En Libros les traemos fragmentos de publicaciones elegidas por los editores de Este País. El libro bilingüe Palabras migrantes de Verónica Gerber Bicecci es resultado de los talleres de dibujo y escritura impartidos por la artista en escuelas de Jackson Hole, Wyoming, EE.UU. Se trata de una crónica con emojis que narra la experiencia de reflexionar con niños y jóvenes norteamericanos y migrantes hispanohablantes sobre tres palabras clave: “migrante”, “frontera” y “traducción”. El libro es la transformación de la instalación que se presentó originalmente en la Art Association of Jackson Hole en 2017.
Libros: Palabras migrantes
En Libros les traemos fragmentos de publicaciones elegidas por los editores de Este País. El libro bilingüe Palabras migrantes de Verónica Gerber Bicecci es resultado de los talleres de dibujo y escritura impartidos por la artista en escuelas de Jackson Hole, Wyoming, EE.UU. Se trata de una crónica con emojis que narra la experiencia de reflexionar con niños y jóvenes norteamericanos y migrantes hispanohablantes sobre tres palabras clave: “migrante”, “frontera” y “traducción”. El libro es la transformación de la instalación que se presentó originalmente en la Art Association of Jackson Hole en 2017.
Texto de Verónica Gerber Bicecci 04/09/19
Fragmento de Palabras migrantes, de Verónica Gerber Bicecci, ©2019, cortesía otorgada bajo el permiso de Impronta Casa Editora.
d. El espacio “entre” que define las diferencias
Esa frase es la definición que Andreas y Sean comparten con su grupo para la palabra frontera: “el espacio entre que define las diferencias”. La lista de palabras que acumulo en el pizarrón de taller a taller para pensar colectivamente qué significa frontera no es muy larga, pero sí dolorosa y contradictoria: división, Trump, pared, muro, comunidades, estados, barrier, lines, borders don’t work for me, separación, independencia, obstáculo, orilla, un lugar entre dos lugares, cuando las palabras no vienen a mi cabeza, lenguaje. El emoji de Myles (Fig. 6) se suma a la lista.
Para él una frontera es un espacio que tiene elementos de ambos lados: si en uno hay puntos y en el otro hay rayas, entonces en la frontera hay una combinación de puntos y rayas. La combinación, tal como se ve en el dibujo, separa los lados y los vuelve inaccesibles.
Tal vez las fronteras más obvias sean las geográficas, aunque no por ello las menos complicadas. Pero ¿qué hay del resto de las fronteras?, me pregunto frente a todos los grupos. Esas en las que a veces, para bien o para mal, se cava un agujero, tal como se ve en el emoji de Jack (Fig. 7). O esas otras, como las del habla, las del cuerpo, de la moral, la ética o lo políticamente correcto.
¿Qué piensas cuando digo frontera?, le pregunto a Pablo unos minutos antes de que empiece su programa de radio: “algo que definitivamente no debería existir” me dice sin dudarlo ni un segundo.
¿Y qué hay de esas fronteras que nos hacen distintos?, pienso yo. ¿Habría que desaparecerlas? ¿O deberíamos mantenerlas y simplemente construir puentes? Tal vez por eso, en su emoji de frontera (Fig. 8), Sidney dibujó una señal de prohibido sobre un mapa en el que hay dos territorios muy cercanos que nunca se tocan.
e. Pensar dos veces
La palabra puente apareció cuando tratábamos de pensar qué es traducir. Los dos grupos de niños de la primaria privada Journeys habían terminado esa semana una traducción de una pequeña historia que ellos mismos escribieron. O tal vez deba decir, para ser más clara, que los niños escribieron una historia en inglés y en español. El taller de las palabras migrantes tenía mucho sentido luego de ese ejercicio, así que aproveché para preguntarles qué habían sentido al traducir, y les pedí que conversaran en parejas sobre eso para que intentaran de llegar a alguna conclusión de qué significa o significó para ellos escribir la misma historia en dos idiomas distintos. Esta también fue una reflexión importante para los grupos de inmersión dual. Ellos traducen sus pensamientos constantemente del inglés al español o viceversa pues pasan la mitad del día aprendiendo todas las materias en español y la otra mitad del día en inglés.
La mayoría decía que era difícil y, sobre todo, reconocieron sentirse profundamente confundidos y a veces también frustrados. Sam me dijo con cierto hartazgo que para él traducir era pensar dos veces: decir una palabra y luego tener que volver a ella para decirla en el otro idioma y no poder salir de ese ejercicio repetitivo. De eso se trata su emoji (Fig. 9).
¿Para qué volver dos veces a la misma palabra? Creo que eso es lo que frustra a los niños (y a todos los que sabemos otra lengua pero no somos, o nunca seremos, bilingües): que el ejercicio de cambiar de un lenguaje a otro es siempre muy consciente.
La experiencia de Frankie al traducir es distinta, tal como se ve en su emoji (Fig. 10). Más que duplicar el trabajo, para este pequeño pareciera un proceso de transformación de las palabras, una especie de metamorfosis corporal para hacerlas convivir.
Este rostro me recordó a otro emoji, el que hizo Nancy para migrante (Fig. 11).
Aunque migrante y traducción son dos palabras distintas, la lógica visual de estos dibujos es muy parecida: algo que está partido en dos, pero al mismo tiempo aparentemente equilibrado. En cada taller sucedió lo mismo: los límites de las palabras “migrante”, “frontera” y “traducción”parecían cada vez más difusos entre más las analizábamos y dibujábamos. Pero no era tanto que se difuminaran sus significados sino que las palabras terminaban por conectarse unas con otras en su profunda ambivalencia: se desdoblaban ante nosotros como un ADN mutante que, dependiendo de su uso al comunicarnos, pueden conectar o separar, juntar o diferenciar, unir o liberar.
¿Qué es lo que deberían hacer por nosotros estas palabras? ¿Cómo elegir su función y significado sin desatender las distancias socioeconómicas, sin aplanarlas en juicios morales, sin olvidar que las diferencias son enriquecedoras? EP