Recorridos entre hongos y saberes: el surgimiento del turismo etnomicológico

Daniel Salinas Córdova aborda las causas del creciente interés por los hongos comestibles y destaca la importancia del turismo etnomicológico.

Texto de 08/09/22

Daniel Salinas Córdova aborda las causas del creciente interés por los hongos comestibles y destaca la importancia del turismo etnomicológico.

Tiempo de lectura: 11 minutos

Como cada año, en muchos de los rincones del país, la llegada del verano trae consigo las lluvias; aguaceros y chubascos que hacen que los bosques en montes y cerros reverdezcan. El inicio de la temporada de lluvias también significa que los suelos de esos bosques empiecen a llenarse de unos seres muy especiales: los hongos. En los últimos años, ha habido un creciente interés por conocer y aprender más sobre ellos, lo cual ha sido aprovechado por varios proyectos autogestivos de diferentes comunidades indígenas para preservar, proteger y compartir los amplios conocimientos y estrechas relaciones que tienen con los hongos tanto dentro como fuera de sus comunidades.

Lo que comúnmente se concibe como hongos o setas —pensemos en los champiñones comestibles o en las casas de los pitufos— son en realidad los cuerpos fructíferos de organismos más grandes cuya finalidad es esparcir esporas para reproducirse. Estos maravillosos, pero aún muy incomprendidos organismos, no son ni plantas ni animales, sino que constituyen su propio reino en la clasificación biológica occidental: el fungi. Los hongos desempeñan un papel primordial en el sostenimiento de la vida, pues están involucrados en muchísimos procesos, desde la degradación de todo tipo de materia orgánica, “reciclando” los nutrientes mientras favorecen los ciclos del carbono y el nitrógeno, hasta facilitando la comunicación e intercambio de recursos en ecosistemas forestales mediante redes subterráneas.

Presentes de diferentes formas, tamaños y colores, la diversidad en el mundo fungi es inmensa. Los especialistas han estimado que en México, un país biológica y culturalmente megadiverso, hay más de 200 mil diferentes especies de hongos, de las cuales tan sólo un 4% ha sido formalmente identificado y descrito científicamente. 

“Los especialistas han estimado que en México, un país biológica y culturalmente megadiverso, hay más de 200 mil diferentes especies de hongos”.

Las relaciones que nosotros los humanos hemos tenido con los hongos datan de hace milenios y perduran hasta nuestros días; varía mucho dependiendo de la cultura y el entorno. Muchos pueblos, los llamados micófilos, gustosamente utilizan y consumen hongos, mientras que otros, los micofóbicos, tienen un sentimiento de aversión a ellos, considerándolos como algo desagradable y peligroso. Numerosos pueblos indígenas de distintos territorios de México, como los nahuas, tlahuicas o mixtecos por mencionar sólo algunos, son micófilos: cuentan con profundos conocimientos sobre hongos silvestres así como largas tradiciones de recolección y consumo. Asimismo, los hongos pueden tener un papel muy importante en sus cosmovisiones; generalmente, están asociados con el estado de salud de los bosques y la abundancia de la tierra.

Estos conocimientos y relaciones con los hongos perviven principalmente en contextos rurales y desgraciadamente muy marginalizados, en sitios donde se cuenta con acceso directo a los principales hábitats de los hongos: los bosques templados. En cambio, para las poblaciones urbanas el mundo fungi parece muy ajeno, distante y desconocido. 

Por muchos años las principales asociaciones que comúnmente se tenían sobre los hongos en contextos urbanos era ya sea con los champiñones de la pizza, las setas en las quesadillas o con los hongos psicotrópicos o alucinógenos. Sin embargo, esto está cambiando: en los últimos años el interés por los hongos ha incrementado notablemente, tanto en México como en otras latitudes. El reino fungi se está popularizando y las personas quieren saber más sobre él, conocerlo y probar distintos hongos comestibles silvestres.

