Aunque me he interesado por temas ecológicos toda mi vida, fue durante una breve residencia artística en Tlacotalpan que tuve la oportunidad de observar una de las ya cíclicas inundaciones que sumergen paulatinamente al pueblo entero. Poco después, durante un momento de tremenda agitación personal en mi vida, decidí abandonar el cuadro de gran formato en el que estaba trabajando, abrir un paréntesis y salir de mi estudio para recorrer una cantidad considerable de reservas naturales y parques ecológicos por todo México. Ostensiblemente, mi intención era reconfigurar la relación milenaria entre arte y naturaleza bajo el signo de nuestros tiempos, dado que hoy día nuestra contemplación de la tierra se ve teñida por la melancólica certidumbre de que muy pronto aquellos paisajes que tanto admiramos dejarán de existir. Esa sucesión de viajes formarían los capítulos de un ciclo épico, en el sentido de que buscaba yo lograr con ello la transformación de mi ser, una especie de reencarnación en vida que años después celebraría con la transformación de aquel cuadro de gran formato en el Avistamiento del diablo en el Café Nuevo Brasil. Una de las realizaciones muy gratas de esas exploraciones fue el darme cuenta, a la hora de revisar mis archivos fotográficos, que México no es solamente aquel paisaje desértico que figura en la época dorada del cine nacional, sino un país muy verde –el quinto más biodiverso del mundo, ni más ni menos. Quise celebrar eso con el mosaico de Nostalgia verde, pero también quería que fungiera como una advertencia. De allí que formulé el concepto de una “desinstalación” en la cual compradores individuales pudieran seleccionar qué fragmentos del gran mosaico querían llevarse, en un proceso que refleja el checkerboarding o eliminación sistemática de parcelas que acaba con nuestras áreas verdes. Lo que se va revelando por debajo conforme los cuadros verdes van desaparecido es un poema visual que contiene una advertencia sobre las terribles consecuencias de la devastación ecológica. De allí que el verde y rojo remiten no solo al “sí” y “no” de ese semáforo ético, sino también a los colores patrios.
Tanya Huntington
Tlacotalpan I
2008
Óleo sobre tela
40 cm x 40 cmTlacotalpan II
2008
Óleo sobre tela
175 cm x 160 cm