Taberna: A las brasas

En el quinto libro de la serie Mi Lucha, de Karl Ove Knausgård, que aparentemente cierra el círculo de memorias comenzado con la muerte de su padre en el primer libro, Karl Ove, el personaje, comenta la publicación de un cuento llamado “Fuego”, en la revista Vinduet. En el cuento, como en esta etapa de la serie, […]

Texto de 18/04/17

En el quinto libro de la serie Mi Lucha, de Karl Ove Knausgård, que aparentemente cierra el círculo de memorias comenzado con la muerte de su padre en el primer libro, Karl Ove, el personaje, comenta la publicación de un cuento llamado “Fuego”, en la revista Vinduet. En el cuento, como en esta etapa de la serie, […]

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En el quinto libro de la serie Mi Lucha, de Karl Ove Knausgård, que aparentemente cierra el círculo de memorias comenzado con la muerte de su padre en el primer libro, Karl Ove, el personaje, comenta la publicación de un cuento llamado “Fuego”, en la revista Vinduet. En el cuento, como en esta etapa de la serie, Knausgård revela su verdadera capacidad dramática, retomando temas que a primera vista sólo servían de introducción. Nos recuerda que el fenómeno natural del fuego no ha cambiado nunca, y que, aunque se extinga y desaparezca, en algún momento o lugar volverá a renacer de la nada, con la misma fuerza para transformar nuestras vidas. Lo que el fuego ha perdido con su domesticación es la capacidad de asombrarnos, pues ahora rara vez lo vemos fuera de un encendedor o de una chimenea.

A pesar de que he escuchado que el uso de la chimenea se ha prohibido en nuestra ciudad, la Gaceta Oficial de la Ciudad de México, en su número 230 de un modernísimo color rosa, no menciona en ninguna de las contingencias la prohibición de quema por chimenea de uso residencial. Es verdad que mi chimenea, ante la cual me encanta pasmarme las tardes frías del invierno, perfuma la cuadra entera, pero sólo cuando está prendiendo, y después permite apreciar perfectamente el olor prístino de los peseros. Como atenuante puedo decir que el calor no se desperdicia en mero confort: las habas, frijoles y sándwiches que esas tardes producen son un testimonio de lo bien que se llevan el fuego con el barro y el hierro forjado.

Independientemente del supuesto mandato citadino, el anafre es un lugar común en las avenidas y calles de nuestra capital, aunque desafortunadamente se use para recalentar aceite de fritanga (en las calles de Hanói probé un uso más sano de sus pequeños anafres, con caracoles, distintas partes de cerdo, así como varios tipos de camarones, asados directamente a la brasa). Y eso que, en estos tiempos de precios bajos del crudo nacional y altos de gasolina importada, la noción de consumir combustible fósil parece tan insensata como vender los cubiertos de plata (deshacerse de la herencia familiar para financiar consumo siempre es la última opción). En efecto, el hecho de que quienes vivimos en la Ciudad de México no nos escandalicemos por lo absurdo de comprar y mantener coches de combustión interna es un testimonio del poder de la costumbre. El tráfico y la contaminación apuntan al mejoramiento del transporte público, pero también a las finanzas más elementales: invertir en un vehículo como medio de transporte individual que en realidad usaremos un par de horas al día es como comprar la vaca para tomar leche. Los coches pueden seguir existiendo, pero no es necesario que cada quien tenga el suyo, y ahí empresas como Uber pueden ser una solución privada a un problema público, cubriendo la brecha entre la escasa inversión pública en transporte y la sustentabilidad de la vida en nuestra ciudad.

La decisión ecológica y económica de abandonar el motor de gasolina se ha tornado seductora. ¿No es acaso seductor un arrancón que deje atrás a los mejores modelos de Porsche y Ferrari? Esto lo logra el S P100D de Tesla, la empresa de coches eléctricos de lujo, que alcanza los 96.5 kilómetros por hora en 2.5 segundos, y que se vende por 150 mil dólares, no por millones.

Vale la pena tener en cuenta que la electricidad no es tan limpia como comúnmente se cree. En realidad, las redes eléctricas del mundo están conectadas a diferentes fuentes de generación de energía, entre las cuales los combustibles fósiles pueden representar cerca del 85% (Alemania es una excepción ejemplar). Lo que hay que recordar es que la electricidad es sólo un medio de almacenamiento y difusión de energía, no una fuente. Así que, sí, cada vez que usamos internet, aunque sea para enviar una foto en Instagram por medio del santísimo iPhone, estamos generando gases de invernadero, pues los servidores que echa a andar requieren una cantidad sorprendente de energía para dar un par de vueltas y sobre todo para enfriarse.

Desenchufarse de la red eléctrica nunca había estado tan al alcance de la mano como ahora, en parte gracias a los subsidios que reciben empresas de renovables. El segmento de energía solar de mayor crecimiento es el de instalación residencial. Cualquiera que pague más de 2 mil 500 pesos bimestrales a la cfe está en posibilidades técnicas de realizar la inversión en paneles solares que, amortizada a 15 años, le permita generar su propia energía a un menor precio.

Fanático del futbol, Knausgård casi llamó a su serie Argentina, en honor a la Copa fifa de 1986. Ahora que el Departamento de Lenguas Romance y Literatura de Harvard ha invitado a Diego Maradona para la presentación del más reciente libro del noruego, Home and Away: Writing the Beautiful Game, me da gusto pensar que puedan comerse un buen asado juntos. Un poco de humo no le hace daño a nadie. EstePaís

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