
Aníbal Santiago escribe sobre Adán Augusto López y sobre los presuntos vínculos con el narcotráfico de uno de sus allegados, Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco.
Aníbal Santiago escribe sobre Adán Augusto López y sobre los presuntos vínculos con el narcotráfico de uno de sus allegados, Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco.
Texto de Aníbal Santiago 21/07/25

Aníbal Santiago escribe sobre Adán Augusto López y sobre los presuntos vínculos con el narcotráfico de uno de sus allegados, Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco.
Para acallar cualquier crítica, la que fuera, desde que su hijo —el hijo del presidente— vivía en una mansión gringa de un contratista de Pemex hasta que el Tren Maya estaba destruyendo acuíferos subterráneos, al tabasqueño lo deleitaba contestar con una frase pronunciada por un nazi, el ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels: “Una mentira mil veces dicha se vuelve una gran verdad”.
Pero MORENA era doblemente habilidoso. Advirtió que no una mentira, sino una verdad mil veces dicha se vuelve doctrina. Y esa verdad era que Genaro García Luna, secretario de Seguridad en la presidencia de su gran enemigo, Felipe Calderón, era narco.
—Andrés Manuel, el desfalco a SEGALMEX es el más grande de la historia de México. —Pero García Luna era narco. —Oiga, la Refinería de Dos Bocas pulverizó manglares. —Pero García Luna era narco. —Oiga, ¿qué piensa de que el Aeropuerto Felipe Ángeles esté más vació que un estadio en lunes? —García Luna era narco.
Mente maestra de una estrategia política patéticamente simple pero efectiva, el gobierno usaba a García Luna como trinchera a la vez que como misil Kh-47M2. La jugosa naranja “Pero García Luna era narco”, verdad irrefutable, la exprimieron hasta la gotita final, hasta dejar ese cítrico como pellejo viejo. ¿Irritaba oír el mismo cuento? Ni modo, así son las horribles reglas de la política.
Pero un día de julio de 2025 la doctrina “Pero García Luna era narco” se acabó. Supimos algo gravísimo. Hernán Bermúdez Requena, militante de MORENA y secretario de Seguridad del exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López, era engranaje clave del cártel La Barredora. La noticia, si acaso, hubiera ocupado las 8 columnas de un diario de Villahermosa y ya, de no ser por el tremendo peso político que adquirió Adán por gracia de su hermano, padrino, amigo, Andrés Manuel, quien lo respaldó con tremendos cargos públicos: “Adán es un hombre honesto, lo conozco bien”, declaró el mandatario. MORENA ya no podrá usar la doctrina “Pero García Luna era narco” pues cometió idéntico pecado.
Adán Augusto fue nada menos que secretario de Gobernación —responsable de la seguridad interior del país en una época en que nos aniquila la inseguridad interior— y ahora jefe máximo del Senado, suprema tribuna parlamentaria. En síntesis: un personaje trascendental, eminente, estuvo vinculado de un modo u otro al narco, el verdugo más terrorífico en nuestros 204 años como nación.
¿Y qué hacen MORENA y el gobierno? “No hay investigación contra Adán Augusto”, aclaró la presidenta Sheinbaum. “Las y los senadores del grupo parlamentario de MORENA en el Senado respaldamos firmemente a nuestro coordinador”, escribieron los legisladores. “¿Él (Adán) qué tiene que aclarar? Quien debe informar es quien lleva la investigación”, lo protegió la presidenta de ese partido, Luisa Alcalde. Aunque Adán es grandote y fuerte, casi un ogro que podría defenderse solo, el aparato de Estado lo respalda y eso es aún más peligroso que nombrar a un narcotraficante secretario de Seguridad, porque desde ese mismo Estado estás mandando un espantoso mensaje: “Igual que con Calderón, si ejerces un narco gobierno no pasa nada. Tú descuida, te respaldamos”.
Con total verdad, MORENA decía que había de dos: Felipe no tenía idea de que García Luna era narco o sí lo sabía y no le importó. Imperdonables las dos opciones. Lo mismo aplica para Adán. O no sabía o se hizo goey (y acaso hacerse goey lo benefició en algo; imaginamos que en política nada es de a grapas).
A Felipe Calderón, más allá de que suelte un tuit o una declaración, se le acabó la vida política. García Luna lo sepultó. Lo razonable, natural, deseable, es que Hernán Bermúdez Requena sepulte a Adán Augusto López. Su carrera política debe acabar esta misma semana. EP