Crisis y contradicciones: la gestión del patrimonio en México

En este texto, Daniel Salinas Córdova aborda las recientes problemáticas en el INAH y explica la importancia de los profesionistas e instituciones del patrimonio.

Texto de 31/01/22

En este texto, Daniel Salinas Córdova aborda las recientes problemáticas en el INAH y explica la importancia de los profesionistas e instituciones del patrimonio.

Tiempo de lectura: 7 minutos

En los primeros días de 2022 se desató una polémica en el mundo cultural mexicano a partir del anuncio de una reducción de personal en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) que desencadenó un sinnúmero de denuncias y protestas ante la continua precarización de dicha casa de estudios, semillero de antropólogos, arqueólogos, historiadores, lingüistas y demás investigadores sociales referente en América Latina desde hace más de ocho décadas. Esto evidencia una vez más la crisis laboral, presupuestal y administrativa en la cual se encuentran desde hace décadas la mayoría de las instituciones encargadas del estudio y cuidado del patrimonio cultural de México, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del cual depende la ENAH.

El 29 de diciembre de 2021 la Secretaría Administrativa del INAH emitió un oficio señalando: “no podrá convocarse a laborar a ninguna persona que haya estado contratada como personal eventual al 31 de diciembre de 2021″. Poco después, el director de la ENAH, el antropólogo Hilario Topete Lara, respondió en una carta pública su rechazo a lo estipulado por el anuncio administrativo, explicando cómo dicha medida, además de dejar fuera a 350 profesores de asignatura quienes ya de por sí estaban en situaciones laborales precarias, impediría severamente el funcionamiento  de la escuela; además, enlistó más de sesenta actividades de la escuela que se verían afectadas y dejarían de poder realizarse por falta de personal, incluyendo la operación de laboratorios, gestión de admisiones y becas, así como labores de mantenimiento.

Ante la creciente indignación de estudiantes, profesores, trabajadores y simpatizantes, las autoridades pronto matizaron las medidas. La misiva de Topete Lara fue rápidamente borrada de todas las cuentas oficiales en redes sociales y varios funcionarios, entre ellos la Secretaria de Cultura Alejandra Frausto y el Director del INAH Diego Prieto, expresaron que el personal eventual del INAH y la ENAH que laboró en 2021, “cuyas funciones y tareas estén plenamente justificadas” sería recontratado este año. En los primeros días de enero se explicó que las medidas propuestas no implicaban el “recorte o despido de personal” y que todo había sido “un malentendido provocado por una lectura errónea, o una mala interpretación”.

“El que se vuelvan a contratar a los eventuales no soluciona los múltiples problemas que arrastra la institución educativa: precariedad laboral, falta de mantenimiento y materiales, desmantelamiento de programas y proyectos”.

Sin embargo, esto no fue suficientemente satisfactorio para muchos de la comunidad de la ENAH, pues sostienen que las carencias y falta de presupuesto en su escuela es algo más profundo y que se remonta a muchos años atrás. El que se vuelvan a contratar a los eventuales no soluciona los múltiples problemas que arrastra la institución educativa: precariedad laboral, falta de mantenimiento y materiales, desmantelamiento de programas y proyectos; por ejemplo, el servicio de guardería para trabajadoras, profesoras y estudiantes. Hay una gran opacidad respecto a cómo es que se han ejercido los fondos que le son otorgados a la escuela por el INAH como parte de su presupuesto, por lo que varios han pedido que se haga una auditoría. Organizados en la Asamblea General de la ENAH, la comunidad de profesores, estudiantes y trabajadores se ha movilizado desde principios de enero, realizando una serie de manifestaciones e impulsando vías para solucionar sus demandas históricas a través de mesas de negociación.

Crisis de la ENAH, parte de un problema más amplio 

La aciaga situación de la ENAH es parte de una problemática más amplia en la que desde hace décadas se encuentra el INAH en particular, y el sector cultural y patrimonial de manera más general. La falta de recursos ha sido un problema al que constantemente se han enfrentado los gestores culturales, investigadores y protectores del patrimonio a lo largo de la historia. Ya desde 1931 el Dr. Atl, fungiendo entonces como el primer director del Departamento de Monumentos —antecedente directo del INAH—, denunciaba que la falta de presupuesto y las trabas administrativas impedían la completa realización de los objetivos del departamento a su cargo.1 Y pareciese que poco ha cambiado: los recortes presupuestales, la precariedad laboral y las malas gestiones en el INAH y otras instituciones culturales públicas del país han sido una constante en las últimas décadas. Esta situación ha sido repudiada por trabajadores y otros miembros de las comunidades de dichas instancias en movimientos como #conTRATOdigno o #YaPágameINAH, por mencionar algunos ejemplos de los últimos años. 

