Las vamos a extrañar

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 29/12/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Cargaba una sensación de huérfano: me estaba quedando sin letras, que andaban cada vez más lánguidas, escurridizas, ausentes, porque en ese diciembre de 2018 no tenía dónde publicarlas. 

Aunque uno escriba con inspiración, si después estás forzado a guardar tus historias en un cajón polvoriento que nadie abre, algo doloroso sucede. Necesitas ojos lectores para sentir que de algo sirves (aunque no sirvas para nada): publicar nos da sentido. Supongo que dedicarte a escribir y no publicar causa un vacío como el de construir casas condenadas a estar deshabitadas, preparar con cariño platillos que nadie prueba o tener tu estetoscopio listo, radiante, y no haya un solo paciente que revisar.

“Aunque uno escriba con inspiración, si después estás forzado a guardar tus historias en un cajón polvoriento que nadie abre, algo doloroso sucede. Necesitas ojos lectores para sentir que de algo sirves (aunque no sirvas para nada): publicar nos da sentido”.

Cuando Julieta García, mi amiga y editora desde hace 25 años, me invitó a un café a la vuelta de la calle Dulce Olivia —donde estaba su nueva oficina— no tenía en mente hacerle ninguna propuesta. En todo caso, aproveché su hombro para lamentar mi salida involuntaria del diario Más por Más, donde por años escribí la columna Boca de Lobo, y contarle alguna otra cosa. De ella siempre había admirado su destreza para cazar errores, imprecisiones, incongruencias y debilidades estructurales en los textos, como una sabia doctora que diagnostica instantáneamente los males de su paciente por su oído súper entrenado y su observación meticulosa y sagaz. También me impactaba su disciplina: una vez que le confesé que por el trajín de la vida encontraba pocos momentos libres para leer, me contó que ella leía de madrugada, porque en el día no tendría tiempo de hacerlo. Julieta asumía que era complicado, sino imposible, ser una escritora que no lee. Era escritora y por eso leía mientras todos dormíamos, y por si faltara algo en seguida hacía yoga.

Pero volvamos al café coyoacanense y unos panecillos en medio, testigos de esa plática en la que me contó que acababa de asumir como directora de Este País, que estaba ahí cerquita. Aunque sabía que a esa publicación se le rebalsaban los números (y yo tan malo en ellos desde la Primaria) porque su reto era entender a México vía la estadística, de pronto se me ocurrió proponerle retomar mi espacio semanal Boca de Lobo. No hizo un silencio ni de dos segundos para meditar. Me dijo que sí en automático. Confió en mí y a cambio me pidió que fuera breve (“no más de 3,000 caracteres”, dijo) y que entregara a tiempo. Y entonces no paré: desde aquel diciembre entregué cada semana un texto y si bien jamás cumplí lo de la brevedad, fue generosa y nunca me sancionó. Este País me regaló todos los contenedores de libertad que entren en la mente. Pude hablar sobre nuestra nación atenazada por la cruel política y los males sociales que nos entristecen a fuerza de golpes diarios, pero también sobre gente que empuja a México a un mejor lugar; y sobre mis amigos, el hipódromo y la admiración por los caballos, mis jornadas atléticas en la azotea por el coronavirus, mi insubordinado gato Bialy, los Zooms de pandemia, mis machismos micro y no tanto que mi hija me hace ver, el Perro Aguayo, mi madre y su debilidad por el goleador Cabinho, José José, mi papá y su desaparecido Café Trevi, Ricardo La Volpe, los dulces encontronazos de nosotros los chavorrucos vs. los millennials. Pude escribir de lo que fuera en 156 entregas, y ante cada propuesta que hice, incluso fuera de mis colaboraciones semanales, recibía un “claro, hazlo”.

“…desde aquel diciembre entregué cada semana un texto y si bien jamás cumplí lo de la brevedad, fue generosa y nunca me sancionó. Este País me regaló todos los contenedores de libertad que entren en la mente”.

Por eso me extrañó tanto que el 19 de noviembre pasado, un par de días después de sugerirle por email una nueva idea, llegara a mi WhatsApp un mensaje de Julieta diciéndome que el veredicto esta vez era un no. “Vi tu propuesta –escribió—. Y me encanta, mucho. Peeeeeerooooo…”. Ya al leer tantas ‘e’ y ‘o’, intuí lo peor. El mensaje continuó: “Este País dejará de existir como está ahora a partir de diciembre”. La noticia me causó una horrible sensación en la panza.

La revista que me hizo sentir suyo durante tres años cierra un ciclo con una increíble salud editorial. Sus letras están fuertes, radiantes, vigorosas. Y creo que por eso duele más su despedida y cuesta entenderla. 

Gracias a Julieta y a Karen —su gran aliada—, así como a todo el equipo de Este País por crear una revista brillante, divertida, sorprendente, sensible. Boca de Lobo, yo y much@s más las vamos a extrañar. EP

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