Estorninos e insultos: sobre Prueba Olímpica de Lorena Huitrón

Samuel Espinosa Mómox reseña Prueba olímpica de Lorena Huitrón Vázquez, publicado por Elefanta Editorial.

Texto de 04/10/23

Samuel Espinosa Mómox reseña Prueba olímpica de Lorena Huitrón Vázquez, publicado por Elefanta Editorial.

Tiempo de lectura: 5 minutos

How much thinking those old gentlemen

used to save one! How the borders 

of ignorance shrank back at their approach!

Cats do not go to Heaven. Women 

cannot write the plays of Shakespeare

—Virginia Woolf

Más rápido. Más alto. Más fuerte. Nadie que haya visto la agonía de un deportista por intentar ganar una medalla se cree el cuento del espíritu olímpico. El juego es competencia, agresión, dominio, una versión un tanto más civilizada de la guerra; la guerra, por más simbólica que sea, hay que ganarla siempre. Someter al contrario. Llevarlo al límite. Quebrarlo física y mentalmente. Sólo los más aptos, los más fuertes, logran la victoria. Sólo los ganadores son recordados. Los demás vemos de lejos, deseamos, tomamos cursos de natación en el verano, pero nos cansamos y abandonamos. Tenemos frío. No se puede ser amateur y pretender ganar. No se puede ser tan vulnerable.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, somos sometidos a una competencia en la que nunca quisimos entrar; cuando, sin avisar, alguien nos inscribe en una carrera de resistencia? En Prueba olímpica (Elefanta Editorial, 2023), Lorena Huitrón Vázquez registra y analiza —disecciona, tal vez sería el verbo más preciso— las emociones y sensaciones que se desprenden del distanciamiento y la separación de la pareja, un proceso que por momentos puede parecer una mezcla de encuentro de esgrima y carrera de larga resistencia. Poemas bien logrados y complejos que, a pesar de la dificultad temática, no se desbordan en la emoción, sino que se construyen mediante varias capas de sentido y diferentes focos de atención: el cuerpo como territorio, la relación de pareja, las características distintivas de patos, gansos y otras aves y la recopilación de material histórico de dos personajes que atraviesan varios poemas, Elizabeth Hardwick y John Thompson, con conexiones sugeridas, vislumbradas apenas, que entretejen la carga emotiva de los fragmentos con tono confesional, pero que al mismo tiempo mantienen la voz poética alejada de la poesía de la confesión y la experiencia.

“Poemas bien logrados y complejos que, a pesar de la dificultad temática, no se desbordan en la emoción, sino que se construyen mediante varias capas de sentido y diferentes focos de atención”.

Al respecto, sorprende la presencia de un tono aseverativo, de versos que impactan por su ánimo revelatorio y que, sin embargo, no tienen el ánimo chocante del poeta tiranetas (tan típico de los “grandes poetas” del siglo pasado), sino que funcionan como una especie de bitácora de experimentos pacientes, registrado sin prisas y sin miedo a la fragilidad. “Ser vulnerable es poseer la disminuida capacidad de resistir un peligro natural ocasionado por el hombre” (15), “Derrumbar es restaurar” (29), “Las mentiras son cuentos / Los cuentos calman a los niños, los preparan para dormir” (36). Cada poema descubre, analiza y entreteje un fragmento de la realidad que lo mismo sucede en la intensidad de una discusión personal que en las cartas de Elizabeth Hardwick y Robert Lowell. Todo suceso es digno de análisis y registro, y aporta para saber qué quedó de pie después del “agente perturbador”: delimita el territorio, se hace un registro de los daños. Sin esconder nada, sin negar nada.

