BECARIOS DE LA FLM: Zona habitable

A partir de Antonio Deltoro ¿Dónde empieza aquí? ¿Hace cuántos años, kilómetros? El nombre de tu madre y tu palabra fuera de ella. La franja del espacio alrededor de un astro donde puede haber vida. ¿Dónde termina lo habitable? La ciudad, arqueada gris, y sus límites que se desarman. La ciudad con su nombre de […]

Texto de 09/08/18

A partir de Antonio Deltoro ¿Dónde empieza aquí? ¿Hace cuántos años, kilómetros? El nombre de tu madre y tu palabra fuera de ella. La franja del espacio alrededor de un astro donde puede haber vida. ¿Dónde termina lo habitable? La ciudad, arqueada gris, y sus límites que se desarman. La ciudad con su nombre de […]

Tiempo de lectura: 2 minutos

A partir de Antonio Deltoro

¿Dónde empieza aquí?

¿Hace cuántos años, kilómetros?

El nombre de tu madre y tu palabra fuera de ella.

La franja del espacio alrededor de un astro

donde puede haber vida. ¿Dónde termina

lo habitable? La ciudad, arqueada gris,

y sus límites que se desarman.

La ciudad con su nombre de repuesto.

Sus casas, tantas que no conocerás,

sólo las puertas, los muros.

Tan pronto acaba la zona habitable.

Los rituales que no compartes:

la amiga que no se lava las manos, el hombre que no podía dormir

sin calcetines. El hombre que te sostuvo años

hace años. Es el pasado feral, ajeno,

que se convierte. Es el suéter

favorito que olvidaste.

El botón perdido que abre su ojo verde

en alguna banqueta. Es la carta de amor

de dos desconocidos. Ya no somos

nosotros. Lo que les pasó ya no es posible,

lo que viene no tiene boca. No podrás habitarlo.

A veces, ni siquiera tu cuerpo.

Te desnudas en la oscuridad

y los objetos no te miran.

No te perteneces. Eres el espacio

que tu cuerpo ocupa, el agua

desplazada en la tina.

Cada centímetro cúbico

de piel y vísceras. No eres

apenas nadie. Eres hace años,

la poca luz que entraba

por el vidrio esmerilado

desde un patio interior.

Los muebles de ratán

y el edredón azul

ensayando cadenas montañosas.

Dos dedos suyos

en tu boca y el cuerpo recordándote

su extranjería, su placer ajeno

al pensamiento. El corazón

y su enorme bocanada de sangre.

Pero tampoco ese pasado habitas. Ni siquiera

el vasto imperio dormido de tus años,

todos los olvidos alineados, las fechas

de la Revolución Francesa, los nombres

de los niños héroes, cada tarde

en la calle de Higuera, la forma

de la llave. Ni tampoco el futuro,

ese ciego rabioso que camina

a tientas. Mientras tanto el otro

se desplaza fuera de la zona habitable

lleno de su muerte, esa

que nunca conocerás

ni te tocará llorar. EP

DOPSA, S.A. DE C.V