Fundación para las Letras Mexicanas: Carta de agradecimiento

Desde el año 2009, la Fundación para las Letras Mexicanas proporciona, mes a mes, un texto de creación literaria de sus jóvenes becarios. Esta es una carta del director de la FLM sobre la nueva etapa de la revista.

Texto de 17/01/17

Desde el año 2009, la Fundación para las Letras Mexicanas proporciona, mes a mes, un texto de creación literaria de sus jóvenes becarios. Esta es una carta del director de la FLM sobre la nueva etapa de la revista.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Una estación de trenes. Es invierno y está nevando. A cada lado de una pequeña fogata están sentados El que ama y La que cree. Él está desnudo y sobre sus rodillas descansa su corazón: grande y de palpitar arrítmico. Ella es una chica regordeta, rebosante de vitalidad. Esparcidos a su alrededor hay todo tipo de órganos mordidos: pulmones, hígado, páncreas… Excepto corazón.

LA QUE CREE: (Mirando el cielo) Qué bonito es el cielo, ¿no? Él debe estar mirando el cielo al tiempo que yo lo hago. Debe ser un milagro de Dios.

EL QUE AMA: (Agachando la cabeza) Sí… es… es bonito.

LA QUE CREE: ¡Es! ¡Es! Las estrellas dibujan su nombre.

EL QUE AMA: Me da miedo el cielo…. Un día caerá sobre mí y me destruirá.

LA QUE CREE: ¿Cuánto crees que tarde en venir el tren? No creo poder soportar esta hambre. (Baja tristemente la mirada) Soy como una niña pequeñita. Tengo hambre. ¿No te queda algo para mí?

EL QUE AMA: (Mirando el corazón) Sí… algo queda, pero… es que…

LA QUE CREE: (Sin notar el corazón) ¡No importa, ya déjalo así! En cuanto suba al tren cerraré los ojos para despistar al hambre. (Silencio breve) Cuando esté entre sus brazos, el mundo desaparecerá… y sólo quedarán nuestros labios. (Mira la luna)

EL QUE AMA: (Derrotado) Él, él, él una y otra vez. ¡Quién es él! ¿Quién lo inventó?

LA QUE CREE: (Turbada) Él, él… es, como. ¿Para qué explicártelo? A ti no te serviría de nada… (Sus ojos sueñan) Su ausencia ha hecho que mi amor crezca. Creció tanto que un día se convirtió en tierra y esa tierra se convirtió en luna.

EL QUE AMA: Creo que no puedo luchar contra la luna.

LA QUE CREE: ¿Eh, dijiste algo?

EL QUE AMA: Dije que hace frío.

LA QUE CREE: Acércate a la fogata, te calentará. (Se levanta y le toma bruscamente de la mano para acercarlo al fuego. El corazón se hace grande, enorme y cae al suelo. Él lanza un grito. Ella lo suelta, asustada) Qué pasa. Te picó una abeja.

EL QUE AMA: Me picaron todas las abejas al mismo tiempo.

LA QUE CREE: ¿Te dolió?

EL QUE AMA: Sentí que moría.

LA QUE CREE: Eso es porque eres débil. ¡Mírate, estás flaco como un cerillo!

EL QUE AMA: (Levanta el corazón del suelo, le quita la tierra y lo abraza mientras le habla) ¿Por qué soy una partícula de polvo que se arrastra buscando el rostro de esta piedra que gira sólo por la luna?

LA QUE CREE: Cuando lo vuelva a ver, su sonrisa alimentará mis ojos.

EL QUE AMA: Estoy cansado… voy a dormir.

LA QUE CREE: No, no por favor.

EL QUE AMA: Tengo mucho sueño. Déjame descansar. Sólo dormir me calma.

LA QUE CREE: Vamos, amigo, no seas grosero. ¿Por qué me quieres olvidar?

EL QUE AMA: (Cuyo corazón comienza a palpitar apresuradamente entre sus brazos. Habla como si fuera a vomitar veneno) Porque… ¡Porque te amo! Te amo, maldita sea, te amo como ama el recuerdo al llanto o como ama el beso a su nombre. Te amo como esas gaviotas que aman al mar y deciden morir tragadas por una ola.

LA QUE CREE: (Sonriendo comprensiva) Nunca he entendido tus bromas. Son grises como tú.

EL QUE AMA: (Inclinándose patéticamente hacia ella) Es… es que no entiendo. ¿Por qué entre más me esfuerzo, más ridículo me siento? Soy un bufón empeñado en hacerte sonreír a costa de mis entrañas.

LA QUE CREE: No eres eso, tontito. (Bosteza) Creo que yo también tengo sueño. Es normal. La noche se está haciendo larga y el tren no llega. Además… hay que admitirlo, tú y yo no sabemos divertirnos.

EL QUE AMA: (Con una sonrisa nostálgica) Yo a tu lado olvidé al aburrimiento y a toda su familia.

