Dibujé esta radiografía de pausas a partir del ensayo “La estética del silencio” de Susan Sontag. Cada una de sus comas, puntos y coma, dos puntos, puntos y seguido, y puntos y aparte conforman una partitura. Tal como lo sentencia Sontag: “Sin la polaridad del silencio, todo el sistema del lenguaje fracasaría”. Al imaginar el mecanismo invisible detrás del texto, esta traducción visual propone leer desde el lado negativo de la escritura.
El silencio es el supremo gesto ultraterreno del artista: mediante el silencio, se emancipa de la sujeción servil al mundo, que se presenta como mecenas, cliente, consumidor, antagonista, árbitro y deformador de su obra.
Las nociones de silencio, vacío y reducción bosquejan nuevas fórmulas para mirar, escuchar, etcétera… fórmulas que estimulan una experiencia más inmediata y sensual del arte, o enfrentar a la obra de arte con un criterio más consciente, conceptual.
Al postular el silencio y la reducción, el arte comete un acto de violencia contra sí mismo, se convierte en una especie de automanipulación, de conjuro mediante lo cual intenta alumbrar estas nuevas formas de pensamiento.
No se trata sólo de que las palabras sean, en última instancia, inservibles para traducir los fines supremos de la conciencia; ni siquiera de que se interpongan en el camino. El arte expresa un doble descontento. Nos faltan las palabras, y las tenemos en exceso.
Sin la polaridad del silencio, todo el sistema del lenguaje fracasaría.
Todas las citas pertenecen al ensayo de Susan Sontag, “La estética del silencio”, de su libro Estilos radicales, traducción de Eduardo Goligorsky, Punto de lectura, Madrid, 2002
Verónica Gerber Bicecci, La estética del silencio, marcador de acrílico, gesso y lápiz s/papel, 17 partituras: 28.4 x 21.2 cm; clave visual: 14.2 x 21.2 cm; libro: 28.4 x 21.2 cm, 2019.
*Esta serie se presentó en Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao como parte de la exposición Never Real / Always True (del 14 de marzo al 22 de septiembre, 2019).