Exclusivo en línea La brecha del orgasmo: mujeres, masturbación e igualdad

Una de las desigualdades entre hombres y mujeres está en el orgasmo. Cambiar eso puede transformar la sociedad y permitir espacios más justos, lúdicos y placenteros.

Texto de 29/07/19

Una de las desigualdades entre hombres y mujeres está en el orgasmo. Cambiar eso puede transformar la sociedad y permitir espacios más justos, lúdicos y placenteros.

Tiempo de lectura: 7 minutos

La narrativa dominante sobre la sexualidad humana normaliza que las mujeres tengamos menos orgasmos amparándose en un discurso esencialista que invisibiliza por completo la relevancia del placer femenino restringiéndolo al “juego previo” como si fuera solamente algo extra, pero nunca central e indispensable en la actividad sexual. Reproduciendo estas ideas es como se mantiene una de las brechas de género más importantes y de la que casi no hablamos, la brecha del orgasmo. Esa diferencia que existe entre la cantidad y calidad de orgasmos que experimentamos las mujeres en relación con la cantidad y calidad de orgasmos que experimentan los hombres. Es verdad, los hombres en México están teniendo en promedio 20% más orgasmos que las mujeres por encuentros heterosexuales y esto no se debe a la naturaleza del cuerpo de las mujeres, pues existe evidencia de que cuando las mujeres se masturban, o tienen encuentros sexuales con otras mujeres, esta brecha desaparece.

Es necesario que nos preguntemos: en las relaciones sexuales que establecemos hoy en día, ¿quién es el principal beneficiario?, ¿quién está disfrutando más? Y, ¿quién tiene derecho al placer? Las desigualdades de género no sólo están en nuestros salarios, en las políticas públicas, en la educación o en los derechos; las desigualdades sociales las llevamos hasta la cama y es necesario analizar la brecha del orgasmo porque mientras sigamos ignorando y manteniendo intocable el placer sexual de las mujeres bajo la falsa creencia de que es normal que sea difícil, normal que no lo sintamos y que no lo deseemos, la sexualidad y el cuerpo de las mujeres seguirá encadenado a los deseos, necesidades y placeres de lo masculino.

No hay calidad sin equidad, disfrutar de nuestra sexualidad requiere que se haga un análisis de las desigualdades sociales que atraviesan nuestros cuerpos, pues sólo así podríamos entender cómo hombres y mujeres no llegamos al encuentro sexual en igualdad de circunstancias. Para responder efectivamente a las preguntas sobre, ¿como sé si he tenido un orgasmo?, ¿por qué no puedo tener orgasmos cuando tengo sexo en pareja?, y, ¿cómo se siente un orgasmo? Es necesario reclamar la autonomía sexual de las mujeres, y esto inicia en el cuerpo.

El sistema en el que nos desarrollamos ha impuesto que para las mujeres, dar placer es lo que les da placer, que cuidar del otro es una virtud y estar pendiente de las necesidades de todos los que nos rodean antes que de las nuestras nos hace mejores. Por eso, no me extraña que las mujeres estén teniendo más dificultad de llegar al orgasmo cuando están con sus parejas, una mente ocupada por estar pendiente de cómo se la esta pasando la otra persona no está libre para enfocarse en las propias sensaciones de placer; sumemos a eso la completa desatención que se le pone al clítoris durante el coito, y tenemos la fórmula perfecta para que el placer de la mujer quede irremediablemente relegado. Permitirse el espacio, el tiempo y la voluntad de dedicarse tiempo a sí misma para sentir placer y para conectarse consigo, es una de las acciones más revolucionarias que pueden hacer las mujeres.

¿Cómo sé si he tenido un orgasmo? ¿Por qué no puedo tener orgasmos cuando tengo sexo en pareja? A todo esto, ¿cómo se siente un orgasmo?

Responder estas preguntas es parte de mi día a día como especialista en placer sexual. De todas las conversaciones que tengo, son las dudas que suelen surgir en un café, un bar, la papelería de la esquina, en el Uber, donde sea y con quien sea. Desde mis amigas, clientas, familiares y, sobre todo, desconocidas que, cuando me preguntan a qué me dedico, es inevitable que la conversación desemboque en la pregunta que subyace a todas las preguntas que hacen las mujeres sobre sobre sexualidad: ¿cómo podemos disfrutar más?