Humberto Thomé Ortiz, investigador del Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales de la Universidad Autónoma del Estado de México, ha notado cómo desde 2015 se está dando una transformación cultural respecto a las percepciones que se tienen sobre los hongos entre la mayoría de la población. Thomé adjudica este crecimiento una combinación de varios factores: por un lado, hay una mayor exposición en medios de gran alcance; por ejemplo, el exitoso documental Fantastic Fungi de 2019, disponible en plataformas de streaming, o los grupos y páginas en redes sociales donde hongueros y aficionados pueden pedir ayuda para identificar especies, compartir fotos, recetas y consejos. El especialista también identifica una evolución alimenticia hacia el cosmopolitismo, en la cual las sociedades están cada vez más abiertas a nuevos productos, nuevas formas de cocinar y de comer, lo que ha creado una escena perfecta para la introducción y aceptación de los hongos comestibles silvestres.

Este creciente interés se ha visto reflejado en un incremento en las ferias de hongos que suceden en cada vez más pueblos de territorios boscosos del país durante la época de lluvias; así como en el notable surgimiento de un gran número de proyectos de micoturismo, una modalidad de turismo que tiene lugar en espacios rurales, en la cual convergen naturaleza y cultura basada en recolección, degustación y aprendizaje sobre los hongos comestibles silvestres. “La gente quiere salir, quiere visitar más espacios naturales y está mucho más interesada en aprender de la naturaleza”: indica Sandra Castro Santiuste, micóloga de la Facultad de Ciencias de la UNAM y administradora de @fungi_cosas, una muy popular cuenta de divulgación sobre hongos en redes sociales. Ella ha notado, igualmente, un claro incremento del interés por los hongos silvestres en los últimos años; desde el año pasado, organiza recorridos en los que hace divulgación sobre la importancia biológica y medioambiental de los hongos.

Riesgos y amenazas

Pese a la creciente popularidad del mundo fungi, tanto los hongos como los conocimientos tradicionales asociados a ellos están en riesgo. La principal amenaza ambiental a la que se enfrentan es, sin duda, la pérdida de sus hábitats debido al cambio climático, la rapaz deforestación de los bosques y los incendios forestales, así como la recolección inadecuada o desmedida. Si los bosques desaparecen, los hongos también, pues numerosas especies de fungi son mycorrizales; es decir, tienen asociaciones simbióticas con árboles y plantas en las cuales ambos organismos se benefician y dependen el uno del otro para prosperar.

Los saberes y usos tradicionales sobre el mundo fungi también están fuertemente amenazados por una serie de motivos ligados a la marginalización, la discriminación y el racismo. La pérdida de conocimientos referentes a los hongos entre los pueblos originarios está directamente ligada a la desaparición de sus lenguas. Eliseete Ramírez Carbajal, investigadora de la etnomicología tlahuica y fundadora del grupo Hongueras Pjiekakjoo, comenta: “la mayor parte de los conocimientos que alberga nuestra cultura están detrás de la lengua,” entonces “cuando esta lengua ya no es transmitida, los conocimientos referentes a hongos se pierden”. Además, “el estado nos limita a que sigamos manteniendo nuestras tradiciones, costumbres y conocimientos”, apunta Belen Itahí Bautista Quiroz, directora de la Ruta Etnomicológica de la Mixteca, quien también lamenta que no haya interés por parte de especialistas de instituciones o la academia para hacer accesibles nuevas investigaciones sobre los hongos en otras lenguas que no sean el español; además, denuncia el extractivismo de las prácticas paracaidistas de académicos que van a la Mixteca a hacer investigaciones etnomicológicas y “jamás regresan información que la gente pueda interpretar fácilmente.”

Los proyectos autogestivos de etnomicoturismo como una solución

Ante esta combinación de creciente interés por los hongos y las amenazas a los conocimientos tradicionales que diversos pueblos indígenas tienen sobre ellos es que están surgiendo proyectos autogestivos dentro de las mismas comunidades. Sus objetivos son preservar dichos saberes y divulgarlos dentro y fuera de sus comunidades, para crear conciencia sobre la importancia ambiental y social que tienen los hongos y para establecer alternativas de ingresos y oportunidades. El grupo de Hongueras Pjiekakjoo y la Ruta Etnomicológica de la Mixteca son dos ejemplos característicos de esto.

