Boca de lobo: La barrera ferroviaria tiene escrita una palabra: Chapiza

En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre el lamentable asesinato de Halexy Guadalupe Velderrain y las implicaciones en materia de seguridad pública que conlleva.

Texto de 24/12/24

pistola

En esta columna, Aníbal Santiago escribe sobre el lamentable asesinato de Halexy Guadalupe Velderrain y las implicaciones en materia de seguridad pública que conlleva.

Tiempo de lectura: 3 minutos

A Claudia Sánchez, una chica que aparenta tener poco más de 20 años, le mataron a su esposo en Culiacán, y lo último que le quedó hacer es enviar un tuit que fue un grito desgarrador: “Los mandaron a trabajar sin organización, es mi esposo y qué dolor tan grande estoy sintiendo de no haberlo podido convencer que renunciara cuando le llegó esa comisión tan mal hecha. ¿Los mandan con un arma pequeña para combatir criminales de alto rango? Qué impotencia siento”.

“en esa ciudad la muerte es la norma…”

La muerte de un hombre —uno solo— en Culiacán jamás sería noticia. Cualquier redacción hubiera mandado a páginas interiores el homicidio de una sola persona porque en esa ciudad la muerte es la norma, y según los manuales de periodismo es noticia el suceso que rompe la norma. Pero fue tremenda noticia porque esta vez el difunto, Halexy Guadalupe Velderrain, era un agente estratégico y cercano al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch; no cualquier secretario, por cierto, sino el responsable de poner fin a la tragedia más grande de México, la delincuencia organizada. Es decir, al hombre clave de este país para acabar con la guerra le asesinaron en su cara a un aliado fundamental. Las implicaciones de un cuerpo más perforado por las balas no las reveló ningún sesudo analista político, sino su esposa en apenas 276 palabras. Halexy fue mandado a combate “sin organización”, o sea, sin respaldo táctico, y su mujer, acaso sin conocimiento en seguridad pública, aunque sí con sentido común, advirtió el riesgo, pero no pudo convencerlo de abortar “esa comisión tan mal hecha”. Sin un real soporte logístico, ¿al menos el agente cargaba un fusil de alto poder para luchar contra el monstruo? Según Claudia, que debió verlo salir de casa, Halexy cargaba “un arma pequeña”. El resto del tuit, que aclara que lo que siente es “dolor” e “impotencia”, representa a México. Eso sentimos los mexicanos.

En unos días, la muerte de Halexy comenzará a ser eclipsada por nuevas tragedias, pero en el alma del país ha quedado una impronta, una huella de lo que este asesinato simboliza. Halexy fue asesinado no en cualquier esquina, sino en Villas del Río, una zona que hace 20 años se planificó como residencial, pero que hoy es imperio de Los Chapitos. Los Chapitos deciden quién entra y quién no (“No tú, García Harfuch”, a su modo le advirtió el cártel con la emboscada a plena luz del día). El 20 de diciembre Reforma publicó una foto simple y contundente: en un arbolado bulevar de Villas del Río, sobre una barrera ferroviaria que bloquea el paso vehicular al cruce del tren, hay escrita una palabra: Chapiza. O sea, es SU territorio y el gobierno osó entrar. Error.

Halexy no era un policía más, sino un experto en inteligencia, y si te van matando a los cerebros que meditan sobre cómo acabar la guerra que encaras ninguna esperanza existe de que esa guerra acabe.

García Harfuch consiguió imponer en la mente colectiva la imagen de súper secretario. El poder nos juró que él era el más adecuado, el mejor, el insuperable, para encabezar la misión imposible. Un superhéroe sin capa. Con el asesinato de Halexy la delincuencia organizada le pegó una carcajada ante sus ojos. El país está en llamas.

“El país está en llamas.”

¿Y qué estaba haciendo García Harfuch mientras Halexy viajaba a la muerte? Participaba con el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, en un elegante encuentro llamado “Mesa de Construcción de Paz”. Qué ironía. De esa construcción no hemos visto ni el primer ladrillo. EP

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