Tráfico de antigüedades en redes sociales: un problema creciente y de difícil solución

En este texto, Daniel Salinas Córdova aborda el grave problema de la compraventa ilícita de bienes arqueológicos en redes sociales, particularmente en Facebook.

Texto de 24/03/22

En este texto, Daniel Salinas Córdova aborda el grave problema de la compraventa ilícita de bienes arqueológicos en redes sociales, particularmente en Facebook.

Tiempo de lectura: 9 minutos

“Para si hay algún interesado por esas piezas, se van por cuatro mil pesos este lotecito, así es de que si hay algún interesado, pues ahí está disponible compañeros, saludos”: así termina un corto video recientemente publicado en un grupo de Facebook, en el cual se muestran poco más de tres docenas de pequeñas piezas arqueológicas de las antiguas culturas purépechas, incluyendo varios elementos de cobre, como agujas y cascabeles, agujas y anzuelos de hueso y dos cabezas de animales hechas de barro cocido.

Este es solo un ejemplo de miles en los que, desde hace años y alrededor del mundo, bienes arqueológicos son comercializados de manera no regulada y muchas veces ilegal en distintas redes sociales y plataformas digitales como Facebook, eBay, YouTube o Instagram. Al tener estos sitios digitales un alcance global que no respeta fronteras con presencia en prácticamente todos los países del mundo, el problema del tráfico de antigüedades en línea es trasnacional por naturaleza, y afecta a innumerables países.

Pese a que desde hace más de cinco décadas se busca darle fin, el tráfico ilícito de bienes culturales es un problema que ha persistido, ha dañado al patrimonio cultural de la humanidad y destruido una parte esencial del conocimiento histórico que será legado a las futuras generaciones. La declaración de la Convención de la UNESCO de 1970 consolidó los esfuerzos a nivel internacional para combatir el comercio de objetos culturales que de alguna manera son ilícitos, ya sea por ser excavados ilegalmente, contrabandeados en violación de leyes existentes o robados de un sitio patrimonial o colección existente. No obstante, a pesar de este y muchos otros esfuerzos, tanto nacionales como internacionales, la compraventa ilícita de bienes culturales continúa presente a nivel global y ahora el internet desempeña un papel importante, especialmente tras la explosión del mundo digital en los últimos dos años a raíz de la pandemia.

“La declaración de la Convención de la UNESCO de 1970 consolidó los esfuerzos a nivel internacional para combatir el comercio de objetos culturales que de alguna manera son ilícitos, ya sea por ser excavados ilegalmente, contrabandeados en violación de leyes existentes o robados de un sitio patrimonial o colección existente”.

Un reporte de la Interpol de septiembre de 2021 apunta cómo los delitos contra los bienes bienes culturales continuaron sin cesar a lo largo de la pandemia mundial de COVID-19. Sólo en 2020, 854,742 bienes culturales fueron confiscados por autoridades alrededor del mundo. También se registró un notable aumento en las excavaciones ilícitas a nivel global comparado con los datos de 2019. Otro indicador del volumen y alcance del tráfico ilícito de antigüedades son los resultados de las diferentes etapas anuales de la Operación Pandora, coordinada por Europol, Interpol y la Organización Mundial de Aduanas: desde su lanzamiento en 2016 ha resultado en 407 arrestos y la recuperación de 147,050 bienes culturales en más de 100 países.

Facebook: la plataforma perfecta para un mercado negro integral

Desde hace años el Proyecto ATHAR se ha dedicado a estudiar y monitorear el tráfico de antigüedades en Facebook. Enfocándose principalmente en Oriente Medio y el norte de África, el proyecto registra cómo la red social fundada por Mark Zuckerberg en 2004 ha democratizado el comercio ilícito de antigüedades y facilitado el tráfico mundial, ofreciendo a saqueadores y traficantes un conjunto de herramientas para comercializar objetos arqueológicos de todo tipo —desde mosaicos romanos y sarcófagos faraónicos hasta vasijas funerarias y monedas de metales preciosos—. A través de grupos privados, y a veces ocultos, en donde se pueden compartir fotos y videos, así como los mensajes privados del Messenger y las historias que desaparecen en 24 horas, saqueadores y traficantes pueden encontrar y comunicarse de manera encriptada, inmediata y eficaz con posibles compradores. En palabras de los codirectores de ATHAR, Amr Al-Azm y Katie A. Paul, en un reporte publicado en 2019, Facebook “es la plataforma perfecta para un mercado negro integral”. 

