Carlos Soriano Cienfuegos nos habla de su reciente libro, La simbología política y cultural de la Virgen de Guadalupe, donde aborda cómo la imagen y el culto de la Virgen han sido empleados como elemento político e identitario en diversos episodios de la historia nacional.
Una Virgen muy mexicana: Entrevista a Carlos Soriano Cienfuegos
Carlos Soriano Cienfuegos nos habla de su reciente libro, La simbología política y cultural de la Virgen de Guadalupe, donde aborda cómo la imagen y el culto de la Virgen han sido empleados como elemento político e identitario en diversos episodios de la historia nacional.
Texto de Carlos Soriano Cienfuegos 12/12/24
Es difícil negar que la Virgen de Guadalupe destaca como uno de los símbolos de la mexicanidad, al lado del lábaro patrio y el himno nacional. Más allá de su dimensión religiosa y sacra, su imagen es ampliamente reconocida —por creyentes y no creyentes— como un pilar donde se sustenta la identidad y cultura mexicana. Su influencia y devoción se hacen manifiestas especialmente el 12 de diciembre, fecha en que se le rinde culto como una figura protectora.
Por ello, Este País conversó con el Dr. Carlos Soriano Cienfuegos sobre su reciente libro La simbología política y cultural de la Virgen de Guadalupe (Tyrant Lo Blanch, 2024), donde aborda, entre otras cosas, la manera en que el culto y la imagen de esta deidad han sido empleados como elemento identitario y político en diversos momentos de la historia de nuestro país.
Este País (EP): ¿Qué te motivó a abordar la simbología política y cultural detrás la Virgen de Guadalupe, y no otros aspectos como la estética o la sacralidad de su figura?
Carlos Soriano (CS): Lo que me motivó y la idea original surgen en el contexto del partido en el poder, MORENA, y su eslogan “La esperanza de México”, lo cual parecía ser una clara alusión a la Virgen de Guadalupe. Incluso el registro del Movimiento de Regeneración Nacional se efectuó un 12 de diciembre. Y me llamó la atención que un símbolo religioso o sacro en primer lugar fuera utilizado para un movimiento político. Luego, en esta investigación —que comencé más o menos en el 2020—, me di cuenta de que esto ha sido una cuestión presente en toda la historia de nuestro país, y que el culto y la imagen de la Virgen de Guadalupe están entrelazados con la mexicanidad. Por ello, no ceñí la investigación exclusivamente a MORENA, sino que me pareció interesante saber un poco más de la historia detrás de la imagen de la Virgen y su culto.
EP: La llegada y consagración de la Virgen de Guadalupe parece ser un fenómeno de superposición cultural; su culto reemplaza a otros previos. ¿En qué deidades prehispánicas y ritos encuentra correspondencia? ¿El hecho de que se celebre el 12 de diciembre coincide con alguna fiesta religiosa anterior?
CS: Las autoridades de estos temas han descubierto que hay una continuidad y una superposición entre el culto de la Virgen de Guadalupe y una deidad prehispánica, Tonantzin, quien es una diosa, una figura femenina, que también es madre.
Con respecto al día, según lo que revisé en los textos, me parece que el 12 de diciembre no coincidía específicamente con una festividad de Tonantzin, pero sí el lugar, el cerro del Tepeyac o —como le decían los primeros cronistas españoles que registraron estas cuestiones— Tepeaquilla. En dicho lugar sí tenía su sede el culto de Tonantzin. Por ello, en el primer capítulo del libro, hablo de los lugares que tienen un significado especialmente religioso. En este caso, los cerros, los promontorios, tenían dicho significado. Son espacios donde se cree que reside un poder especial, un poder espiritual; se asocian a un halo de sobrenaturalidad al estar por encima de un plano meramente terrenal. Y esto no solo sucedía entre la cultura azteca o mexica, entre los nahuas, sino que hay muchas coincidencias culturales en otros continentes, en otras latitudes, en otros momentos históricos.
EP: La Virgen de Guadalupe, así como otras advocaciones marianas, está vinculada con la imagen de la madre. Esta adoración recuerda a deidades de otros panteones donde se rinde tributo a figuras femeninas maternales; a la tierra misma, por ejemplo. ¿En qué crees que radiqué la potencia de esta imagen maternal y su amplia aceptación?
