
En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre la acusación de violencia sexual contra Cuauhtémoc Blanco y la aparente colusión de MORENA para evitar su investigación.
En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre la acusación de violencia sexual contra Cuauhtémoc Blanco y la aparente colusión de MORENA para evitar su investigación.
Texto de Aníbal Santiago 31/03/25
En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre la acusación de violencia sexual contra Cuauhtémoc Blanco y la aparente colusión de MORENA para evitar su investigación.
Nos habituamos a su violencia. ¡Qué pintoresca! Como americanista dio un trancazo al periodista David Faitelson. Con Dorados imitó en su cara al árbitro Jorge Tonix, burlándose de su prognatismo. Después de un gol simuló ser un perro que orinaba en el arco del Celaya. Dio un puñetazo a Felipe Robles en un Clásico. Como jugador del Irapuato le dijo a la árbitra Virginia Tovar que se fuera a lavar los trastes.
Nunca fue un gentleman, la ética no le preocupaba. Pero el problema ni siquiera era de Cuauhtémoc Blanco, sino del sistema que promovía su conducta ofensiva mediante la impunidad.
En el césped, las vejaciones a los rivales, los árbitros, la afición, los comunicadores, no tenían consecuencias o estas eran mínimas.
El fuero que lo alejaba de las sanciones era la genialidad de sus pies, su inteligencia para asistir, distribuir, anotar, gambetear. Y si la inteligencia —infinita sobre el césped— no le servía gran cosa para ser modelo de integridad deportiva, al sistema le importaba poco: Cuauhtémoc hacía crecer el negocio con estadios colmados, ratings elevados, ilusiones en grandes justas para la Selección, sabrosa carnita para los medios de comunicación que vendían mejor si el querido Cuau golpeaba o insultaba a alguien.
Insistimos, Cuauhtémoc era el menos culpable del circo que engendraba. La culpa era de la Federación Mexicana de Futbol que le otorgaba un poder creciente porque era un cretino redituable. Y en el futbol lo que vale es que todo reditúe, aunque lo protagonicen cretinos. Síntesis: “no toques al genio”. Genio = Fuero.
Hasta que un día Cuauhtémoc nos sorprendió a todos. En vez de ser técnico, presidente de un club o agente de jugadores, se desligó del futbol para ingresar a la política. Nada tonto: si en el campo de juego la impunidad había sido pasaporte al éxito en sus años de futbolista, en la política la impunidad le garantizaba el éxito de por vida.
Blanco apenas articulaba cuatro palabras, pero esas le bastaron para que la gente lo votara como alcalde de Cuernavaca y diera realce a un partidito miniatura, desconocido. Y después, aliado al poder hegemónico, siguió creciendo y se volvió gobernador. El problema era que el genio de las canchas no era un genio de la política.
La Fiscalía Anticorrupción de Morelos lo investigó por sospechas de integrar una red de lavado de dinero. Posó para fotos que se volvieron virales junto a presuntos narcotraficantes con los que parecía mantener amistad. Según el autor confeso, fue Cuauhtémoc quien mandó matar a Juan Manuel García, organizador de la Feria de Cuernavaca. El crimen organizado en Morelos alcanzó una fuerza colosal durante su mandato. Y hace cerca de dos meses su media hermana lo denunció por intento de violación.
En la política, a diferencia de lo que ocurría en la cancha —donde el virtuosismo era evidente—, Cuauhtémoc no posee virtudes, pero sí atroces insuficiencias y la comisión de presuntos crímenes.
Entonces, ¿cuál es su fuero? Como político es un jugador del montón, sin duda, pero forma parte del equipo MORENA y la investigación de un delito sexual podría manchar a ese equipo y eso en la política no conviene. No conviene pese a que Cuauhtémoc, con su diputación, carece de relevancia en la vida nacional y con ese cargo fue, de hecho, mandado a la banca. En el Congreso, Cuauhtémoc no representa nada, pero el resto del plantel lo defiende por ser uno de ellos.
Quizá sea cierto, como dice MORENA, que los dichos de la media hermana no prueban nada, que la carpeta de investigación la armó su enemigo político, el fiscal Uriel Carmona, y que está mal elaborada. Valía la pena, no obstante, que el partido que se dice feminista como ninguno aprobara el desafuero para que la justicia, al menos, investigara. Tristemente, lo último que vimos es a un grupo de diputadas, tan feministas ellas, gritando “¡No estás solo!” a un presunto violador y evitando que la justicia se ponga a trabajar.
Tenías razón, Cuau: mientras en la cancha la impunidad solo operó mientras eras futbolista, la política te garantiza la impunidad de por vida.
En esa misma política aún podrás mear en el arco del adversario, madrearte al rival, burlarte del juez. EP