Muchos de los grupos estudiados por ATHAR operan en zonas de conflicto como Siria, Libia o Yemen. El proyecto ha documentado cómo la compraventa de antigüedades en Facebook a menudo está ligada a grupos terroristas y extremistas, quienes obtienen financiamiento de esta forma. En estos casos, al implicar el saqueo y la destrucción de bienes culturales, también constituyen como crímenes de guerra bajo el Artículo 15 (1) del Segundo Protocolo de la Convención de La Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado.

Tras numerosas denuncias y presiones por parte de arqueólogos y especialistas ante el descarado comercio de antigüedades saqueadas de Oriente Medio en la plataforma, en junio de 2020 Facebook modificó sus normas comunitarias, prohibiendo la publicación de “contenido cuyo propósito sea comprar, vender, intercambiar, donar, regalar o solicitar objetos históricos”. Sin embargo, aún hay mucho que desear en cuanto a la implementación: pese a que ha pasado más de un año, numerosos grupos de venta de antigüedades en Facebook siguen abiertos y operando —actualmente ATHAR monitorea más de 350— y miles de artefactos ilícitos siguen siendo comercializados ahí.

En un artículo de 2020, Al-Azm y Paul señalan que una de las principales fallas de la estrategia de Facebook para lidiar con el problema de la venta de antigüedades ilícitas en sus plataformas es que la red social ha hecho poco para implementar sus propias reglas, dependiendo más de los reportes y denuncias de usuarios sobre aparentes violaciones para que sean revisadas por moderadores de contenido, quienes no tienen entrenamiento para identificar antigüedades y determinar si son saqueadas. Además, el enfoque de Facebook se basa en borrar de su plataforma cualquier contenido que viole sus normas comunitarias sin conservar ningún tipo de registro por cuestiones de privacidad de datos. Esto presenta un problema más, pues al hacer esto se elimina importante evidencia. Por un lado, las fotos y videos que los saqueadores y traficantes publican en los grupos son evidencia de lo que en muchísimas jurisdicciones constituye actividades criminales penadas por ley, y asimismo, muy seguido estos materiales son el único registro de las piezas, a veces inclusive in situ, antes de que desaparezcan en las turbias aguas del mercado negro. Esa evidencia digital representa valiosa información que puede ayudar a académicos, especialistas y autoridades en futuros esfuerzos de repatriación.

Presencia de mercados negros digitales en México

El problema de la venta de bienes arqueológicos por Facebook no sucede únicamente en Oriente Medio el norte de África, también está presente en Latinoamérica y México: en Facebook hay decenas de grupos en los cuales se venden e intercambian piezas arqueológicas prehispánicas de manera ilegal. Miles de comerciantes y coleccionistas se reúnen en esos foros digitales para ofrecer y comprar todo tipo de objetos antiguos como malacates, figurillas y vasijas de barro, esculturas de piedra o puntas de flecha de pedernal y obsidiana, los cuales provienen de diversos puntos del territorio nacional y fueron realizados por distintas antiguas culturas mesoamericanas como teotihuacanos, mayas, mexicas y zapotecas, por mencionar algunas.