CS: Incluso recuerdo que esta representación de la tierra como diosa es antiquísima, por allá de Anatolia y aquellas regiones donde parece ser que tiene origen la civilización tal y como la conocemos, con el neolítico, el sedentarismo, la construcción de ciudades y demás. Me parece que detrás de estas deidades hay una cuestión muy evidente: la fecundidad. Creo que esta fecundidad está asociada a la vida; y no solamente al origen de la vida, sino a la conservación de la vida. Seguramente, desde las primeras manifestaciones religiosas del género humano se habrán cuestionado por qué desaparece ese “aliento vital” de un segundo a otro; un minuto estamos vivos y al siguiente somos un cuerpo inerte. Y quizá esta cuestión también se asocia a los ciclos de la tierra, como vemos en la cultura grecolatina y figuras como Proserpina-Perséfone: el mundo, en invierno, está gélido, árido, gris, pero llega otra época en la que todo es renacer, revivir, un estallido de vida. Entonces, me parece que hay una explicación antropológica, de la propia humanidad, de por qué venerar la fecundidad, la vida y la madre, y asociar estos aspectos con una deidad femenina como la Virgen, la cual, si bien no es Dios, sí es una imagen religiosa.
Además, en el caso de la Virgen de Guadalupe —como pude darme cuenta en los textos que consulté—, el éxito o la fortuna de la implantación de su culto tiene mucho que ver con que sea una figura maternal, pues la conquista rompe el mundo y la cosmovisión de los pobladores originarios. Se hace referencia en el libro a Bernal Díaz del Castillo y las Cartas de Relación de Hernán Cortés, al prendimiento de Cuauhtémoc y a la confusión, devastación y destrucción de Tenochtitlán, lo cual no era solo la destrucción de un espacio arquitectónico y cívico, sino que significaba también la destrucción del cosmos del pueblo que residía en dicha ciudad. Entonces, el hecho de presentar el culto de una figura maternal al pueblo vencido, al pueblo conquistado, es también un elemento importante para la reconciliación, para hacer las paces —quizá en el sentido etimológico de ‘pactar’—, renunciar a la venganza y comenzar a fundar una nueva sociedad, un nuevo orden. Incluso se suele narrar que la Virgen, en sus apariciones, le habría dicho a Juan Diego: “No temas, ¿no estoy yo aquí, que soy tu madre?”; creo que es una forma de decir que este estado de “orfandad” no debe prolongarse, sino que aquí nadie es huérfano, ni tú ni tu pueblo.
EP: En tu texto aludes a algunos elementos simbólicos que rodean a la imagen de la Virgen, como el sol y las estrellas. ¿Podrías contarnos un poco sobre ello?
CS: Es un estudio amplio y muy específico que ha sido abordado desde hace tiempo; desde Cabrera, pasando por Bartolache y el propio Botturini, por ejemplo. Son muchos los elementos que se rescatan de la imagen. En mi libro no están desarrollados, puesto que guardan una relación directa con cuestiones más relacionadas con el punto de vista religioso, sacro, muchas veces como prueba de que la “imprimación”, como se dice, de la imagen de la Virgen es un milagro. Se suele decir, por ejemplo, que las constelaciones, las figuras de la Osa Mayor, del sol y la posición de la luna coinciden con las posiciones de los astros de aquel 12 de diciembre de 1531. La propia figura de la Virgen está eclipsando al sol, pues los rayos que hay detrás de su manto representan este astro. Esto tiene implicaciones importantes: en las culturas prehispánicas el sol es considerado como una deidad, pero ahora hay un “nuevo sol” que lo eclipsa; ahora la imagen que protege y que da calor no es el sol, sino la Virgen, quien además tiene un pie avanzando sobre la luna. Hay un número “8” que descubre Cabrera, me parece, el cual significa que estaba dentro de la octava de la aparición de la Inmaculada Concepción, que es el 8 de diciembre —la imagen de la Virgen de Guadalupe toma, como se narra en el libro, la imagen de la Inmaculada y se le van añadiendo otros símbolos.