“Durante la actual administración mucho se ha criticado el que, ante la adversa situación del sector cultural, se le esté dando tanta prioridad presupuestaría al controversial Proyecto Chapultepec”.

La situación es compleja y cuenta con muchas aristas. Un punto clave del asunto es la precaria situación de los trabajadores eventuales, quienes no cuentan con contratos estables, ni prestaciones o salarios dignos. Otra de las raíces del problema en el INAH es que el Instituto, a pesar de ser considerado un órgano desconcentrado, no cuenta con autonomía presupuestal. Durante la actual administración mucho se ha criticado el que, ante la adversa situación del sector cultural, se le esté dando tanta prioridad presupuestaría al controversial Proyecto Chapultepec, que en este 2022 concentra un 25% del presupuesto total del Ramo 48 Cultura: se invierte más en crear un nuevo megaproyecto en vez de enfocarse en fortalecer las instituciones, museos y proyectos existentes.

Como vemos, el panorama en torno al estudio y la gestión del patrimonio es bastante adverso y complicado desde años, poco a poco se han ido desmantelando las diversas instituciones relevantes con recortes presupuestales, abusos laborales y administraciones deficientes. La pandemia de la COVID-19 sólo ha complicado más las cosas —en 2020 se redujeron 75% los gastos operativos del INAH— y la reciente crisis en la ENAH apunta a que desafortunadamente la situación no está mejorando.

Las contradicciones en las posturas del Estado mexicano ante el patrimonio

Desde el siglo XIX, innumerables agentes estatales han hecho uso de vestigios arqueológicos, edificios históricos y tradiciones culturales —todo lo que hoy se engloba dentro del concepto de patrimonio cultural— para definir a México como un estado-nación culturalmente unificado. Los efectos de los proyectos culturales y educativos posrevolucionarios para crear una identidad nacional homogénea compartida por todos los mexicanos aún se sienten hoy en día. El mismo INAH, creado en 1938 por Lázaro Cárdenas con el objetivo de investigar, proteger, conservar y difundir el patrimonio de todos los mexicanos, es producto de dichas políticas públicas. Diversos patrimonios tangibles como sitios arqueológicos, inmuebles históricos u obras de arte e intangibles como músicas y danzas tradicionales, artesanías y gastronomía han sido apropiados, empleados y reproducidos hasta el cansancio por políticos, funcionarios, intelectuales y empresarios en aras de definir lo “mexicano” y promover un orgullo nacionalista. Y esto continúa hasta nuestros días.

Considerando el aciago panorama del sector patrimonial mencionado anteriormente, es posible identificar una muy marcada contradicción entre los esfuerzos del actual gobierno federal en la defensa y celebración del patrimonio mexicano por un lado, y el desamparo de las instituciones encargadas justamente de realizar dicha tareas como lo es el INAH, por ejemplo.

El año pasado estuvo marcado por los múltiples festejos y conmemoraciones en torno al bicentenario de la consumación de la Independencia, los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, y los 500 años de su caída ante los españoles y sus aliados indígenas. En la magna exposición intitulada La Grandeza de México, inaugurada en dos sedes en septiembre de 2021 y disponible hasta marzo 2022, se celebra la rica y diversa memoria cultural de México. También en los últimos tres años las autoridades culturales y diplomáticas han hecho grandes esfuerzos por recuperar los bienes patrimoniales mexicanos en el extranjero y detener la venta de piezas arqueológicas en subastas en Europa y Norteamérica, anunciando con bombo y platillo la devolución a México de 5,746 bienes culturales mexicanos situados en el extranjero de 2018 a 2021 e impulsando una fuerte campaña mediática proclamando como #MiPatrimonioNoSeVende.

