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Cuerpos de la luz

Los cuerpos de la luz mueven las cortinas de mi sala.

El viento, de vez en cuando, despeina sus cabellos.

Los veo desde mi cama, recostado entre las sombras.

Los invito a pasar y hago gestos con la mano.

Están aquí, junto a mí, respirando entre las sábanas,

luminosos, jadeantes, sin palpar,

encienden este departamento

a oscuras.

Bisagras

Últimamente las puertas rechinan

cuando estoy cerca de ellas,

su marco salta, se conmueve,

como si algo las impulsara

a buscar más aire.

Sus cristales, cuando los tienen,

vibran como si asustaran al polvo.

Algunas se abren y otras se cierran,

los pernos parecen

dictar sus movimientos.

Y yo no sé

si voy llegando

o voy saliendo.

Estoy seguro

de que falta aceite

y que hay algo roto

muy cerca,

tal vez detrás

o demasiado

adentro.

Azúcar

Tenemos prisa y el tarro se cae.

Es conveniente decir “se”,

partícula pronominal,

animal neutro,

perezoso,

comodín que nos libra

de flexiones incómodas,

personales,

puntillosas,

como vidrios

que ahora

recojo,

en cuclillas,

sin escape.

Jenga

Fuera de lugar, en un hotel donde nadie llama,

juego contra una lámpara de sombra.

Un laberinto en cada pieza se desliza

y abandona a rastras la cuadrícula de su sitio.

La torre se inclina y sueña con caer por la ventana.

Yo también soy una pieza que tiembla en el balcón. EP