Becarios de la FLM: Deambulaciones y senderos de lecturas

Dice el filósofo y pedagogo Jorge Larrosa que las lecturas tienen la capacidad de formarnos, de de-formarnos y de trans-formarnos.1 Comparto esta y otras ideas del escritor pues, como él o, más bien, gracias a él, considero que el acto de leer concebido como experiencia implica un viaje en el que se suspende el afuera para aprehender […]

Texto de 23/08/16

Dice el filósofo y pedagogo Jorge Larrosa que las lecturas tienen la capacidad de formarnos, de de-formarnos y de trans-formarnos.1 Comparto esta y otras ideas del escritor pues, como él o, más bien, gracias a él, considero que el acto de leer concebido como experiencia implica un viaje en el que se suspende el afuera para aprehender […]

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Dice el filósofo y pedagogo Jorge Larrosa que las lecturas tienen la capacidad de formarnos, de de-formarnos y de trans-formarnos.1 Comparto esta y otras ideas del escritor pues, como él o, más bien, gracias a él, considero que el acto de leer concebido como experiencia implica un viaje en el que se suspende el afuera para aprehender lo leído; es decir, significa bajar la guardia ante los textos y dejar que estos nos alcancen, nos remuevan o nos tumben. Hay lecturas que solo nos tocan superficialmente, pero existen otras que nos devastan y que nos hacen resignificar el mundo; probablemente esto no ocurre siempre, sino solo “cuando confluyen el texto, el momento y la sensibilidad adecuadas”.2

En el país de las letras

Mis recuerdos como lectora temprana son escasos, solo conservo de manera difusa algunos fragmentos de los textos de la SEP y un libro-objeto que compartía con mis hermanos: El país de las letras.

Con este libro supe de la importancia y del placer de la lectura compartida. Nunca fui una lectora precoz; sin embargo, uno de los recuerdos más felices que conservo de mi niñez es del momento en que mis hermanos y yo abríamos aquel libro en la sala de la casa de mis padres para observar cómo pasaba la vida en aquel país de letras.

Ana, Sacco, Vanzetti y la nostalgia

Siempre he tenido una particular preferencia por los textos que tienen que ver con el dolor y la nostalgia. Quizás esto se deba a que los primeros libros gordos que llegaron a mis manos fueron Diario de Ana Frank y La pasión de Sacco y Vanzetti de Howard Fast.

Leí ambas novelas cuando estaba en la secundaria y recuerdo que entonces pensaba en el dolor que padecieron los protagonistas de los textos. No me podía explicar cómo alguien había sufrido tanto, pero la impresión y el terror fueron más grandes cuando me enteré de la veracidad de ambas historias. Me sorprendí por el desconsuelo retratado en los relatos, pero también por la capacidad y la función de la palabra como talego memorioso.

Ambas obras son importantes en mi historia lectora porque desde entonces he privilegiado en mi elección la narrativa de corte realista.

Lorquiana y decimonónica

Después de Ana Frank y de Sacco y Vanzetti, pasé otro par de años sin acercarme asiduamente a los libros; sin embargo, hubo una época que definió mi interés literario: la preparatoriana.

Fue en las clases de Literatura donde encontré la obra de Federico García Lorca, primero en su faceta de dramaturgo y luego en la de poeta. Lorca es un escritor al que regreso constantemente desde que tengo quince años, sobre todo al Romancero gitano. A menudo recuerdo sus versos y no hay una sola vez que no me emocione releerlo: por versos, por estrofas o completo.

El primer año en que leí constantemente fue a los dieciséis. No por un impulso nato, sino porque mi profesor de Literatura Universal era muy entusiasta y nos propuso leer nueve libros durante el año escolar. La idea me pareció buena, pero con mis hábitos lectores temí no poder con la carga. Al final, no logré leer los nueve libros, pero sí siete de los que propuso. Según recuerdo, todos me gustaron mucho, pero los que me llegaron hasta el alma fueron los decimonónicos: Crimen y castigoPapá Goriot y La dama de las camelias.

Además de lo abrumadoras que me parecieron las historias, confirmé mi preferencia por la reflexión del sufrimiento en la literatura y por la construcción de personajes problemáticos como Raskolnikov, Rastignac y Margarita Gautier.