En la primera mitad de 2020 el arqueólogo Omar Espinosa llegó a grupos de este tipo al navegar por otros grupos de Facebook dedicados a la arqueología e historia antigua de México. Desde entonces ha seguido atentamente a varios y, tras estudiar sus comportamientos y actividades, comenta que en ellos nota que se pueden distinguir tres tipos de miembros: el primero son las personas que de forma casual han encontrado piezas arqueológicas, tienen curiosidad de saber más de ellas y por eso asisten a los grupos; el segundo está compuesto por quienes se dedican a coleccionar este tipo de piezas, buscándolas directamente en campo o comprando e intercambiándolas con otros —estos generalmente cuentan con un gran interés por conocer y según ellos proteger estas herencias—. El tercer grupo es el más conflictivo, pues son quienes “no solamente buscan y recogen objetos, sino que lo hacen explícitamente para la compraventa e intercambio”, es decir, se trata de personas que consistentemente comercializan bienes arqueológicos con fines de lucro.

“Recordemos que el saqueo arqueológico implica la destrucción de todo el contexto, que es toda la información respecto a dónde y cómo están depositados los materiales arqueológicos al ser encontrados, los cuales los arqueólogos registran y estudian para conocer mejor las sociedades del pasado”.

El arqueólogo y divulgador apunta que algo muy problemático es que todavía “existe la percepción de lo que vale arqueológicamente es el objeto, el tesoro” y por eso se busca un cierto tipo de piezas, por su belleza y excepcionalidad. Recordemos que el saqueo arqueológico implica la destrucción de todo el contexto, que es toda la información respecto a dónde y cómo están depositados los materiales arqueológicos al ser encontrados, los cuales los arqueólogos registran y estudian para conocer mejor las sociedades del pasado. Espinosa también comenta cómo parece que entre muchos miembros de los diversos grupos digitales hay un desconocimiento del marco legal que prohíbe este tipo de actividades, “lo cual es bastante problemático porque indica que hay una desconexión institucional y una ineficiente estrategia de comunicación por parte de las estructuras institucionales”. La Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972 en México establece que todos los monumentos arqueológicos, es decir, todos los vestigios materiales producidos por las culturas previas a la Conquista española en el territorio mexicano, son propiedad de la nación, inalienables e imprescriptibles. Por lo tanto, vender y comercializarlos, al igual que realizar excavaciones arqueológicas sin autorización del INAH, es ilegal. Estas acciones ilícitas tienen una sanción de entre tres y diez años de cárcel y multas de entre mil a tres mil días multa, lo cual en salarios mínimos equivale a entre $172,870 y $518,610 pesos.

Desde mediados del año pasado, yo también he rastreado grupos de tráfico de antigüedades arqueológicas prehispánicas, y he encontrado más de 40 en los cuales, de una forma u otra, se ofrecen piezas arqueológicas en venta. Varios son específicamente para la compraventa y el intercambio, mientras que algunos otros funcionan más como espacios de encuentro para coleccionistas, donde comparten sus hallazgos y adquisiciones. Algunos inclusive tienen presencia en el extranjero, operando en Estados Unidos o Colombia, por ejemplo. Al indagar respecto a los miembros de los grupos, que cumulativamente son más de 75 mil, es posible ver cómo muchos integrantes tienen presencia y actividad en varios grupos a la vez, inclusive un número considerable de los grupos comparten a ciertos mismos administradores o moderadores.

El funcionamiento y operación de los grupos tiende a ser similar: los comerciantes comparten fotos y videos anunciando objetos sueltos o lotes de piezas en venta e incluso ofreciendo envíos. Generalmente los anuncios van con escuetos mensajes como “disponible”, “$$$” o “inbox”, haciendo alusión a que los detalles y el acuerdo sucederá por mensaje privado, herramienta que Facebook también proporciona. Son pocas las veces que de entrada y públicamente se establece el precio a pedir, y generalmente la única forma de saber que algo ha sido vendido es por que así lo comentan los vendedores ante preguntas de otros interesados. 