LA QUE CREE: (Acercando sus manos al fuego) Yo también he sido feliz contigo. Doy gracias a la luna por haberte encontrado para que me divirtieras mientras él y yo estábamos lejos.

EL QUE AMA: …Esas noches, cuando tú y yo nos volvimos uno, creí que…

LA QUE CREE: (Su rostro se contrae en una mueca de asco) ¡Qué estás diciendo!

EL QUE AMA: ¡Sí, esas noches! ¡Esas noches! ¡Las malditas noches!

LA QUE CREE: ¡Dios, pero qué vulgar! ¡Cómo puedes tener el descaro! ¿Quién te ha dado el derecho de creer eso? Yo sólo he sido una con él. Nunca me atrevería a…

EL QUE AMA: ¿Entonces quién estaba ahí cuando dijiste mi nombre?

LA QUE CREE: ¡Su rostro!

EL QUE AMA: ¿Y dónde estuve yo?

LA QUE CREE: Lejos. ¡Solo!

EL QUE AMA: ¿Por qué de repente hace tanto frío? (Se mira con espantado asombro) Dios mío. Dios mío. ¿Quién me ha desnudado? ¿Por qué estoy desnudo?

LA QUE CREE: ¿Oyes? Es el tren, el tren se escucha a lo lejos.

EL QUE AMA: (Riendo de pronto con desesperación) Soy esa cerilla que arde con el único propósito de verme extendida algún día. Toma ese tren. Y que tus desgracias lleguen a mis oídos.

LA QUE CREE: No entiendo qué te pasa. Es el hambre la que nos hace decir locuras.

EL QUE AMA: ¡Encontrarás a tu luna escondiendo el amorío que tiene cada noche con la marea!

LA QUE CREE: ¿Por qué eres cruel de repente? Nuestra amistad era perfecta.

EL QUE AMA: ¡Y que cada noche la luna te diga palabras como enredaderas! Y que tus besos se combinen con los de la marea. (Cae exhausto de rodillas) No puedo ser él. No puedo ser grande y frío, y poderoso. Cuando estás cerca mis piernas tiemblan y mi corazón crece y no lo aguanto, y mi alma se vuelve una ascua solitaria.

LA QUE CREE: Cuando te conocí eras como él. Quizá más grande.

EL QUE AMA: Ése no era yo. Era la máscara del dios Pan. Cuánto la necesito… Yo te di cada órgano, cada respiración. Sabiendo que así me haría más y más pequeño.

(Por un lado llega un tren. Es un tren viejo, oxidado. El motor cansado empuja con poca gracia)

LA QUE CREE: ¡Ha venido! Mi tren. El tren de la luna. ¡Pero mira qué precioso es! Oh, si no tuviera tanta hambre, seguro podría verlo mejor.

EL QUE AMA: Sí… es bonito.

LA QUE CREE: ¿Y… y qué mas?

EL QUE AMA: El conductor es Gabriel, el arcángel.

(El maquinista asoma la cabeza. Es un gordo sucio y malencarado)

EL QUE AMA: Deberías subir. Siento tanto todo.

EL MAQUINISTA: ¡Pasajeros con destino a la decepción y el vacío, aborden ya!

LA QUE CREE: Me llaman; eso decía en mi boleto: un viaje directo a la felicidad eterna.

EL QUE AMA: (Llorando) Lo siento tanto, tanto. Tu luna me ha vencido. Sólo me queda… (Toma el corazón entre sus manos y se lo entrega) Ten, te calmará el hambre en lo que llegas.

LA QUE CREE: ¿Guardaste esto para mí? ¡Gracias! En verdad gracias. (Toma el corazón y le da una mordida. Él desfallece pero finge una sonrisa. Ella guarda torpemente el corazón en su saco) Qué bueno eres.

EL QUE AMA: Ojalá y no lo hubiera sido para que me amaras.

EL MAQUINISTA: Vámonos, no nos queda tiempo, todavía hay que recoger a muchos.

EL QUE AMA: Ve. Y que los ángeles se apiaden de mi cobardía.

LA QUE CREE: (Muy contenta) Me voy. Gracias por ser mi amigo. Deja que te abrace. (Lo toma entre sus brazos y lo rodea con fuerza. Se escucha cómo se rompen los huesos del joven. El abrazo se hace cada vez más fuerte hasta que él poco a poco se va desmoronando, quedando al final, sólo un montoncito de polvo. Ella mira a ambos lados) Vaya, qué maleducado, se fue sin despedirse. (Encoge los hombros y sube al tren).

OSCURIDAD

__________

URIEL MEJÍA VIDAL es licenciado en Literatura Dramática por la UNAM. En 2015 resultó finalista en el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, y ese mismo año ganó el Concurso de Crítica Teatral Paso de Gato. Actualmente es becario de la FLM en el área de dramaturgia.

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Número 337, Mayo

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