Sopa al Van Gogh: reflexiones en torno al activismo, la crisis climática y el arte

A partir del acto de protesta de las activistas de Just Stop Oil en la National Gallery de Londres, Daniel Salinas Córdova reflexiona sobre este tipo de manifestaciones de activistas climáticos contra obras de arte.

Texto de 17/10/22

A partir del acto de protesta de las activistas de Just Stop Oil en la National Gallery de Londres, Daniel Salinas Córdova reflexiona sobre este tipo de manifestaciones de activistas climáticos contra obras de arte.

Tiempo de lectura: 4 minutos

El pasado viernes 14 de octubre dos activistas de Just Stop Oil lanzaron sopa de tomate al famoso cuadro Los girasoles de Vincent van Gogh en la National Gallery de Londres como un acto de protesta para llamar la atención a la crisis climática y llamar a detener el uso de petróleo y gas. Tras lanzar dos latas de sopa y pegarse a la pared, una de las activistas pregonó un mensaje en el que preguntó: “¿Qué vale más, el arte o la vida? … ¿están más preocupados por la protección de una pintura o la protección de nuestro planeta y las personas?”.

Éste es el último acto de protesta por activistas climáticos involucrando escandalosos “atentados” contra obras de arte. A lo largo de los últimos meses, numerosas personas han pegado sus manos a los cuadros o sus marcos, impresos han sido superpuestos a las obras y en algunos casos les han lanzado cosas. Le ha pasado a obras como La Primavera de  Boticelli en Florencia este mayo o la Madonna Sistina de Rafael en Dresden a finales de agosto. A la Mona Lisa, obra maestra de Da Vinci en el Louvre de París, le aventaron pastel en mayo.

Vale la pena mencionar que en el caso de Los girasoles de Van Gogh, como en muchos de los otros actos, la pintura está protegida por un vidrio, por lo que los daños, si es que los hay, son mínimos y fácilmente reversibles.

Pese a que sus métodos son muy objetables, el mensaje y cuestionamiento que hacen los activistas pone énfasis en la urgencia de la emergencia climática y la falta de acción por parte de las autoridades en atender el enorme problema que nos afecta a todos en el planeta, y lo hace de una forma súper llamativa y mediática, escandalosa incluso.

La acción directa, es decir, cuando se disturba el orden establecido para llamar la atención y hacer una declaración política, puede ser una forma de protesta muy efectiva para generar consciencia, ganar adeptos a la causa e impulsar cambios. Sin embargo, creo que con este tipo de acciones en contra de obras de arte no se está logrando eso. Pese a que su causa es súper importante y urgente pues la crisis climática atenta contra la vida en el planeta tal como la conocemos, lo escandalosos y provocadores que resultan estos actos generan más indignación y apatía que convencimiento y simpatía.

“…lo escandalosos y provocadores que resultan estos actos generan más indignación y apatía que convencimiento y simpatía”.

Además, en el ambiente político y social tan fragmentado y dividido en el que vivimos, estas acciones se terminan convirtiendo en municiones que las derechas y los negacionistas del cambio climático usan para desacreditar todo el movimiento ambientalista: “mira como los wokes son unos desquiciados que buscan destruir la cultura y los valores occidentales”. En este sentido, mucha gente que, sin estar muy informada, puede que no tenga opiniones fuertes respecto a la crisis climática difícilmente va a reaccionar de manera positiva ante los ataques contra obras de arte. 

Hablando sobre los valores que les asignamos a las cosas como el patrimonio, el arte o el medio ambiente, en este caso creo que, a ojos de la mayoría, el valor estético, cultural y sentimental que tiene el arte le gana a la preocupación por el planeta.

Aunque esto no le quita peso al cuestionamiento de las activistas británicas: ¿de qué sirve una pintura o el arte, si ya no va a haber planeta en el que vivir para disfrutar de ella?, ¿qué importan las obras maestras si hay personas, particularmente los más desfavorecidos, muriendo de hambre, frío y por catástrofes naturales a causa de los combustibles fósiles?

Pese a la importancia de estos cuestionamientos, creo que es un error generar estas oposiciones de manera tan chocante. Irse por las obras de arte nada más para llamar la atención es fácil —el video del sopazo al Van Gogh inmediatamente se volvió viral y le ha dado la vuelta al mundo—, pero a la larga inefectivo. La relación entre aquello por lo que se protesta —la crisis ambiental— y la forma y el lugar en que se protesta —atentando contra obras en museos— no es clara pues, pese a que sí tiene lazos con el problema; los museos de arte en sí no son responsables directos del cambio climático.

“Irse por las obras de arte nada más para llamar la atención es fácil, pero a la larga inefectivo”.

Hay formas igual o más disruptivas que podrían tener impactos más directos y convincentes, incluyendo las relacionadas con arte y museos. En Reino Unido, por ejemplo, debido a protestas y tomas físicas de los espacios, algunos museos de la talla de la Galería Nacional de Retratos han finalizado el patrocinio de BP, una de las empresas petroleras más grandes del mundo, evitando así que la megacontaminante siga blanqueando su imagen asociándose al museo por medio de la filantropía.


En fin, este tipo de iconoclasia activista siempre va a generar debates y opiniones encontradas justo por todas las aristas involucradas. Sin embargo, me parece que más que atentar en contra de las artes para llamar atención a la crisis climática, habría que emplearlas para impulsar cambios y generar soluciones antes de que sea demasiado tarde y, efectivamente, la catástrofe termine con el planeta como lo conocemos, desapareciendo así también la posibilidad de si quiera crear y disfrutar arte. EP

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