Para el pueblo de la lluvia, los Ñuu Savi de la Mixteca Alta de Oaxaca, los hongos han tenido una importancia milenaria. Ya en el códice Vindobonensis del siglo XIV se muestra el notable papel que los hongos tenían para los mixtecos en tiempos precoloniales. Hoy en día, comenta Belen Itahí Bautista, los mixtecos conservan una fuerte relación alimenticia y medicinal con los hongos, considerándolos como la carne del verano que viene del bosque: “son parte de nuestra vida, de nuestro legado y herencia cultural que nos dejaron nuestros antepasados”.

“Para el pueblo de la lluvia, los Ñuu Savi de la Mixteca Alta de Oaxaca, los hongos han tenido una importancia milenaria. Ya en el códice Vindobonensis del siglo XIV se muestra el notable papel que los hongos tenían para los mixtecos en tiempos precoloniales”.

En 2015, un grupo de jóvenes de la comunidad de San Esteban Atatlahuca se interesó por conocer más sobre los hongos y compartir los conocimientos al respecto, de una manera más accesible para los miembros de su comunidad; así, conformaron el Grupo Etnomicológico de la Mixteca. En los años posteriores, participaron en la organización de ferias de hongos que resultaron muy exitosas y también se involucraron en la publicación de una guía bilingüe en ñuu savi y español sobre las especies de hongos comestibles, medicinales y tóxicos de la región. En 2019, el grupo se transformó en la Ruta Etnomicológica de la Mixteca para poder llegar a más comunidades y también abrirse al micoturismo, ofreciendo recorridos para sensibilizar y dar a conocer la importancia del mundo fungi a visitantes. Esto también es una forma de generar ingresos, no sólo para sus integrantes, sino también para las comunidades con las que colaboran.

Actualmente, la Ruta está conformada por cinco integrantes fijos y un número variante de voluntarios. Juntos realizan actividades a lo largo de todo el año, aunque obviamente la época de lluvias es cuando están más ocupados. Además de excursiones micoturísticas con rutas itinerantes en 14 diferentes comunidades de la Mixteca Alta, también organizan talleres prácticos, tanto de identificación y recolección regenerativa mediante dispersión de esporas, como talleres gastronómicos, en los cuales presentan opciones para cocinar y conservar hongos silvestres comestibles más tiempo. “Nuestro interés es poder seguir ayudando, seguir compartiendo”, indica su directora, “creemos que somos una herramienta más que en el discurso, pues tratamos de llamar a la acción, a que la gente haga algo y que realmente nos preocupemos por lo que nos rodea”.

El pueblo pjiekakjoo, también conocido como tlahuica, es otro de los pueblos indígenas en el cual los hongos tienen una gran importancia alimenticia, cultural y económica. Los pjiekakjoo consumen 160 diferentes tipos de hongos silvestres que recolectan de los bosques que rodean San Juan Atzingo, Estado de México. Esto los convierte en el grupo indígena que conoce y aprovecha la mayor variedad de especies en el país. A partir de características como forma, color, sabor, olor o semejanza a animales o plantas locales, es que diferencian y asignan uno o más nombres a esas especies en lengua pjiekakjoo o con nombres comunes en español, contando con 79 de los primeros y 130 de los segundos.

Tras asistir a un una capacitación en la Universidad Autónoma de Chapingo sobre transformación y mejor aprovechamiento de hongos comestibles silvestres, Eliseete Ramírez Carbajal y otras colegas de Lomas de Teocaltzingo —una de las siete comunidades indígenas de la cultura tlahuica—, decidieron organizar un taller para transferir a otros miembros de su comunidad los conocimientos que adquirieron. Fue así que, en 2015, inició el grupo Hongueras Pjiekakjoo con el objetivo de dar un valor agregado a los hongos y a la vez promover la difusión de los saberes ancestrales asociados a ellos en el interior y el exterior de la comunidad, fomentando al mismo tiempo la conservación de esas especies en el ecosistema y promoviendo las buenas prácticas en su manejo.

