En este texto, Brandon P. Bisbey reflexiona sobre la literatura escrita en español en Chicago y algunos obstáculos a los que se enfrenta en un país donde el inglés es la norma.
A propósito de la literatura en español de Chicago
En este texto, Brandon P. Bisbey reflexiona sobre la literatura escrita en español en Chicago y algunos obstáculos a los que se enfrenta en un país donde el inglés es la norma.
Texto de Brandon P. Bisbey 12/03/24
Cuando me mudé a Chicago en 2011 para ocupar el puesto de profesor de Letras Hispánicas en Northeastern Illinois University (NEIU), me sorprendió saber de la existencia de un movimiento local de literatura en español. Hablar de la literatura de Chicago evoca nombres como Upton Sinclair, Carl Sandburg, Theodore Dreiser, Sherwood Anderson, Willa Cather, Gwendolyn Brooks, Richard Wright, Saul Bellow, Nelson Algren, Sandra Cisneros y Érika Sánchez, todos los cuales escribieron o escriben exclusiva o mayormente en inglés, incluso las dos últimas, que son hijas de mexicanos. Sin embargo, pronto me di cuenta de que en Chicago existe una red de asociaciones, amistades, rivalidades, revistas, editoriales independientes, universidades, festivales y otros eventos culturales que mantiene en pie un creciente movimiento de literatura en español. Es bien sabido que Chicago alberga una de las comunidades mexicanas más grandes de Estados Unidos, con una historia que se remonta a hace cien años; asimismo, hay una población puertorriqueña que, aunque pequeña, ha sido muy influyente en términos políticos y culturales —entre otras cosas, fue la cuna del movimiento por los derechos civiles The Young Lords en la década de los sesenta. Y además de estas comunidades, existen otras más reducidas de ecuatorianos, guatemaltecos, venezolanos, colombianos y otras nacionalidades latinoamericanas. El área metropolitana de Chicago cuenta con más de ocho millones de habitantes, de los cuales casi un millón habla español en casa,1 hecho que refleja la creciente presencia de esta lengua a nivel nacional, pues en Estados Unidos más de 40 millones de personas hablan español en sus hogares (Deitrich y Hernandez, 2019, tab. 1).2
Hace ya veinte años, la investigadora Debra Castillo señaló la necesidad de dar cuenta de los cambios en la literatura hispanoamericana catalizados por la ola migratoria de latinoamericana hacia Estados Unidos en la época neoliberal; en sus palabras: “[l]a literatura de los Estados Unidos no es, y nunca ha sido, exclusivamente un proyecto en lengua inglesa. El español se está convirtiendo en una representación pos-nacional, especialmente si consideramos el español en los Estados Unidos”.3 Hoy en día podemos apreciar varios efectos de estos cambios en el ámbito literario: la presencia de programas académicos de escritura creativa bilingües (University of Texas-El Paso) o en español (New York University, University of Iowa, University of Houston); la ubicación de varios escritores latinoamericanos en Estados Unidos, a menudo en puestos académicos (Ariel Dorfman, Cristina Rivera Garza, Edmundo Paz Soldán, Yuri Herrera, Valeria Luiselli, Lina Meruana, Álvaro Enrigue, Rodrigo Hasbún, Claudia Salazar, Carmen Boullosa, entre otros); y el surgimiento de movimientos literarios hispanos sostenidos por revistas y editoriales independientes, sobre todo en ciudades como Miami, Nueva York y Chicago. La página web de la profesora y escritora Naida Saavedra, newlatinoboom.com, ofrece una lista exhaustiva de las editoriales y publicaciones que da cuenta de la variedad de estos movimientos.
A pesar de todo lo mencionado, también es entendible por qué yo nunca había escuchado hablar de la literatura en español de Chicago antes de mudarme aquí. La difusión de esta producción es una batalla constante para sus promotores. Una razón importante es la inherente dificultad de fomentar cultura en la lengua de Cervantes donde predomina, de manera apabullante, la de Shakespeare. Como notan las investigadoras Kim Potowski y Lourdes Torres en su libro Spanish in Chicago (Oxford University Press, 2023), la asimilación lingüística afecta a los migrantes latinoamericanos actuales de la misma forma que a los inmigrantes europeos de hace cien años. A pesar de la cercanía geográfica y cultural de países como México, el dominio del inglés y la falta de apoyo estatal para las otras lenguas hacen que siga vigente la antigua regla de la inmigración a Estados Unidos: la primera generación habla el idioma del old country, la segunda tiene cierto grado de bilingüismo y la tercera ya es monolingüe, hablando solo inglés. La población hispanohablante de Estados Unidos se conforma mayormente por personas que han inmigrado de América Latina debido a razones económicas y son estas personas quienes representan el mercado más importante para la industria cultural hispana en este país.