La visibilidad y el conocimiento público sobre las ventas ilícitas de antigüedades por Facebook y otras redes sociales ha ido aumentando. A finales de 2020, en una publicación de la UNESCO se alertó sobre su incremento a causa de la pandemia y en México; el año pasado El Universal y Sin Embargo reportearon sobre el mismo fenómeno a nivel nacional. Omar Espinosa me comenta que esto ha hecho que los grupos de traficantes y coleccionistas se vuelvan más cuidadosos. Cada vez hay más cambios de nombre y uso de perfiles falsos e irreconocibles, migración a nuevos grupos más especializados o cambios en su privacidad y visibilidad: grupos que en un principio eran públicos se han vuelto privados, e inclusive algunos han pasado a estar ocultos, lo que significa que la única forma de acceder a ellos es por invitación. Mis investigaciones parecen corroborar esto: alrededor de la mitad de los grupos rastreados fueron creados después de enero de 2021 y en los últimos meses varios han sido ocultados. De estas formas, los grupos pueden seguir operando sin ser eliminados por Facebook o sancionados por las autoridades.

¿Qué se puede hacer?

Como hemos visto, el problema de la compraventa de antigüedades arqueológicas en redes sociales es complejo. La naturaleza transnacional del internet complica mucho la implementación de estrategias para disminuir los mercados negros digitales y reducir el tráfico y saqueo de bienes culturales.

Pese a que Facebook prohibió la venta de objetos históricos en sus plataformas hace casi dos años, es necesario seguir presionando para que implemente estas restricciones, que encuentre la manera de impedir que se sigan vendiendo bienes culturales ilícitos en grupos privados y que se asegure de conservar las publicaciones y materiales audiovisuales como evidencia, haciéndolas accesibles a investigadores y fuerzas policiales para darle seguimiento a las piezas y los criminales.

En México, desgraciadamente la impunidad es un problema gravísimo en todo tipo de delitos, incluyendo los más terribles como asesinatos, secuestros o extorsión. Un exorbitante 94,8% de los casos no se resuelven, lo cual deja a los crímenes en contra del patrimonio cultural  —como lo son el saqueo y la comercialización de bienes arqueológicos— en una posición desesperanzadora. Aunque en los últimos años la presente administración ha enfocado muchos esfuerzos a la recuperación de bienes culturales en el extranjero con notorias campañas mediáticas como la de #MiPatrimonioNoSeVende, el problema de la compraventa ilícita de bienes arqueológicos en internet y el saqueo que hay detrás parece recibir poca atención. Las autoridades patrimoniales, principalmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se encuentran desbordadas y en crisis desde hace años. En septiembre de 2021 el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la creación de una unidad especial dentro de la Guardia Nacional enfocada en la defensa del patrimonio cultural y la recuperación de bienes culturales robados. Pese a enfrentarse a muchos retos, en otros países cuerpos policiales especializados similares son los encargados de combatir y resolver crímenes como el que hemos venido describiendo. No obstante, en el caso mexicano nada se ha vuelto a saber sobre esta nueva unidad especial de la Guardia Nacional.

Sin embargo, hay que recalcar que los enfoques policiales y punitivos no son la única solución al saqueo y la venta de piezas arqueológicas. Además de los grandes retos que son la pobreza y falta de oportunidades que muchas veces orillan al saqueo de subsistencia, una de las raíces del problema es la falta de conocimiento respecto a los daños y pérdidas que estas actividades ocasionan; atener esas carencias es vital para mejorar la situación. En marzo de 2021, el INAH lanzó la campaña informativa ¿Qué perdemos cuando nos roban el patrimonio cultural? conscientizando sobre estos problemas y promoviendo acciones preventivas para cuidar y proteger el patrimonio cultural mexicano, pero su alcance parece ser aún muy limitado. Además de la reducción de plataformas digitales de venta para los traficantes y un fortalecimiento de las estructuras institucionales que velan por el patrimonio, hacen falta más programas educativos y de divulgación que fomenten la valorización y sociabilización del patrimonio cultural entre la población, para que todos y todas puedan conocerlo, disfrutarlo, celebrarlo y cuidarlo adecuadamente. EP

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