletos, insuficientes, embutidos por decenas para tomar clase donde fuera, hasta en los vanos de las ventanas (nos habríamos instalado en el techo, como murciélagos, si nuestros pies hubieran tenido las aptitudes para sostenernos verticalmente), los alumnos hacíamos todas las acrobacias necesarias para escuchar a un profesor sabio: Bernardino. En su clase, Teoría Social, discutir a Weber, Comte o Durkheim en lo absoluto significaba repetir las máximas de unos señores de otros tiempos dedicados a pensar otros tiempos.

Las ideas de todos ellos, las que analizábamos y polemizábamos con fervor, a gritos y hasta sudando emocionados, debían servirnos para algo mejor que, exclusivamente, mirar al pasado, revisar épocas remotas ajenas a nosotros y territorios tan distantes como lo está Júpiter. El profe Bernardino insistía en que las ideas de esos teóricos debían servirnos para algo magnífico: entender nues-tro tiem-po.

“Él, siempre con su encantadora sonrisita irónica de profesor que todo lo sabe, para que siguiéramos reflexionando y no nos enfangáramos en la desesperanza de una época, nos respondía en aquel 1995 algo muy simple: “No miren únicamente el lado oscuro de la Luna”.”

Pero nuestro tiempo era una lágrima. Habían asesinado a Colosio y Ruiz Massieu, hasta hace poco nos gobernaba un tecnócrata sin pelo, bigotito y grandes orejas que irrumpió en el poder vía un fraude electoral y vendió al país —y por poco a su madre— a manos privadas, el peso mexicano valía migajas por “El error de diciembre” y muchos alumnos de la UNAM apenas podían llegar a la facultad con lo poco que les daban sus padres, malabaristas de la supervivencia. Por todo eso y mucho más, a nuestra conciencia social la atravesaba un horrible fatalismo, un abismal espacio negro donde el país caía y caía, se precipitaba al infinito. O sea, muy gozoso interpretar a México con el lente teórico, pero México, la verdad, era una mierda, y así se lo manifestábamos a Bernardino. Él, siempre con su encantadora sonrisita irónica de profesor que todo lo sabe, para que siguiéramos reflexionando y no nos enfangáramos en la desesperanza de una época, nos respondía en aquel 1995 algo muy simple: “No miren únicamente el lado oscuro de la Luna”.

El proverbio —o como se llame—, que quizá no era obra de la conciencia del buen “Bernard” sino el fusil de la conciencia de otro profe que en los años 70 le había dado clase (cuando México era otra mierda), nos estaba explicando algo muy valioso para la vida: la Luna (salvo si está llena) aparece en el cielo ya sea creciente o menguante. Y entonces tenemos frente a nuestros ojos una parte oscura y otra luminosa (la alumbrada por el sol). Víctimas de nuestra era, nosotros no estábamos siendo capaces de observar la porción iluminada, sino únicamente la oscura. Y si uno se pasa la vida así, concentrado en la negrura de las cosas, claro que todo es una mierda.

El problema es que, para desviar la mirada del lado oscuro y contemplar el luminoso, tiene que existir un lado luminoso. ¿Y cuál era ese lado hace casi 30 años? Entre otras cosas, el levantamiento zapatista, la rebelión de un grupo de indígenas que decían basta a la opresión de siglos e imaginaban un país distinto y justo.

Dado que recuerdo las lecciones de Bernardino y estoy cansado de entristecerme por este Gobierno al que voté y del que esperaba muchísimo más, he hecho el ejercicio de hacer el balance de lo que sí nos ha dado. Me esfuerzo y valoro. Aunque casi nadie lo usa, tenemos un nuevo aeropuerto. Aunque no producirá energías limpias, tenemos una nueva refinería. Aunque devastó su ecosistema, tenemos un nuevo tren. Aunque la inflación en los últimos cinco años es de casi 30%, tenemos un peso fuerte. Aunque no mejora estructuralmente la economía, jóvenes y adultos mayores tienen periódicamente su dinerito en el banco.

“[…] México ya suma 113 mil desaparecidos y, en el último lustro, cerca de 155 mil personas asesinadas, un volumen mayor a cualquier sexenio previo.”

“Qué bien, qué bien, qué bien —me repito como un mantra—, el presidente tiene razón cuando jura que estamos arribando al paraíso”. Pero entonces, un día y otro y otro también, la realidad conspira contra mi buena vibra. ¿Esta semana, por ejemplo? Irritado porque se le negó la entrada a una fiesta en la que no tenía nada que ver y donde tocaba una banda que les encantaba —Dinastía Cornejo—, un comando armado irrumpió en la ex hacienda guanajuatense de San José del Carmen y lanzó ráfagas contra los 50 jóvenes asistentes. Asesinaron a 12 e hirieron a otros tantos.

Una masacre más, esta vez de chic@s cuyo pecado fue intentar ser felices en una posada y no dejar pasar a desconocidos. ¿Qué dijo el presidente ante la tragedia que hace pedazos el corazón de un país? Esto dijo: “Nuestro abrazo sincero a los familiares de los jóvenes, de los que perdieron la vida”. Abrazos: llevamos más de 5 años de fastidiosos abrazos a los malos y a los buenos, y México ya suma 113 mil desaparecidos y, en el último lustro, cerca de 155 mil personas asesinadas, un volumen mayor que cualquier sexenio previo. Este paraíso ya se acaba y es irrefutable que el Gobierno no supo, ni sabe ni sabrá qué hacer para alcanzar la paz. Y eso —por más que intento con todas mis fuerzas— no me permite ver el lado luminoso de la Luna. Perdón, Bernardino. EP

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