En el núcleo de este cuestionamiento se encuentra no solamente un fuerte deseo por experimentar placer sino una profunda inseguridad de que “algo” esté mal con nosotras mismas. Algo nos dice que nuestra situación podría ser mejor porque al parecer —de acuerdo a lo que vemos en los medios de comunicación, las redes sociales, entre nuestras amigas, o por lo poco que hablamos del placer— no disfrutamos tanto ni tan frecuentemente como las personas “normales”. Posiblemente “algo” nos hace falta, quizá un poco de autoestima, unas cuantas clases, el juguete sexual de moda o la lencería más cara.

Algunas mujeres piensan que quizá para otras personas ha sido más fácil ser abiertas sexualmente porque tuvieron la suerte de crecer en una cultura y una familia más libre, que les permitió vivir su sexualidad y que esto simplemente a ellas no les tocó. Aún se sienten culpables cuando se masturban, se avergüenzan al tener sexo; piensan que “algo” raro les sucede, que tienen que ir a la psicóloga para superar sus “traumas” y para, entonces sí, vivir una vida sexual plena, sin culpas, sin miedos. Así quizá puedan llegar al orgasmo rápidamente, sin perder la paciencia; incluso hasta convertirse en mujeres multiorgásmicas, eyacular y, por fin, ser diosas sexuales sin inhibiciones. Sólo es cuestión de echarle ganas, concentrarse y decidirse.

Suspiro… El simple hecho de escribirlo me ha cansado. Estoy cansada de escuchar todos los días esta narrativa que no sirve más que para hacer sentir a las mujeres insuficientes, rotas, descompuestas, vacías, porque así gastaran todo su tiempo, dinero y espacio en buscar “la cura” en los otros, todo y todos los demás, pero sin buscar jamás respuestas en ellas mismas porque en esta cultura, que exige la entrega total de las mujeres al cuidado y atención de los demás, no hay nada más egoísta que querer hacer algo por una misma sólo porque sí, sólo porque se siente bien.

No. Siempre debe haber una justificación para querer vivir el placer sexual: mejorar la sexualidad para mejorar la relación de pareja, experimentar placer para dar placer a la pareja, explorarse y conocer lo que a una le gusta para poder explicárselo a alguien más y que nos puedan dan placer… El propósito y el destino final del placer y la sexualidad de las mujeres parece siempre estar dirigido hacia alguien más, siempre hacia afuera.

Estos son algunos ejemplos de lo que las mujeres tienen la confianza de compartirme día a día. No son sólo experiencias aisladas de mujeres con “problemas” particulares en busca de respuestas, ha sido también mi historia. Mi camino en el estudio del placer sexual me llevó a que, con cada descubrimiento me preguntara: ¿por qué nadie me lo dijo?

¿Por qué nadie me dijo que el problema no soy yo?, ¿que no haber tenido la certeza de un orgasmo durante gran parte de mi vida no era “normal”, que no es parte de la naturaleza de ser mujer? ¿Por qué nadie me dijo que la constante insatisfacción con mi cuerpo es reforzada por la cultura a través de mecanismos que no sólo limitan mi comportamiento sexual, sino también mis posibilidades de placer? ¿Por qué nadie me dijo que no soy la única, que no estoy sola, que las dificultades que las mujeres vivimos para experimentar placer sexual no recaen enteramente en mí, en mis capacidades, mis posibilidades o mi historia, que son un problema de género, un problema social?

Así es, el orgasmo no sólo es de quien lo trabaja. El orgasmo también es responsabilidad de todas y de todos, es un asunto de justicia social. Porque la doble moral sexual patriarcal —ese conjunto de normas, valores y creencias que determinan que las mujeres no disfrutamos tanto del sexo como los hombres, que las mujeres sólo tenemos sexo porque estamos buscando afecto, o que simplemente nuestros cuerpos son diferentes y por eso es más complicado sentir placer— se ha configurado como una manera más de perpetuar las desigualdades sociales entre los géneros para sostener la opresión de las mujeres.