Creo que son aspectos muy interesantes, pero en mi libro no están desarrollados. Estas cuestiones han sido estudiadas especialmente por quienes defienden el hecho de la aparición de la virgen como un milagro o por quienes dicen lo contrario, los “antiaparicionistas”, entre ellos el muy destacado Edmundo O’Gorman, quien reconoce ser antiaparicionista, pero también reconoce que la imagen históricamente tiene un significado incalculable; él mismo dice en su texto que su abuela es guadalupana y que respeta profundamente su devoción. Por eso no he desarrollado estos aspectos en mi escrito.
EP: En tu libro mencionas que el impulso del culto a la Virgen de Guadalupe en México podría haber tenido un carácter pecuniario: la búsqueda de limosna mediante una figura bajo la cual se sintieran identificados los mexicanos. De igual modo, la difusión de su imagen a través de fotografías certificadas podría esconder una búsqueda de lucro. ¿Estas acciones podrían desvirtuar su carácter sacro y afectar su devoción al volverla un “producto de consumo”, por así decirlo?
CS: Me parece que sí se puede desvirtuar la religiosidad, y no solo de la imagen de este culto, sino de cualquier otro. Aunque esto es más complejo. Me viene a la mente, como ejemplo de nuestra propia época —para no hablar, no sé, de la época de Lutero o cuestiones más remotas— que la Santa Sede, concretamente el Papa, expide bendiciones apostólicas. Las personas pueden tener en su casa una bendición del pontífice en turno: de Juan Pablo II, de Benedicto XVI o de Francisco; la bendición dice algo como: “Su santidad, Francisco, otorga la implorada bendición apostólica a la familia tal, etc.”. Se paga la expedición de esta bendición a una oficina del Vaticano, la Limosnería Apostólica. Claro está que estos procesos de expedición cuestan, pues hay gente trabajando en una oficina: personas que están tomando los nombres, otras que están haciendo con caligrafía los pergaminos, etc. Naturalmente hay costos, pero este servicio se presenta como una limosna. Además de cubrir los costos de la expedición, el dinero recaudado está destinado a las obras pías que la Iglesia Católica hace en el mundo: fundación de orfanatos, de hospitales, colegios, casas asistenciales y demás.
De una manera similar, me parece que el culto de la Virgen de Guadalupe es una fuente de ingresos importante para la Basílica. En el libro narro que hay un litigio, un pleito, porque en Extremadura, en Cáceres concretamente, hay un monasterio de la Virgen de Guadalupe al cual se le habían otorgado privilegios fiscales para la recaudación de estas limosnas; y cuando los monjes que custodian estos monasterios se dan cuenta de que en América hay cultos de la Virgen de Guadalupe, argumentan que ellos tienen el derecho de recaudación. Sin embargo, debemos entender que estas cuestiones de prebendas, privilegios, derechos, fueros deben ser explicados de muy distinta manera a como serían explicados el día de hoy. Es decir, el derecho moderno y contemporáneo es un derecho que iguala. El valor principal de los ordenamientos positivos modernos es lograr, alcanzar y promover la igualdad. Eso es completamente distinto en el antiguo régimen. Los ordenamientos y el derecho del antiguo régimen tienen otro valor: distinguir; tú eres noble, tú eres clérigo, tú eres artesano, tú eres comerciante, tú eres militar. Este litigio no debe entenderse, entonces, como lo entenderíamos nosotros, movido solamente por una cuestión capitalista-burguesa, sino que debe leerse, antes que nada, como la exigencia de un derecho que “es mío y de nadie más”; “voy a luchar por mi derecho, que es muy distinto al que tienen todos los demás y es un privilegio”. Así, se entiende por qué se emprende este litigio; claro está que también hay una motivación económica, pero me parece que pasa a segundo plano ante este pundonor jurídico del antiguo régimen.
Hay muchísimos casos semejantes, muy interesantes: en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, un canónigo llegó a levantar de la sillería, en el coro, a otro canónigo, y le dijo algo como: “Yo tengo derecho a estar sentado donde usted está sentado y se tiene que levantar porque el derecho lo tengo yo, y quiero que venga un notario que diga que usted está en mi silla”. En esta cuestión incluso cabe a quién se le debe dar la “paz” en la misa; ¿primero al virrey?, ¿al cabildo?… ¿El arzobispo tiene que acercarse al virrey o al revés? Toda esta cuestión hoy no se entiende del todo porque es otro modelo jurídico, de sociedad, de política, etcétera.