“Injuriar… es un deporte / practicado por algunos hombres. / Su lengua recorre grandes distancias / con el primer insulto”. Uno de los aspectos más celebrados de William Shakespeare por la crítica de su tiempo era su capacidad para generar insultos ingeniosos e inesperados: consideraban que era un reflejo de su absoluto genio e ingenio, el famoso wit inglés que desarma a su oponente sin perder la sonrisa. Considero que uno de los grandes aciertos del libro es la descripción del insulto como medio masculino de sometimiento, así como el contraste con la incapacidad (o mejor dicho, la falta de práctica o el desinterés) para ejercerlo. Porque insultar no es fácil: hay que tener la mente ágil, saber balancearse entre la ira y la ironía, analizar al adversario. Para insultar, hay que considerar al otro como adversario y estar dispuesto a ridiculizarlo. Someterlo con palabras. Y no tener remordimientos, porque del insulto no se vuelve. Los poemas de Prueba olímpica que abordan el uso de la agresión verbal reconstruyen no sólo los momentos de discusión que enfrenta la voz poética, sino que logran hacer que el lector regrese a momentos similares en los que, sin darse cuenta porque es lo normal, porque no estoy gritando, yo así hablo, ha sido también ese hombre que “me ha hecho creer que esto / es una prueba olímpica / y estoy perdiendo / por una amplia diferencia”.

“Los poemas de Prueba olímpica que abordan el uso de la agresión verbal reconstruyen no sólo los momentos de discusión que enfrenta la voz poética, sino que logran hacer que el lector regrese a momentos similares”.

Hay varios momentos en los que se liga esta confrontación con un reclamo al academicismo, a la lírica viril, al arte por el arte, y quizás estos poemas sean la parte menos efectiva, menos de lograda de todo el libro, no porque el reclamo no sea urgente y valioso, sino porque la propia poética de construcción indirecta termina por restarle potencia. Pensemos, por ejemplo, en el poema de la página 49, donde la burla a la lírica académica se expresa así:

Esos poemas

cuya búsqueda es la ya capitalizada trascendencia, con esa lírica llamada pura

de la que hablan tanto los académicos

y poliniza en las aulas de las facultades de Letras deberían ser entendidos como el intento,

a veces fallido,

de diarios rurales.

Lo que pudo ser una burla directa, llena de sorna y desparpajo, se “suaviza” por el uso de palabras como trascendencia o polinizar, que si bien, logran complejizar el sentido de los versos, sacrifican efectividad del insulto. Coherente con la poca práctica del deporte de la injuria, el poema parece retardar la burla, tratarla con cuidado para que no duela demasiado. Le tiene compasión al adversario. A pesar de todo. No es que no sepa cómo insultar, sino “la falta de práctica / en el arte de la ofensa”, ese deporte tan viril y shakespeariano. 

Finalmente, encuentro que algunos motivos recurrentes en la obra Lorena Huitrón se presentan aquí mucho más madurados. La resistencia ante la figura masculina dominante e impositiva, tema recurrente desde Parábola del desconocido (Fondo editorial Tierra Adentro, colección La ceibita, 2012) se desdobla aquí, atravesado por la vulnerabilidad y el amor de pareja. También el cuerpo y las heridas, tema principal de Una violencia sencilla (Secretaría de las Artes de Yucatán/Instituto Literario de Veracruz, Premio Nacional de Poesía Experimental “Raúl Renán” 2015), se complejiza en esta entrega a causa de la separación. El uso de lenguaje científico y de material histórico sigue siendo un elemento fundamental y distintivo en la poética de Huitrón, y acaso sorprende el esfuerzo cada vez más enfático de distanciarse del lirismo que reinó en la poesía mexicana hasta bien entrado el siglo XX (y que todavía se resiste a irse por las buenas) no sólo en el discurso, sino también en la manera de construir sus versos, cada vez más ríspidos, fragmentarios y desbordados, como ya se visualizaba desde la publicación de Wintu (Liliputienses, 2017), aunque cada vez con mayor madurez y seguridad.

Lejos de los estorninos shakesperanos, los poemas de Huitrón no liberan aves para celebrar o rememorar simbólicamente: observan patos y gansos en el parque, describen su comportamiento y luego se alejan, mientras otros corren y gritan y se preparan para sus respectivas competencias. EP

DOPSA, S.A. DE C.V