Así, no es sorprendente que la preferencia de los grandes distribuidores que dominan la industria editorial hispana sea la literatura que ellos consideran más rentable en el mercado estadounidense: literatura infantil; textos de autosuperación, salud, finanzas, religión; traducciones de bestsellers del inglés; o libros de autores conocidos que residen en países hispanohablantes, como Mario Vargas Llosa e Isabel Allende.4 En el ámbito académico, la cultura Latina (o Latine o Latinx) de las personas de ascendencia latinoamericana en Estados Unidos se considera mayormente una producción de lengua inglesa, lo cual dificulta la inclusión de textos en español dentro de sus objetos de estudio y docencia.5 Por estas razones, algunos escritores hispanohablantes que radican en este país, como el mexicano José Ángel Navejas y el argentino Pablo Brescia, han optado por hablar de esta producción con el término de Deleuze y Guattari de “literatura menor” —una literatura menor es una que no es de un idioma “menor”, sino que es producida por una minoría poblacional dentro de un campo cultural dominado por otra lengua.6
Pese a que tiene cierto sentido que la literatura en español enfrente la marginación en el ámbito angloparlante de Estados Unidos, la realidad es que esta tampoco encuentra una aceptación muy grande en los recintos académicos y culturales hispanohablantes, estén ubicados estos en Latinoamérica, España o las universidades norteamericanas. No me refiero a los escritores residentes en Estados Unidos que ya eran bien conocidos en sus países de origen —como Rivera Garza— o que han ganado fama y aceptación mayormente desde Estados Unidos —como Herrera o Luiselli. La obra de tales autores, quienes suelen gozar además de puestos estables en universidades con muchos recursos, ha sido bastante comentada. Como argumenta el escritor argentino-mexicano Francisco Laguna-Correa: “un desafío crítico aún por abordar […] radica en mapear a los autores de habla hispana en los Estados Unidos sin vínculos con instituciones académicas y a los nuevos Latino Americans que buscan lectores fuera de la academia y las elites intelectuales al centrarse en las experiencias compartidas de las colectividades inmigrantes de origen obrera”.7
Sin contar la figura singular de Francisco Gónzalez Crussí, quien se mueve entre la ciudad letrada mexicana y las élites culturales anglófonas de Estados Unidos desde hace varias décadas, se puede decir que el movimiento actual de literatura hispana en Chicago comienza en la década de los noventa, cuando se juntan varios inmigrantes mexicanos que habían llegado durante la década anterior. Enrique Murillo, Rafael Calderón, Raúl Dorantes, Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Ninfa Martínez y Maya Piña se reúnen en Pilsen —antiguo barrio checoslovaco que se había transformado en mexicano a partir de los 60— y fundan una tertulia literaria que pronto se convierte en taller. Para 1992 lanzan la revista independiente de breve vida Fe de Erratas, que es seguida por Zorros y Erizos, Tropel, y, en 2003, contratiempo, revista que todavía existe hoy bajo otra dirección.8 También se fundan editoriales, notablemente Vocesueltas (de contratiempo), Ars Communis, y El BeiSmAn PrESs. Desde los inicios del movimiento hasta hoy estas publicaciones, junto con las editoriales y un número creciente de festivales, concursos y eventos —Poesía en Abril, Pilsen Fest, Lit and Luz, entre otros— han servido para difundir la obra de los escritores arriba mencionados y muchos más. Por mencionar a algunos, se podría traer a colación a Silvia Goldman, Jochy Herrera, Fernando Olszanski, om ulloa, Gerardo Cárdenas, Jorge García de la Fe, Olivia Maciel, Juana Goergen, Marco Antonio Soto, Rey Andújar, Carolina Herrera, Julio Rangel, Johanny Vásquez Paz, Rafael Franco, Jorge Montiel y José Ángel Navejas, oriundos de países como Chile, Argentina, Uruguay, Perú, Nicaragua, Puerto Rico, Cuba, la República Dominicana y México.