Entonces, sí, creo que hay una cuestión económica y sí me parece que se desvirtúa si se pierden estas obras pías. Bajo este modelo puede muy bien entenderse que, si van dos millones de peregrinos a la Basílica, esto implica que la Basílica tiene que estar abierta, iluminada, además de otros gastos como la plataforma mecánica que hace que se desplacen las personas, el vidrio antibombas, las losas que se desgastan por recibir tal cantidad de personas; se entiende que hay gastos de operación. Y también, dado que muchas de las personas que acuden a la Basílica van a pedir la intercesión de la Virgen para solventar algunas necesidades apremiantes, creo que la Basílica puede instaurar esas ayudas y limosnas. Sin embargo, comercializarlas sin más, sin todos esos otros elementos, sí me parece directamente un acto de comercio, muy contrario a la religiosidad.
EP: La Virgen de Guadalupe, como mencionas, se ha vuelto un fenómeno que trasciende fronteras. ¿En qué lugares se le rinde culto? ¿La devoción que se le profesa en otras naciones es similar a lo que sucede en México?
CS: A partir de su coronación pontificia a fines del siglo XIX y luego tras su nombramiento como “Emperatriz de América y Filipinas”, su culto ha sido propagado especialmente en todo el continente americano y en Filipinas. Recientemente —es decir, después de la publicación del libro, pues he continuado leyendo cosas al respecto—, me enteré de que, en América del Norte, la capilla más septentrional de la Iglesia Católica está dedicada a la Virgen de Guadalupe. En los últimos años, Estados Unidos ha considerado el culto de la Virgen de Guadalupe como un elemento muy importante para amalgamar y consolidar a la población migrante en dicho país. Entonces, los mismos obispos de la Iglesia Católica estadounidense han volteado a ver la imagen como un factor de comunicación con esa gran población migrante de origen latinoamericano que se encuentra viviendo ahí.
EP: Como mencionas, la potencia de la Virgen de Guadalupe como elemento identitario de los mexicanos es difícil de negar. Sin embargo, parece que en los últimos años otras figuras religiosas comienzan a tomar fuerza, como San Judas Tadeo, o incluso deidades asociadas al narcotráfico, como la Santa Muerte o Jesús Malverde. ¿Pueden volverse también ellas figuras identitarias y relevantes de la mexicanidad?
CS: Yo creo que la Virgen de Guadalupe tiene un arraigo ancestral, mucho mayor que estas figuras. También creo que es muy importante lo que apunta uno de los estudiosos del tema: “La virgen es uno de nosotros”. El presentar a la Virgen de Guadalupe con la tez morena, con rasgos indígenas o mestizos, contribuyó a la implantación de su culto. Hay autores que dicen: “nadie puede dudar de su tez morena, nadie puede dudar de sus rasgos indígenas”, de modo que podemos decir que es uno de nosotros.
Además, teológicamente hay una cuestión relevante con respecto al culto. Dios es uno solo en la religión católica, en el cristianismo. Y el primer mandamiento es: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Esto es muy importante para entender la cuestión del culto. Se dice en teología: “Incienso solo a Dios”, porque solo Dios puede ser objeto de un culto que se llama “latría”. La Virgen y los santos solamente pueden ser objeto de culto devocional, culto de “dulía”. Solamente se puede “idolatrar” a Dios, pero se puede ser “devoto” a todas las demás figuras religiosas, precisamente porque todas las demás figuras religiosas son “creaturas”, pero Dios es “increado”, es el principio que no tiene origen, es eterno. Entonces, entre la creatura y el creador hay una distancia inmensa. Por eso, “Incienso solo a Dios”, y para los santos un culto devocional, pero no un culto de latría.
Sin embargo, la Virgen tiene un lugar especial entre los santos en el orden jerárquico de la religión católica. El suyo es un culto de “hiperdulía”: hiperdulía para la Virgen, y dulía para el resto de los santos. ¿Por qué la virgen tiene una posición superior al resto de los santos? Porque es la madre de Dios y porque de todos los seres humanos creados en la historia es quien nació sin pecado original. Entonces, tiene una situación especial. La religión católica considera que María es electa ut sol; dentro de todo el género humano es escogida por el creador para ser madre de la encarnación de la segunda persona de la trinidad. Por ello, Dios le da el privilegio o el beneficio —no sé cómo se diga en términos teológicos— de nacer sin la mancha del pecado original como el resto de los mortales.
