Gina Arizpe: Sin huella

Galería y entrevista con la artista mexicana Gina Arizpe.

Galería de  21/04/22

Tiempo de lectura: 8 minutos

Gina Arizpe se autodefine como una persona que se dedica a hacer arte, a quien le interesan las problemáticas sociales y el espacio público. Con su propuesta artística cuestiona los límites físicos y sociales a los que está sometido el cuerpo en las sociedades contemporáneas: la violencia de género, la migración, las personas en condición de calle, el esfuerzo laboral, las desapariciones forzadas, la falta de vivienda… 

A partir del 20 de abril, presenta la exposición Sin huella en la Galería Rampas del Museo Universitario del Chopo. Conversamos con ella sobre su obra y esta exposición que incluye instalación, foto y video, y también presentamos una valiosa galería de su trabajo.

Gina Velázquez (GV): Sin huella reúne un cuerpo de obra de los últimos diez años de tu producción como artista en solitario, ¿cómo ha cambiado tu forma de trabajar luego de haber formado parte del colectivo marcelaygina (1997-2010)?

Gina Arizpe (GA): Con Marcela Quiroga, formé el colectivo marcelaygina desde 1996-97 hasta 2010, y las diferencias en la forma de trabajo son profundas. Siempre he dicho que el trabajo en colectivo funcionaba como una especie de seducción: tú tenías una idea, pero esa idea la compartes por medio de diálogo con tus compañeros y se va formando entre todos un algo que está fuera de ti. Entonces en el asunto de la autoría no se sabe qué parte pusiste tú, qué parte puso el otro. Y sí hay un despegarse, no existe el autor como tal; es desde una colectividad. Cuando decidimos separarnos en 2010, el mayor problema que yo sentía —porque Marcela se dedicó más a la academia, yo quería seguir haciendo arte— fue el diálogo, porque yo estaba muy acostumbrada a construirlo. Así que tuve que aprender a dialogar conmigo misma, dialogar con otras personas, con otros colegas de otras áreas, y asumir que yo soy la única responsable de lo que hago.

GV: Tu obra se caracteriza por incluir, indiscutiblemente, un elemento social y público, o bien aborda problemáticas actuales más graves tal vez las más urgentes como feminicidios o desaparecidos, ¿por qué decides enfocarte en ese aspecto de la realidad?

GA: Para mí, como artista, el arte tiene esa función: hablar del contexto en el que nos ha tocado vivir. Yo no sé hacer arte de otra manera. Desde mi formación, en la Universidad Autónoma de Nuevo León, creo que hubo un gran impulso por hacernos conocer el espacio público y ubicarnos dentro de los contextos. Moldear nuestro cuerpo para desde ahí plantear una posición política. Es lo que yo sé hacer. Mi pensamiento se ha desarrollado desde la comprensión del contexto. Las problemáticas que abordo tienen que ver con el reconocimiento del espacio público y el contexto. 

También me interesa detenerme a pensar esas problemáticas actuales. Vivimos en un país que está tan convulsionado y está tan lastimado que es imposible acceder a también yo invisibilizar el problema. Yo creo que, si me remonto a mis inicios, con marcelaygina teníamos una actitud frente a los social, pero desde una inconformidad y el reconocimiento de que éramos mujeres, y éramos mujeres de clase media que no teníamos contactos en el arte, que éramos de Monterrey… un montón de cosas que nos hacía forzar el espacio de lo real, jugando. Pero con el paso del tiempo, nos dimos cuenta de que las cosas no estaban para jugar. En 2006, hicimos un primer acercamiento, viajamos juntas a Nuevo Laredo. En ese momento empezaba la crisis de violencia de Calderón, y Nuevo Laredo empezó a ser un lugar muy muy difícil. Yo creo que ahí cambió de alguna manera: una no puede seguir jugando. Hay cosas superserias que suceden y que hay que hablar de ellas; por lo menos, tratar de hacerlo seriamente.

“Mi pensamiento se ha desarrollado desde la comprensión del contexto. Las problemáticas que abordo tienen que ver con el reconocimiento del espacio público y el contexto”.

GV: Otra característica de tu obra en solitario es que en algunas piezas te involucras con las personas que participan; por ejemplo, cuando trabajaste con un niño trompetista en Progreso (2019), o con un herrero en Empleo temporal (acceso) (2019-2021). Entonces, ¿consideras que tu arte sigue siendo, en cierto sentido, colectivo o colaborativo?