Estos autores provienen de varios países y demuestran una diversidad de experiencias vitales y relaciones con las letras. El dominicano Rey Andújar, quien llegó a Chicago ya habiendo publicado una novela con Alfaguara, es tal vez el escritor con más prestigio y mayor conexión con la ciudad letrada latinoamericana del movimiento de Chicago. La mexicana Carolina Herrera, por otro lado, solo empezó a escribir después de vivir en Chicago varios años y ha podido difundir su obra sobre todo a través de editoriales independientes. La experiencia de estos dos escritores de clase media, que arribaron con ya una formación de sus países de origen, contrasta con la de creadores como Raúl Dorantes y José Ángel Navejas, quienes llegaron en condiciones económicas más precarias y estudiaron la universidad aquí.
Sin importar cuál sea su origen y su manera de llegar a la literatura, todos estos autores están marcados por la experiencia de la migración y la necesidad de expresarse en español en Estados Unidos, lo que se podría considerar una especie de resistencia cultural. Como apunta Cristina Rivera Garza sobre los escritores latinoamericanos en Estados Unidos que eligen escribir en su lengua natal: “las obras de estos escritores […] contienen rastros, marcas materiales, hendiduras, trazas, de la miríada de estrategias de oposición, de adaptación, en pocas palabras, de negociación en las que voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente […] participan”.9 Debra Castillo ve las mismas narraciones de estos autores como una teorización sobre los cambios culturales que experimentan los latinoamericanos en la época de la globalización, algo que Brescia también percibe en antologías como En la 18 a la 1: Escritores de Contratiempo en Chicago (Vocesuletas, 2010), Trasfondos: antología de la narrativa en español del medio oeste norteamericano (Ars Communis, 2016).10
Este afán por teorizar se extiende a las revistas también, y el mismo nombre de El BeiSmAn es un claro ejemplo de ello. El término representa un préstamo léxico, una palabra inglesa incorporada al español y adaptada al sistema fonético hispano. Como apunta la ya citada lingüista Kim Potowski de la University of Illinois-Chicago, los préstamos, junto con otros fenómenos lingüísticos como el cambio de códigos, ocurren de manera natural debido al contacto del inglés con el español y son rotulados a menudo con el término despectivo de spanglish.11 Y como ha argumentado el lingüista Ricardo Otheguy de la City University of New York, los préstamos léxicos a veces sirven para nombrar conceptos culturales que son nuevos para los hablantes. De ahí que el edificio de dos o tres plantas de Puerto Rico no sea igual al bíldin multifamiliar de Nueva York.12 De la misma manera, el “sótano” mexicano —un espacio para guardar herramientas o cosechas— no es lo mismo que un basement en Chicago, un lugar relativamente grande y por lo general acogedor que muchas personas habilitan como sala de juegos, como recámara o departamento. Así, la palabra beisman hace referencia a un concepto cultural que existe en el medio oeste de Estados Unidos y que solamente se puede traducir al español incorporando una palabra que los conocedores de este contexto entenderían. Es una metáfora muy apta para la producción literaria en español de Chicago que se ocupa de la temática de la migración y de las realidades sociales de esta ciudad.
El BeiSmAn, fundada en 2014 por Maya Piña, Raúl Dorantes y Juan Mora-Torres, nació como una apuesta a la cultura arraigada en las grandes comunidades migrantes de marcado carácter obrero, y en parte como respuesta a lo que los fundadores veían como el creciente aburguesamiento de contratiempo, la publicación cultural en español de mayor distribución en Chicago en aquel momento. Esta rivalidad es sintomática de algunas contradicciones inherentes al movimiento cultural hispano en Chicago. Aunque sería erróneo señalar una división tajante en términos de clase social, sí es posible notar una diferencia entre la literatura más conectada, por las experiencias vitales de sus escritores, con las élites letradas de Latinoamérica, y la que tiene un enlace mucho más directo con las experiencias de la clase obrera y los migrantes de escasos recursos. Como argumenta José Ángel Navejas, los ejemplos de esta última literatura escrita por autores mexicanos se distinguen tanto de la literatura mexicana como de la chicana, desafiando así los cánones de la representación literaria de la mexicanidad.13 Es este tipo de literatura la que mejor se conecta con la letanía de escritores chicagüenses anglófonos que mencioné arriba. Estos escriben sobre migrantes o hijos de migrantes, obreros venidos de otras partes de Estados Unidos y de otros países a esta urbe que ha encarnado los más radicales vaivenes de la modernidad en sus pocos años de existencia. De esto habla la mejor literatura de Chicago, y de esto habla lo más provocativo e interesante de la literatura en español escrita aquí. A continuación, menciono tres publicaciones que ejemplifican estas tendencias y que ofrecen perspectivas sugerentes sobre las experiencias y culturas migrantes hispanas de Chicago.