Convertirnos en mujeres orgásmicas requiere apropiarnos de nuestros cuerpos resistir a los mandatos culturales y transformar nuestras identidades desde el placer. Observar nuestras vulvas es el primer paso, reconocer esa parte de nuestro cuerpo que fue negada de inicio y por la cual se nos fueron impuestos una serie de roles y estereotipos para despojarnos del placer. Para eso, abre tus piernas y pon un espejo frente a ti, abraza la singular belleza de tus genitales e identifica tu clítoris, tu principal órgano de placer. Es sorprendente la enorme cantidad de mujeres que pasan gran parte de su vida sin haber visto sus vulvas, pero avergonzadas o inseguras de su apariencia ya que uno de los únicos referentes que tienen de cómo debería ser una vulva es la pornografía o las ilustraciones aderezadas de internet. Sanar la relación que tenemos con el placer comienza por conocer, reconocer y aceptar tu vulva. Además, observar tu vulva te da una imagen clara de su composición y ubicación de tu clítoris facilitando la manipulación de cada una de sus partes para estimularte y llegar al orgasmo.

Explórate, toca y descubre la diversidad de sensaciones que eres capaz de experimentar por ti misma. Las expectativas exageradas, románticas y pornográficas que se construyen en torno al orgasmo representan un tremendo obstáculo. Frases como “cuando lo tienes lo sabes” hacen de la experiencia del orgasmo algo sumamente confuso. Una mujer que no conoce su vulva, que ha vivido desconectada de sus sensaciones y que prioriza el placer de la pareja, difícilmente podrá identificar si lo que siente es un orgasmo o no, pues lo estará comparando con lo que “debería sentirse” en lugar de lo que significa esa experiencia para sí misma. Por eso la masturbación es fundamental para la construcción de identidad de las mujeres.

Es común que en Bodysex, los talleres de masturbación que facilito, al observar nuestras vulvas o cuando nos estamos masturbando, algunas mujeres me compartan que la masturbación no ha sido parte esencial de su vida. Las que comenzaron a masturbarse desde niñas cuentan que las reacciones de los adultos a su alrededor las hicieron sentirse culpables o avergonzadas, comenzando así a tejerse una historia agridulce en torno a la relación que tienen con placer, por lo regular resultando en la práctica de la masturbación sólo como un medio para liberar tensiones. Para otras la represión sexual en casa era tan fuerte, que ni siquiera recuerdan un momento de contacto con sus genitales y es hasta su vida adulta, por lo general después de haber tenido relaciones sexuales en pareja, que comienzan a explorarse, resultando en una nueva gama de mitos como “no se siente igual”, ”prefiero hacerlo con mi pareja”, “no siento nada”, y a pesar de que la voluntad de conectar con una nueva forma de vivir su placer a través de la masturbación este ahí, les gana la impaciencia y frustración, dejando de intentarlo y esperando a que llegue la próxima pareja para hacerlas sentir placer de nuevo.

En el marco de la justicia social, es necesario ampliar la percepción que tenemos de la masturbación que trascienda de concebirla únicamente como una practica sexual más en el repertorio de posibilidades que existen en el ejercicio de nuestra sexualidad. Considerar a la masturbación sólo como una práctica para gente soltera, o en transición de una pareja a otra; como un medio de liberación de tensiones o meramente exploratorio, limita tremendamente su potencial.

Pues la masturbación como proceso de placer y no como una forma de liberar tensiones representa el eje fundamental para alcanzar la autonomía sexual para, entonces sí, llegar al encuentro sexual en igualdad de circunstancias; dos personas autónomas que se disponen a disfrutar de sus cuerpos, de su compañía, que comparten el placer y hacen del encuentro sexual un juego y no una responsabilidad o un performance.

Por eso, aunque no lo creas, la masturbación puede cambiar a la sociedad, mastúrbate. Pon un poco de aceite orgánico en tus manos y acaricia tu vulva, deja por un momento las expectativas a un lado y concéntrate en la sensación de tus dedos sobre ella, no busques inicialmente el orgasmo, sólo respira profundamente y siente. 

Para responder a las preguntas iniciales nos toca como individuas, individuos y sociedad, priorizar el placer autogestivo y los orgasmos autónomos.  EP

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