Leonora Carrington. Una vida surrealista, de Joanna Moorhead

“Pero ella era una especie de bruja irreal que le daba magia a cualquier lugar en donde se parara.”

Texto de 09/02/21

“Pero ella era una especie de bruja irreal que le daba magia a cualquier lugar en donde se parara.”

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Leonora Carrington murió a los 94 años el 25 de mayo de 2011. Vivía a sólo unas calles de aquí, así que una experiencia surrealista podía ser: encontrársela en la recaudería mientras elegía sus frutas y sus verduras, o verla salir del cajero automático. Creo que es poco común –y algo decepcionante– encontrarse a un surrealista en estas situaciones. Pero ella era una especie de bruja irreal que le daba magia a cualquier lugar en donde se parara. Leonora fue una isla que se separó de su familia y comenzó a viajar hasta arribar a nuestro país. Su trayecto no fue plácido, pues para llegar aquí necesitó tomar antes muchas decisiones. Romper con su padre, de quien pudo heredar una fortuna, o elegir México en lugar de New York, para continuar una carrera como pintora, lejos del mundo de los sobrevivientes de la Europa anterior a la Segunda Guerra Mundial. Un día, luego de que habían pasado muchos años, una sobrina que venía de la ya olvidada Inglaterra le tocó a la puerta. Leonora abrió y la dejó entrar a su mundo de hechicería pictórica. La dejó entrar a su vida, aunque con bastantes reticencias al principio. Y el resultado de todas esas conversaciones es esta biografía realizada desde “del lado de allá”, culminación de un proceso que consistió en poder reconciliarse con la infancia. Uno de los intereses de la autora, me parece, es que busca rasgos de la familia inglesa en la obra de Leonora. Es algo que da nuevos elementos a nuestras miradas para contemplar sus cuadros: aquella niña rebelde que huyó de la represión familiar y se metió a las obras de arte para ser libre. Gran parte de este libro (es natural) se dedica a indagar en la relación de Leonora con los surrealistas, fundamentalmente con Max Ernst. Pero luego, literalmente, dos décadas de vida son despachadas en un único párrafo. Si buscamos algo de México en estas páginas… sí, se encuentra, aunque desdibujado, con líneas poco claras. Leonora fue parte de Poesía en movimiento, trabajó en colaboración con Octavio Paz, Elena Poniatowska la visitaba con frecuencia, la comunidad académica de Filosofía y Letras de la UNAM la sentía cercana, pero no mucho de eso se refleja en estas páginas. Sin embargo, no se trata de un libro desafortunado. Pienso que, por el contrario, es la pretensión de la autora de poner una carnada a ver si pica el caprichoso pez surrealista. Y picó, porque, finalmente, creo que existía en esta artista la satisfacción de que Inglaterra le reconociera sus logros. Hay otro aspecto: por la lectura de este libro pareciera que se puede aprisionar la personalidad de la pintora, pero sería erróneo suponerlo. El espíritu de Leonora Carrington es una casa llena de puertitas, de pronto se abre una allá a lo lejos y pasa corriendo un fantasma que es inaprensible, porque juega el eterno juego de no dejarse atrapar. Por cierto, a mí me causaba una gran impresión. Un día, en la esquina de Chihuahua con Tonalá, colonia Roma, me la encontré, estaba ella con la mano en la cintura mirando las casas, y la saludé. Platicamos unos minutos, y aproveché para preguntarle por Agustín Lara. Me dijo: “Sí, lo conocí, pero no allá en París, donde se llevaba mucho con Renato. Fue hasta acá, en México, en que me hice su amiga. Es curioso, pero Renato nunca me lo presentó en Europa”. No recuerdo más sobre ese fortuito encuentro entre una surrealista y un inoportuno en una mesa de disección.

Joanna Moorhead. Leonora Carrington. Una vida surrealista. Madrid, Turner Noema, 2017.

DOPSA, S.A. DE C.V