Todos estos loables esfuerzos contrastan notablemente con las situaciones de carencias, abandono y precariedad que trabajadores del INAH y otras instancias culturales llevan denunciando desde hace años, de las cuales las protestas y demandas de la comunidad de la ENAH son la última oleada. El Estado mexicano se beneficia del patrimonio de manera inmensurable, pero pareciera que poco le importan las miles de personas que se dedican a preservarlo, estudiarlo y difundirlo. ¿Cuál es el fin de recuperar patrimonio situado en el extranjero si no hay condiciones para albergarlo, socializarlo y exhibirlo públicamente en museos, si los especialistas encargados de estudiarlo y preservarlo lo hacen en condiciones laborales inciertas y precarias?

La importancia de los profesionistas e instituciones del patrimonio 

Los valores del patrimonio no son intrínsecos, sino asignados. Es decir, la importancia y el valor de las cosas que se conciben como patrimonio no son un hecho, no son algo que ya está ahí de manera constante y aislada. El patrimonio se crea socialmente y, por lo tanto, es una construcción histórica, una concepción y una representación que se define y evoluciona a través de procesos en los que intervienen múltiples actores con diferentes intereses. En este sentido, el patrimonio poco importa por sí mismo, es a través de la significación, la asignación de valores y de su uso y disfrute que cobra relevancia social. En estos procesos son clave las personas encargadas en mantenerlo, estudiarlo y difundirlo.

Para bien o para mal, en México se cuenta con una estructura de gestión patrimonial bastante rígida, centralizada y, en algunos casos, monopólica. Como todo en esta vida, esto tiene aspectos positivos y negativos. El esquema actual protege, regula y controla de manera unificada, evitando en principio que se den abusos o arbitrariedades, pero también puede asfixiar y separar; el aparato burocrático y regulatorio puede alejar a poblaciones o comunidades de sus patrimonios al no poder involucrarse directamente con ellos. En México, hay pocas posibilidades de gestionar y proteger los diversos patrimonios de nuestro país si no es a través del control o regulación de las instituciones pertinentes como el INAH o el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). El cuidado, manejo y estudio de los elementos arqueológicos, históricos y artísticos del país son de interés público y estatal, lo cual, sumado a las estructuras legales e institucionales existentes, deja poco espacio para maniobrar de manera comunal o independiente. Como bien apuntó el arqueólogo Omar Espinosa, instituciones como el INAH son juez y parte en la materia, lo cual nada más complica las cosas. 

“El cuidado, manejo y estudio de los elementos arqueológicos, históricos y artísticos del país son de interés público y estatal, lo cual, sumado a las estructuras legales e institucionales existentes, deja poco espacio para maniobrar de manera comunal o independiente”.

Ante esta situación, el continuo desmantelamiento, gradual pero constante, de las instituciones encargadas del patrimonio mexicano es grave y preocupante. Entre más se precaricen las condiciones los trabajadores, especialistas e investigadores que las conforman y se reduzcan y desaparezcan sus programas y proyectos, será aún más difícil proteger, investigar y divulgar nuestras herencias culturales, frenar la destrucción y el saqueo de bienes arqueológicos a lo largo y ancho del territorio, y operar y mantener cientos de museos y sitios arqueológicos en el país.

Por más de ocho décadas, en las aulas de la ENAH se han formado arqueólogos, antropólogos, historiadores, lingüistas y demás especialistas en el estudio de la cultura, el patrimonio y el pasado, así como su gestión y conservación. Sus actuales estudiantes serán quienes en el futuro se dedicarán a cuidar y socializar el patrimonio del país, a estudiar nuestros pasados y presentes, buscando entender mejor a las culturas y tradiciones que nos precedieron y las nuestras mismas de hoy en día. Es necesario que se atiendan las demandas de la comunidad de la escuela, que se redignifiquen las labores de sus trabajadores eventuales y su trabajo sea regularizado y bien remunerado. E igualmente es imperioso que esto mismo se extienda a los colegas de demás instancias culturales y patrimoniales. Hasta que la dignidad se haga costumbre. EP



1 “Presupuesto para el año de 1931 del Departamento de Monumentos Artísticos Históricos Arqueológicos de la República”, s/f, en Archivo Histórico de Micropelícula “Antonio Pompa y Pompa”, INAH – Serie “Archivo Histórico de la Dirección General del INAH”, Vol. 1 – 41.

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