I
Pandicular es un proyecto fotográfico de caminata, curiosidad y observación. Comenzó en mayo de 2021, en la Ciudad de México, y ha pasado por varias justificaciones. Su primer nombre tentativo fue Nunca llegaremos al quinto partido, y buscaba evocar los errores que nos han impedido avanzar en el camino de la gloria futbolística. Pero no quise que fuera tomado solamente con humor, así que opté por Pandicular. Ahora les cuento de dónde viene.
El motor de aquel incipiente proyecto fue la caminata. En una ciudad dislocada por la plaga, salir a caminar mariguano se volvió una de mis escasas herramientas contra la locura. En ese entonces, yo vivía en la colonia San Juan, a dos cuadras de la emética Del Valle. Emprendí la observación de sus edificios y la conducta de sus gentes con ojo de viajero o de antropólogo amateur. Y un día, por inercia, comencé a usar la cámara para constatar lo visto. Werner Herzog, quien caminó de Múnich a París para encontrarse con un amigo moribundo, dijo una vez: “El mundo se le revela a quien viaja a pie”.
Si la caminata fue el motor, los glitches —esas descosturas del mundo sensible— se volvieron el motivo de esa caminata. Esos resquicios son el recordatorio de que vivimos en una matrix, son el tropezón de dios, o tal vez el guiño del diablo: la migaja que la elusiva consciencia deja en el camino para que la persigamos. Las primeras tres fotos de Pandicular (1, 2 y 3), por ejemplo, fueron tomadas en el Costco de San Antonio. En ellas vemos cajas arrugadas, productos mal colocados, coloridos macarrones franceses infinitos, desorden en un lugar que basa su encanto en la pantalla de la modernidad, mezcla de hipereficiencia, pulcritud y explotación.
Más en el fondo de Pandicular hay una angustia muy sencilla: cada partícula del mundo de los vivos se nutre de dolor y explotación. Esa ansia me persigue y necesito que nos persiga a todos. La imagen del cuarto post fue tomada en eje 6 sur: retrata las espaldas de un grupo de personas —de esas que se desplazan del oriente de la CDMX a la Del Valle a cambio de dinero y gestos de desdeño— esperando su autobús, sentados en bolardos de concreto, en una banqueta muy angosta.
He construido Pandicular con ojos de asombro, pero también ojos de burla: “¡Ja! ¡Idiotas! ¡Su belleza no está intacta! ¡Su sistema es una farsa!”. Esa burla que comenzó en el corazón de la alcaldía Benito Juárez se ha extendido al otro lado del planeta.
II
La segunda mitad del proyecto ha coincidido con mi mudanza al Cairo, donde vivo con mi pareja desde mayo de 2022. Apenas comencé a publicar fotos de Egipto, algunas personas me hicieron notar los parecidos con la Ciudad de México. Y es cierto:
El Cairo – nubes + polvo + gatos callejeros = CDMX
Hay demasiados paralelismos: las arquitecturas abusivas, el nada aleatorio descuido, las no-coincidencias. Las rígidas supersticiones y la precaria voluntad que sostienen nuestros sistemas.
Llevo meses creyendo que Egipto es el México del pasado. Sin embargo, la marcha morenista rumbo a la militarización me hace pensar que Egipto es el futuro, con su capitalismo de compadres uniformados, su neoliberalismo de pueblo, su queretarización del espacio habitable, su nada-explotable-me-es-ajeno, sus jenízaros haciendo tuits y política pública, y sus más de 60 mil prisioneros políticos.
III
Mi amiga Karla me escribió el otro día: “¿Qué es Pandicular? ¿Es el antipoema?” Le contesté: “La verdad es que sí y no importa cuánto intente que sea æsthetic, nunca lo lograré porque siempre prefiero quedarme del otro lado. Es tan antipoema que se ha vuelto normal, cotidiano”. En un ecosistema como Instagram —que vive de destazar la atención de sus usuarios— Pandicular —que trata de recuperar esa atención— pasa muy desapercibido. Karla me contestó con esta cita sobre Nicanor Parra de Roberto Merino que encontró en Plano americano, de Leila Guerriero:
Los poetas hablaban desde las alturas del monte Sinaí, pero Parra habla desde otro lugar. Igual, hay algo engañoso ahí, porque no creo que sea poesía popular. El texto está puesto al servicio de algo muy sofisticado.
Me llenó de orgullo, pero también de tristeza: Pandicular nunca será famoso. Y nunca lo será a pesar de que en el corazón de mi creación hay un amor profundo por usar los sentidos —esas linternas de la materia para moverse en la oscuridad—. No en vano he usado estas palabras de Juan José Saer para la bio de Pandicular: “La nitidez sensorial provoca, provisoria, el olvido del abismo, permitiendo que se instale, casi enseguida, la alegría, la agudeza”.
IV
Pandicular es un verbo que derivé del sustantivo pandiculación, “acción y efecto de estirarse o desperezarse”. Su primo cercano es pandear, “torcerse encorvándose”, y el animal que mejor pandicula en esta tierra es el gato. Pero ¿qué es un gato? Un gato es un animal que, entre el acto de dormir y ser curioso, pandicula. La mirada y la contemplación precisan que nos espabilemos.
A manera de posdata
Este proyecto no habría sido posible sin mi descubrimiento de la fotografía escultórica del angelino Trevor Hernandez. Échenle un ojo: @gangculture.
El Cairo, 2022