GA: Sí, es colaborativo en algunas piezas. Por ejemplo, don Tomás es un herrero que me ha ayudado a construir una pieza desde 2019. Él no me propone qué hacer ni hacer cambios o modificaciones; él construye lo que le pedí que hiciera. De alguna manera, en la pieza Empleo temporal (acceso) yo lanzo una pregunta: dentro de las cadenas laborales del crimen organizado, ¿quién produce esos objetos que son ponchallantas que utilizan para detener en las persecuciones o para asaltar o secuestrar?, ¿quién hace esos objetos? De principio, es un oficio totalmente honesto que por necesidad pudiera caer en esta cadena laboral. Entonces, cuando yo llego con don Tomás y le encargo hacer esto, con el tiempo, él empieza a darse cuenta de qué es lo que está haciendo, para qué se utiliza ese objeto, y se establece un diálogo con él: se asegura de que no voy a hacer mal con este objeto, pero sigue produciéndolo. Durante la pandemia, hacer estos objetos era una de sus principales fuentes de ingresos. Entonces depende de la persona con la que esté trabajando cómo se produce la colaboración, pero generalmente yo les pido algo.

Por otro lado, está el caso de Fragilidad estructural (2021-2022), con la señora Lupita Miranda. Ella trabajaba barriendo en las obras, en la industria de la construcción; por la pandemia, ya no la contrataron porque es de la tercera edad. Ella resolvió que sabía hacer casas de cartón, y empezó a hacer casitas de cartón y las intercambiaba por despensas. Yo entré en contacto con ella, pero ella ya estaba produciendo el objeto. Yo dejo que ella haga lo que sabe hacer, que las decore como sabe decorar. Lo que hice fue acercarme a ella y accedí al trueque que ella estableció.

GV: En la serie “Nombres y coordenadas” (2016-2022), abordas la violencia de género en México, específicamente los feminicidios. Presentas los nombres de las mujeres asesinadas en cada estado de la República Mexicana. ¿Qué nos puedes comentar sobre esta serie?

GA: La temporalidad de esta serie comienza desde que empecé a recuperar datos, en 2016, a excepción de Ciudad Juárez donde se pueden leer nombres desde 1985 hasta 2019. Destaca que en Estado de México recupero nombres de mujeres asesinadas entre 2016 y 2019, y con estas dos ciudades tenemos una comparativa que es muy fuerte: la temporalidad de Ciudad Juárez es una muy amplia y la de Estado de México es bastante corta. Al ver la densidad del dibujo de Estado de México es casi la mitad de la densidad de la problemática de Ciudad Juárez. En ese ejercicio de hacer visible ese problema, quería mostrar esas densidades. En los 34 dibujos se ve que, por ejemplo, Baja California tiene una densidad muy pequeña; entonces uno se pregunta, ¿será cierto que hay tan pocas? Si investigas tantito, te das cuenta de que no hay registros, no hay alerta de género, o hay una gran cantidad de mujeres desconocidas. Nos habla también de esa otra problemática, de lo institucional. La primera semana de abril había 15 reportes de mujeres desaparecidas nada más en Monterrey, en menos de un mes. Todos los días hay estas noticias, y por lo menos tenemos que tomarnos un segundito. Yo siento que, como sociedad, somos corresponsables, porque por mucho tiempo señalamos a Ciudad Juárez como ese punto podrido del país; “las muertas de Juárez”, como si fuera algo de allá. Y a lo largo del tiempo hemos visto cómo eso se replicó en todo el país, y es un problema incontenible, al que nadie le pone solución, y tiene una complejidad inabarcable. Uno se pone a ver el caso González y otras (Campo Algodonero) vs. México, el caso que se mandó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el que ganaron los familiares y Felipe Calderón tuvo que salir a pedir perdón. En ese caso demandaron al Estado por no haber hecho nada; en el caso de María Fernanda en Monterrey, pasó exactamente lo mismo: no hicieron nada. Ahí la corresponsabilidad es de todos como sociedad, pero también del gobierno. Nunca hubo una solución a ese fenómeno, pero tampoco en casos actuales, ni prevención, y el gobierno sigue haciendo nada y nada.

“Yo pretendo que la gente se acerque sin miedo y en ese acercarse se dé cuenta de qué es lo que está viendo, algo tiene que suceder”.

GV: ¿Cómo crees que el arte puede transformar la perspectiva de quien conoce tu obra, o cómo quisieras que influyera?

GA: No me interesa dar bofetadas de realidad. Son temas fuertes, pero creo que tengo una manera de transformar las cosas, no de suavizarlas, sino de utilizar lo estético, el campo de lo estético, para transformar las cosas y que de alguna manera te invite a observarlas. Yo pretendo que la gente se acerque sin miedo y en ese acercarse se dé cuenta de qué es lo que está viendo, algo tiene que suceder. Sabemos que el arte tiene límites muy claros; la realidad nos rebasa; el arte puede ser un instrumento. Yo siempre he dicho que intento ser mejor cada vez que hago algo, si eso le toca a alguien más, pues está increíble. Pero el campo del arte sigue siendo muy limitado.

GV: ¿A qué público está dirigida tu exposición?

GA: Es una exposición para todo público; es una en la que a mí no me interesa resaltar el lado chocante o alarmante de las temáticas, sino que me interesa atraer para que de alguna manera algo pase en los demás, para que reflexionen. Yo creo que es una exposición que puede ser interesante para todas las personas. EP

DOPSA, S.A. DE C.V