El primero es la traducción al español del primer libro del ya citado Navejas, Ilegal: Reflexiones de un inmigrante indocumentado (University of Illinois Press, 2019). La edición original fue publicada en inglés en 2014 por la misma imprenta bajo el seudónimo de José Ángel N., elegido por el autor para recalcar su estado migratorio indocumentado, mismo que sigue sin resolverse hasta el día de hoy. El texto tiene el formato de lo que en Estados Unidos se llamaría un memoir: una narración autobiográfica que enfatiza los aspectos identitarios de la experiencia vital del protagonista. En el caso de Navejas, quien escribe para un público estadounidense, esto consiste en su periplo como migrante indocumentado mexicano, un sujeto marcado por su clase social, raza y nacionalidad.
La odisea del autor lo lleva de un cruce humillante de la frontera por tuberías del alcantarillado a los restaurantes de Chicago, luego a la universidad, a un empleo bien remunerado de traductor profesional y, tras la desaparición de este empleo debido a un control de documentos, a la posición actual de padre de familia binacional y escritor perennemente subempleado, atrapado en Estados Unidos por su situación legal. El haber tenido acceso a una educación de calidad solo después de haber sido empujado, por razones económicas, fuera de su propio país afecta profundamente la perspectiva de Navejas, quien se muestra igualmente crítico con la hipocresía de las prácticas migratorias estadounidenses —que hacen cumplir los reglamentos de manera selectiva según le conviene al capital— como con el cinismo de la clase dirigente de México —que usa la migración como válvula de escape para contrarrestar los efectos sociales de la explotación de la que se beneficia. Describe su propio pensamiento como una mezcla de un “optimismo norteamericano”, encontrado primeramente en sus lecturas de Emerson, con una ancestral “astucia mexicana,” entendida como la voluntad y la capacidad de llevar a cabo aquellos tipos de acuerdo informales que han permitido a la gente sobrevivir en México durante los últimos 500 años.
Mientras que el texto de Navejas nos presenta el desarrollo de una conciencia migrante mexicana en primera persona, la colección de ensayos y crónicas …y nos vinimos de mojados: Cultura mexicana en Chicago (El BeiSmAn PrESs, 2023), de Febronio Zatarain y Raúl Dorantes, ofrece una muestra amplia y teorización general de la cultura migrante mexicana en Chicago a principios del siglo XXI. Publicado originalmente en 2006 por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, este libro está claramente destinado a un público mexicano, hasta el punto de contar con un prólogo de Carlos Monsiváis. Reeditado por El BeiSmAn en 2014 en una hermosa edición con fotos en blanco y negro y otra vez en 2023, el volumen tiene como meta mostrar a los lectores mexicanos cómo viven sus paisanos en Chicago, así como las transformaciones que experimenta la cultura mexicana en su desarrollo posnacional ocasionado por la migración masiva.
Los primeros textos, intentos de teorizar sobre esta identidad migrante, a veces parecen un mal remedo de El laberinto de la soledad de Octavio Paz, con generalizaciones infundadas sobre “el inmigrante” y su relación con una especie de Arcadia campesina poblada por burros alegóricos. Más allá de esos comienzos desiguales, sin embargo, encontramos una serie de crónicas que vierten luz sobre la diversidad de experiencias mexicanas en Chicago, iluminando historias poco conocidas. En “Dos noches en la cueva”, los autores dan una de las primeras descripciones del célebre tugurio La Cueva, el primer bar con shows travestis (en el sentido latinoamericano de la palabra) en Chicago, ahora objeto de estudios sociológicos en inglés. Indagan sobre la historia del fútbol en la ciudad de los vientos (donde los mexicanos juegan un papel importante), así como las transformaciones que experimenta el catolicismo mexicano en esta ciudad. Es notable su atención a las cuestiones laborales, como la explotación de los obreros por las compañías de day labor, las protestas masivas sobre la migración en 2006 y la relación de tales movimientos con la izquierda mexicana.