Fue gracias a las investigaciones realizadas por Ramírez Carbajal y el grupo de hongueras que se documentó gran parte de los saberes relacionados con los hongos comestibles silvestres en lengua tlahuica –de la cual sólo un 3% de los habitantes de la comunidad son hablantes fluidos– registrando así las 160 especies de hongos comestibles y sus nombres. Hongueras Pjiekakjoo ha participado en la organización de al menos siete ferias y tres exposiciones anuales de hongos al interior de la comunidad en colaboración con autoridades locales. También han continuado trabajando técnicas de aprovechamiento como la deshidratación y la elaboración de conservas de hongos.

Sus recorridos de recolección e identificación, en los cuales dan a conocer los hongos comestibles empleados en la comunidad, así como las formas de identificarlos y prepararlos y su importancia medioambiental, comenzaron en 2017. Con el tiempo el proyecto ha crecido –en los últimos dos años han recibido entre 350 y 500 personas por año en sus recorridos– y la demanda continúa aumentando: en esta temporada todos los grupos de los recorridos que organizan cada fin de semana se les están llenando; sin embargo, agrega la fundadora del grupo, “nuestra capacidad todavía no nos dá para recibir a más personas, por eso es que hemos limitado la participación a 30 personas”.

El futuro del micoturismo 

Desafortunadamente, con el actual auge de propuestas y ofertas micoturísticas, comenta Humberto Thomé, se presentan una “serie de riesgos muy tangibles”. Por un lado, hay amenazas medioambientales: una de las principales es que se dé un crecimiento desordenado de la oferta micoturística, en el cual no se respeten las prácticas de buena recolección y se fomente una inmersión irresponsable en los bosques, dañando así los ecosistemas e inclusive poniendo en riesgo a los participantes. Por su parte, Sandra Castro hace énfasis en cómo al hacer micoturismo “la información hay que manejarla con mucho cuidado”, insistiendo en que “en estas caminatas lo que hay que hacer es incentivar el respeto al ambiente”. Si algo se puede aprender del desastre ambiental ocasionado por la turistificación de las luciérnagas en Tlaxcala, es que es importante tomar en cuenta y atender estos riesgos que el turismo, pese a que se presente como “alternativo” o “de naturaleza”, trae consigo. En este sentido, el emergente nicho del micoturismo debería tomar nota y asegurarse de no cometer los mismos errores.

Entre los riesgos sociales, Thomé destaca que el micoturismo conlleva la posibilidad de que las culturas micológicas originarias se trivialicen, de que se invisibilice “a los grupos originarios que han mantenido el conocimiento de recolección de larga data y contribuido a mantener el equilibrio en los bosques para seguir contando con la micodiversidad”. El especialista en turismo rural también menciona que con el creciente interés gastronómico por los hongos comestibles silvestres hay peligro de que se genere una sobreexplotación, resignificándolos únicamente como productos comercializables y limitando el acceso a ellos como alimentos de subsistencia libres para poblaciones recolectoras. 

“…el micoturismo está consolidándose como una estrategia con gran potencial para, con una gestión adecuada, impulsar el desarrollo económico sustentable, la preservación de la cultura y el manejo de los recursos naturales”.

Por último, Thomé advierte del riesgo de que se cometan despojos por parte de intermediarios y operadores turísticos, quienes aprovecharían los recursos bioculturales sin dejar muchos beneficios a los locales. “La apuesta es a construir ofertas más completas, más holísticas”, agrega, destacando que proyectos autogestivos impulsados desde las propias comunidades indígenas, como el de Hongueras Pjiekakjoo, están generando mejores propuestas en estos sentidos.

Pese a estos riesgos que no deben dejarse de lado, es palpable cómo en esta ola de creciente interés por los hongos, el micoturismo está consolidándose como una estrategia con gran potencial para, con una gestión adecuada, impulsar el desarrollo económico sustentable, la preservación de la cultura y el manejo de los recursos naturales. Como hemos visto, son los proyectos autogestivos los que particularmente brindan mayores oportunidades a poblaciones rurales e indígenas. Estas iniciativas de etnomicoturismo permiten aprovechar de manera responsable y sostenible los recursos forestales no maderables que son los hongos, tanto para preservar conocimientos tradicionales y fortalecer los lazos que se tienen con este patrimonio biocultural tan importante, como para generar ingresos y beneficios dentro de las comunidades. EP


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