
Aníbal Santiago reflexiona sobre los conflictos diplomáticos que podría enfrentar la presidenta Claudia Sheinbaum ante la llegada de Donald Trump al poder.
Aníbal Santiago reflexiona sobre los conflictos diplomáticos que podría enfrentar la presidenta Claudia Sheinbaum ante la llegada de Donald Trump al poder.
Texto de Aníbal Santiago 20/01/25
Aníbal Santiago reflexiona sobre los conflictos diplomáticos que podría enfrentar la presidenta Claudia Sheinbaum ante la llegada de Donald Trump al poder.
Si habrá una fiesta a la que juraste que serías invitado y el anfitrión ya extendió las invitaciones y no te invitó, es muy posible que sufras enojo, inquietud, tristeza, perplejidad, algo de eso o todo junto, porque no vas a poder bailar, echarte unas cubitas, platicar con tu gente ni reírte. No te percibirás querido, y eso duele. Es desagradable no ser invitado a la fiesta porque el no invitado, en realidad, recibe un mensaje: “Aquí no te queremos”. Desde luego, son naturales los tormentos mentales: ¿por qué no me quiere? Y quizá, en este caso, más vale quedarse con la duda.
“pocas sensaciones son tan espantosas como ser humillado.”
Sí, más vale no enterarse porque las malas sensaciones del rechazo pueden agravarse si decides cuestionar al organizador del festejo sobre sus motivos para no hacerte parte de la juerga. Preguntar “¿por qué no me invitaste?” agudiza la ofensa. Si pides la razón por la cual no te invitaron, solo lograrás darle lástimas al desprecio. Recibirás evasivas, excusas, afrentas. Cualquier cosa que te digan, humilla. Y pocas sensaciones son tan espantosas como ser humillado.
Por eso, Claudia Sheinbaum hizo bien en decir “no pasa nada” cuando supo que no había sido invitada a la asunción de Donald Trump este 20 de enero. Decir “no pasa nada” es mitigar la humillación de no ser invitada a la fiesta del Capitolio. Decir “no pasa nada” es sugerir que ni siquiera le importaba ser invitada a la fiesta. Decir “no pasa nada” es comunicar que la fiesta no le resultaba trascendente. Sheinbaum, en síntesis, no le dio lástimas al desprecio. Ante el desprecio, indiferencia y dignidad.
Sin embargo, subyace un problema. Aunque Claudia diga “no pasa nada”, sí pasa. Al no invitarla, Trump le mandó un recado violento:
En el sexenio pasado, Trump consiguió el servilismo de López Obrador, sojuzgó a su “amigo comunista”, pero el presidente de México, quizá por ser hombre y no mujer, gozó un beneficio: no debió lidiar gran cosa contra el temperamento, la impulsividad y el desprecio de su homólogo de Estados Unidos. Todo se redujo a la diplomacia impositiva.
A Claudia, por ser mujer y por el hecho de que Trump construye su relación con las mujeres a través del sometimiento, le espera un vínculo distinto. Tiene que prepararse para una diplomacia coercitiva o una nueva versión del Big Stick Diplomacy (Diplomacia del Gran Garrote), agravada por un vecino constantemente fuera de sí en lo emocional: todo el tiempo habrá amenazas, uso de la fuerza, intimidación y presión.
El “no pasa nada” es una buena primera respuesta, pero la presidenta requiere conducirse —más que siguiendo el tradicional protocolo diplomático— del mismo modo en que debes proceder cuando en el departamento de junto vive un vecino violento: evalúa el riesgo en que estás, refuerza la seguridad de tu propiedad, comunícate con respeto, mantén una firmeza no violenta, avisa de los riesgos a tus familiares, crea redes de apoyo con tus otros vecinos y detecta si entre ellos puede haber un buen mediador.
“A Claudia, por ser mujer y por el hecho de que Trump construye su relación con las mujeres a través del sometimiento, le espera un vínculo distinto.”
Tu vivienda es México y tu vecino es Trump. Nada será fácil. A Claudia le convendrá tener de asesor, más que a un experto en relaciones internacionales, a un psicólogo que la ayude a responder con sabiduría, inteligencia y cautela a un vecino que por sus tormentas emocionales, habituado a estar fuera de sí, quiere destruir a su vecino, México, al que para colmo encabeza el género que siempre ha ultrajado: una mujer. EP