Finalmente, cabe mencionar otro texto publicado por El BeiSmAn, el breve poemario Los terregales (2023), de Miguel M. Arbizu. La poesía en este volumen, mezcla de versos y prosa, conforma una narración, la historia de un chico pobre que vive en la frontera de Juárez/El Paso y cuya vida es marcada por varias pérdidas y muertes. La representación lírica de la subjetividad violentada de este personaje fronterizo recuerda, en su intensidad, la novela Indio borrado de Luis Felipe Lomelí. Aunque Los terregales se arraiga sobre todo en la frontera, la eventual migración del protagonista a Chicago cierra el libro y establece así el marco desde el cual la narración anterior se puede entender como una mezcla de nostalgia y distanciamiento de los traumas de la niñez. Al final, dirigiendo una postal a su “Prieta” (o sea, Juaritoz) el poeta escribe:
“A los malillas los cambié por negros y gangueros; al centro oloroso a carnitas y lonches de colita de pavo, los cambié por el Loop. A cada rato te recuerdo y te quiero. No me olvides. Tu Prieto” (49).
Estas líneas encierran de manera concisa, en su español tocado por el roce con el inglés chicagüense, una visión migrante, posnacional, de la cultura hispanohablante, una que presenciamos en la literatura que se escribe actualmente en español en Chicago. EP
- Ron Grossman, “In Any Language, Chicago is Still a Big Talker”, Chicago Tribune, 29 de abril de 2010, par. 5. https://www.chicagotribune.com/news/ct-met-census-language-diversity-20100428-story.html [↩]
- Sandy Dietrich y E. Hernández, “Nearly 68 Million People Spoke a Language Other than English at Home in 2019”, Census.gov, 13 de diciembre de 2022, Tabla 1. https://www.census.gov/library/stories/2022/12/languages-we-speak-in-united-states.html [↩]
- Debra Castillo, “Los ‘nuevos’ latinos y la globalización de los estudios literarios”. (F. Fernández de Alba, Trad.), en Más allá de la ciudad letrada: Crónica y espacios urbanos, editado por B. Muñoz y S. Silva, Biblioteca de América, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Universidad de Pittsburgh, 2003, p 456. [↩]
- Amrita Das, Kathryn Quinn-Sánchez y Michele Shaul, “U.S. Latinx Literature in Spanish: Claiming its Rightful Place”, en Contemporary U.S. Latinx Literature in Spanish: Straddling Identities, editado por Das, et al., Palgrave Macmillan, New York, 2018, pp. 4-5. [↩]
- Castillo, op. cit. p. 441; Das, et al., op cit. pp. 7-8 [↩]
- J. Ángel Navejas, “El carácter subversivo de la literatura mexicana de Chicago”, Revista Valenciana, vol. 16, no. 32, 2023, pp. 261-84. https://doi.org/10.15174/rv.v16i32.715. [↩]
- “a critical challenge yet to be pursued […] lies in mapping Spanish-speaking authors in the United States without links to academic institutions and new Latino Americans seeking readers outside of academia and intellectual elites by focusing on experiences shared by immigrant collectivities with a working-class background.” [↩]
- Febronio Zatarian. “La mancha: de Fe de erratas a contratiempo”, en Palabras migrantes: 10 ensayistas mexican@s en Chicago, editado por J. A. Navejas, El BeiSmAn PrESs, Chicago, 2018, pp. 53-68. [↩]
- Cristina Rivera Garza, “Escrituras ch’ixi: escritores latinoamericanos en los Estados Unidos hoy”, en McCrack: McOndo, el Crack y los destinos de la literatura latinoamericana, editado por P. Brescia [↩]
- Castillo op cit. p. 448; Brescia op. cit. p. 183 [↩]
- Kim Potowski, Fundamentos de la enseñanza del español a hispanohablantes en los EE.UU., Arco Libros, Madrid, 2005, pp. 21-29. [↩]
- Ricardo Otheguy, (1993). “A Reconsideration of the Notion of Loan Translation in the Analysis of U.S. Spanish”, en Spanish in the United States: Linguistic Contact and Diversity, editado por A. Roca y J. Lipski, Mouton de Gruyter, Berlín, 1993, pp. 21-45. [↩]
- Navejas, op. cit. [↩]