Las orugas y las crisálidas

Mi predilección por los textos decimonónicos iniciada en la preparatoria no se limita a la literatura europea, también la tengo en la mexicana. En los textos del siglo xix me gusta observar la manera en que se gestó la idea de identidad nacional a través de las letras. Por ello, leí durante mucho tiempo a José Tomás de Cuéllar y, además, lo elegí como autor a estudiar en mi tesis de licenciatura.

Considero que el proyecto literario de Cuéllar rebasó por muchas razones la simple imitación de la Comedia humana de Honoré de Balzac. Además, su literatura resulta muy vigente: los personajes que retrata parecen estar luchando todo el tiempo por querer ser lo que no son y terminan por convertirse en espejismos, en simulacros de una idea de ciudadano. En la narrativa de Cuéllar existen reflexiones profundas acerca de la formación del mexicano desde que, como él lo indica en Historia de Chucho el Ninfo, éramos crisálidas.

Argèles-Gazost

La primera vez que escuché sobre Antonio Lobo Antunes fue por un amigo; entonces no pude leerlo, sino hasta que la vida me llevó a pasar unos meses en la soledad de un pequeño pueblo en los Altos Pirineos: en Argèles-Gazost.

Allá no había mucha gente con quien hablar y tampoco tenía internet. Lo único que poseía era un teléfono celular con radio. Así que cuando me sentía un poco sola escuchaba las emisiones de France Culture. En una ocasión entrevistaron a Lobo Antunes. Cuando me di cuenta de quién era el invitado de la noche, detuve lo que estaba haciendo en la computadora y atendí la transmisión con mi atención completa.

Antunes habló sobre su experiencia en la guerra de Angola: “Nadie gana una guerra, ahí todo el mundo pierde”; “me casé antes de enlistarme porque pensaba: si tengo un hijo, no muero, me aferro a la vida”. Y mientras lo oía pensaba que tenía que leerlo pronto.

No tardé mucho en hallar Acerca de los pájaros. Me sumergí en el texto en medio de la soledad de aquel pueblito y sucedió lo que decía Larrosa: convergieron el texto, la sensibilidad y el momento adecuados para que la novela se convirtiera en uno de los textos que han marcado mi vida y mi escritura.

Acerca de los pájaros relata los últimos cuatro días en la vida Rui S. Hay una profunda inmersión en la conciencia y en los recuerdos del personaje. El lenguaje es exquisito y la prosa sumamente poderosa. Los lectores conseguimos compenetrarnos con el personaje y sentir que nosotros somos los que poseemos la tristeza y el desamparo de Rui. Probablemente por eso y por la circunstancia en la que leí el libro, Lobo Antunes se ha vuelto uno de mis autores predilectos.

La prosa de Antunes es aplastante, por ello, cada vez que termino de leer una de sus novelas, necesito levantarme el ánimo con otro tipo de narrativa, con una que me ayude a respirar y a recobrar la fe en la humanidad; entonces es cuando me refugio en los textos Goran Petrovic’.

La narrativa del autor serbio me transmite esperanza y me hace sentir, gracias a la inocencia de sus personajes, que el mundo siempre puede ser mejor de lo que parece a simple vista, que las personas podemos encontrar sosiego cuando usamos la imaginación y que la literatura siempre será una vía para conseguirlo.

Para cerrar la presente trinidad de autores, mencionaré a un escritor francés que se ha convertido en parte de mis imprescindibles, me refiero a Pascal Quignard. En los relatos y ensayos de Quignard encuentro la importancia de la precisión de la palabra. Sus textos son de una erudición apabullante. Cada vez que avanzo en sus páginas aprendo algo nuevo de autores clásicos o contemporáneos.

La lista de lecturas pendientes en mi vida es inmensa y crece todo el tiempo, supongo que poco a poco iré tachando nombres en ella y no puedo predecir su término porque quizá ni lo deseo, pero lo que sí puedo asegurar es que continuaré el camino inmediato por la obra de Antunes, Quignard y Petrovic’.  ~

1 Jorge Larrosa, La experiencia de la lectura: Estudios sobre literatura y formación, FCE, México, 2003 (Espacios para la lectura), pp. 25-26.

2 Ibíd., p. 40.

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PAMELA FLORES (Ciudad de México, 1986) es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Ha colaborado en algunas publicaciones periódicas de esa universidad. Es narradora y traductora. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de narrativa.

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