Y regresando a la pregunta, San Judas Tadeo es un santo muy importante, muy milagroso para los creyentes, muy venerado en México, además muy cercano a Jesús en sus días, pero siempre bajo el culto de dulía. Con respecto a la adoración de la Santa Muerte y del narcotráfico, estos me parecen directamente desvirtuaciones de los cultos ortodoxos.
EP: ¿Lo que mencionabas sobre el nacimiento de la Virgen sin el pecado original también se podría vincular con la fertilidad y la maternidad que la rodea?
CS: Exactamente. Puede parir incluso siendo virgen. Hay una cuestión muy interesante a propósito de eso. Obviamente no lo trato en el libro, pero recuerdo, por ejemplo, mis lecturas de Sigmund Freud, especialmente Totem y Tabú, donde se pregunta por qué el cristianismo triunfa avasalladoramente como religión en la humanidad. Vincula su respuesta con su tesis sobre Edipo, el incesto, la prohibición del incesto, el parricidio, etc. Dice que, en el catolicismo, la madre es virgen, por lo que se eliminan de entrada los celos carnales que tiene el hijo sobre el padre. Y luego, además, se come en la Eucaristía al propio padre y se le come porque se le ha crucificado, o sea, ha habido un sacrificio cruento. Freud dice que todos estos elementos, conscientes o subconscientes del ser humano, están representados magistralmente en la religión católica.
EP: Ante los cambios que están teniendo lugar en los últimos años donde parece que la idea de Estado y nación poco a poco está cediendo su lugar a una serie de conglomerados económicos que tienen poder supraterritorial, como las empresas multinacionales, ¿crees que la Virgen de Guadalupe resista como elemento identitario ante estas nuevas formas de codificar el mundo?
CS: Es una cuestión compleja. Creo que no solo la religión católica, sino que todas las religiones están en dificultades, en momentos críticos. Yo considero que, sumado a estos bloques económicos, a las migraciones, al abandono de localidades y de regiones enteras, hay cuestiones insoslayables, como el avance de la genética, el ADN, el hecho de si las especies estamos emparentadas unas con otras —y no solo con los primates, sino con todas las especies, con la mitocondria original. Creo que todo esto exige un replanteamiento.
Ahora, ¿subsistirá la religiosidad? Yo me preguntaría primeramente eso. Yo creo que sí, pues, como elemento cultural, la religión viene a satisfacer una necesidad humana. Creo que un mundo perfectamente racional, puro, ajeno a cualquier dogma, a cualquier misterio, a cualquier credo, a cualquier religión no es posible, y lo confirmamos cuando vemos que elementos culturales religiosos muy venerables, muy antiguos, tradicionales, que han explicado o que han dado razón de la historia de la humanidad entera son abandonados, pero luego son sustituidos por otros elementos religiosos, tal vez con menos arraigo, menos tradición, menos venerables, menos incorporados a la historia de la humanidad. Alguien podría decir que la Virgen de Guadalupe es un invento, pero tener en su cartera un trébol de cuatro hojas. Y no es una cosa criticable, sino que es un ejemplo de que hay una necesidad espiritual, y creo que esa necesidad se explica, ante todo, porque el ser humano muere y sabe que tiene los días contados. Quizá sea nuestra ilusión de querer trascender, de querer dejar algo, de no decir: “Todo se acaba aquí”. Sartre y muchos otros filósofos lo ponen muy claro: si no hay Dios, todo está permitido, porque todas las normas serían convencionales. Es decir, no habría ningún sustrato entitativo, porque si el ser humano es un animal como el resto, entonces también podríamos comportarnos como tales.
Creo que subsistirá la devoción a la Virgen. Y me parece que se puede explicar tanto en un plano antropológico, como teológico. En la religión católica, Cristo hace la promesa: “Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos”, por ejemplo, “el alfa y el omega”. Lo que quiero decir con esto es que hay también, para la perspectiva teológica y religiosa, una intervención que se llama “providencia” por parte de Dios en la historia de la humanidad. Estoy seguro de que los creyentes apostarían a la continuidad de estos recursos. EP
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