Boca de lobo: Andrés Manuel en los billetes de 100 pesos

En esta columna, Aníbal Santiago propone que detrás del Presidente López Obrador existe un culto a la personalidad, hecho que garantiza sus altos índices de popularidad y que podría tener consecuencias a corto y largo alcance en términos políticos e históricos.

Texto de 16/10/23

Andrés Manuel

En esta columna, Aníbal Santiago propone que detrás del Presidente López Obrador existe un culto a la personalidad, hecho que garantiza sus altos índices de popularidad y que podría tener consecuencias a corto y largo alcance en términos políticos e históricos.

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Como en El juego del calamar, Andrés Manuel López Obrador ha superado todos y cada uno de los obstáculos: no cayó en el abismo, no fue alcanzado por el fuego, jamás se ahogó. Su hijo y familia pudieron vivir sin consecuencias en la mansión texana de un contratista de Pemex; el organismo de Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX) creado por su gobierno incurrió en actos de desvió y corrupción que alcanzan miles de millones de pesos sin efectos mayores; el Tren Maya fragmentó y devastó la selva sin que nadie pise la cárcel por dichos crímenes.

Y así podríamos seguir: ante cualquier escándalo, cualquier infamia, cualquier traición que lo involucrara, él se mantuvo estoico, negando lo evidente, acusando de conspiraciones en su contra, y siempre con sus índices de popularidad elevadísimos. Y en política nada importa más: o te quieren o no te quieren. A él lo quieren.

“[…] el primer mandatario ha conseguido su cometido esencial: el culto a su personalidad. Cada hora desde hace un lustro, sin excepción, es adorado. Lo elogian, aplauden, justifican y reverencian no solo otros políticos (los de su partido e incluso los adversarios), sino el pueblo…”

Eludió uno de los últimos misiles de la política la semana pasada. Después de que hace tiempo acusara al general Salvador Cienfuegos —exsecretario de la Defensa Nacional con señalamientos por delincuencia organizada— de ser un símbolo del viejo sistema que él ha pulverizado, ahora lo condecoró. Aunque quedará para la historia la penosa fotografía de la sonrisa que le dedicó al militar, el apretón de manos que le dio, el galardón que le entregó, el presidente acusó a Julio Astillero y los medios de comunicación de encabezar una campaña en su contra. Prueba superada, el sacrosanto, venerable y sagrado “popularómetro” se mantendrá arriba pese al dolorosísimo gesto de inmoralidad.

Después de cinco años de gobierno el primer mandatario ha conseguido su cometido esencial: el culto a su personalidad. Cada hora desde hace un lustro, sin excepción, es adorado. Lo elogian, aplauden, justifican y reverencian no solo otros políticos (los de su partido e incluso los adversarios), sino el pueblo, que le expresa su amor vehemente ya sea con besos, gritos y abrazos en actos públicos o dando su respaldo a Claudia Sheinbaum, su sucesora. Ella no es un monumento al carisma ni un obelisco del servicio público, pero es casi un hecho que ganará porque él ha convencido a la sociedad de que un voto por ella es un voto por él.

¿Y el 30 de septiembre de 2024 acabará la gestión de Andrés Manuel para siempre? ¿México se despedirá hasta la eternidad del tabasqueño como se despidió de Enrique Peña Nieto, José López Portillo o Miguel de la Madrid? Concedamos que, como ha prometido, se retire a su rancho hasta sus últimos días. No importa: Andrés Manuel seguirá entre nosotros.

El Diccionario Filosófico de Rosental y Iudin define así el culto a la personalidad: “Ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche. La base teórica del culto a la personalidad radica en la concepción idealista de la historia, según la cual el curso de esta última no es determinado por la acción de las masas del pueblo, sino por los deseos y la voluntad de los grandes hombres (caudillos militares, héroes, ideólogos destacados)”.

Al culto a la personalidad de Andrés Manuel, sembrado desde hace décadas y fertilizado en los últimos años, ya le brotan sanos gérmenes. Aunque no estemos ante Churchill, Fidel, Napoleón, Lenin, Gandhi o Lincoln, porque su influencia se limita a la República Mexicana y no se extiende al mundo, el culto a la personalidad que lo protege, ampara y enaltece tendrá efectos nacionales. ¿Cuáles? Lancemos una apuesta: de su figura se referirá sistemáticamente el discurso oficial: “Andrés Manuel hizo, nos guío, nos legó”. De su figura se ocuparán los libros de texto gratuitos para los niños: “Andrés Manuel puso la piedra angular de la Cuarta Transformación (escrita con mayúsculas), la más importante etapa histórica de México junto con la Independencia, la Reforma y la Revolución”. Y de su figura se ocupará la simbología patria: será mencionado junto con Allende, Hidalgo, La Corregidora, en El Grito de cada 15 de septiembre, y lo veremos en pendones tricolores, monografías de papelería, calendarios.

“[…] de su figura se referirá sistemáticamente el discurso oficial: “Andrés Manuel hizo, nos guío, nos legó”. De su figura se ocuparán los libros de texto gratuitos para los niños: “Andrés Manuel puso la piedra angular de la Cuarta Transformación […] Y de su figura se ocupará la simbología patria…”

Y, por último, tocaremos su figura día a día todos los días de nuestras vidas. Sí, la tocaremos con nuestras manos. En unos años veremos su figura sonriente en los billetes. No en los de alta denominación, no en los de 500 ni 1000 pesos, porque esos se usan con menos frecuencia. Y tampoco en los de 20 pesos, porque eso sería devaluar el valor histórico del personaje. Lo veremos en los billetes de 100 pesos. Los que usamos, sí o sí, todos los días. Andrés Manuel para siempre hasta en nuestros dedos. EP

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