Poema
Tú me perdonarás si sueno como un predicador.
Sin duda entenderás que un hombre a medio morir
debe tener algo que decir, lo que no quiere decir exactamente
que me esté muriendo. Mi doctor me dice que podría vivir
más tiempo que la mayoría, pues lo veo más que la mayoría.
Por supuesto, no se puede confiar en él ni en ningún hombre
que te promete vida basándose en ser visto.
Podrás entender entonces, también, que un aviso y un mensaje son,
de hecho, muy diferentes. Todos los mensajes vienen de
los elegidos: un profeta, un ángel, la más blanca
de las palomas —aquellos que escuchan la voz de Dios y
otra buena música. Un aviso, por otro lado, lo da
aquel que elige pero asegura haber sido elegido
para no ser castigado por traer malas noticias:
El predicador, el poeta, mi doctor —todos aquellos que hablan
de Dios porque quieren hablar en metáforas.
Mi doctor, por ejemplo, insiste en la metáfora de la guerra;
es siempre el virus el que ataca y las células las que pelean
o mueren peleando. Aun lo recuerdo diciendo la palabra asedio
cuando otra erupción regresó. Aquí estoy, muriéndome
mientras él hace de mi cuerpo una batalla —cualquier cosa para ser visto
cuando lo único que realmente quiere hacer es agarrarme de la barbilla
y, como Dios Padre, decir a través de dientes apretados,
mírame cuando te estoy hablando. Tu cura no está
en mis manos, aunque te toque como si quisiera sanarte por completo. EP
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