Becarios de la Fundación para las Letras Mexicanas: La sutileza del erotismo en cuentos de Enza Arreaza

Zoé Méndez Ortiz, becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, nos ofrece una estimulante reflexión sobre el valor de la amistad y su vinculación con el erotismo en El bosque de los abedules de Enza Arreaza.

Texto de 13/07/23

Zoé Méndez Ortiz, becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, nos ofrece una estimulante reflexión sobre el valor de la amistad y su vinculación con el erotismo en El bosque de los abedules de Enza Arreaza.

Tiempo de lectura: 8 minutos

El bosque de los abedules, primer libro de cuentos de la escritora venezolana Enza García Arreaza, puede leerse y disfrutarse como un ejercicio de intertextualidad. Obras de Barnes, Nabokov, Baricco, Pamuk y otros pueden encontrar sus ecos por medio de detalles sutiles, finos y bien logrados a lo largo de todo el libro. Uno de los temas más representativos que comparten estos autores y García Arreaza es el erotismo, y en esta ocasión el dibujo es tan pulcro que por momentos parece diluirse entre todo lo ofrecido.

Tengo la impresión de que el erotismo juega el papel de unidad temática y, por consiguiente, se presenta como constante narrativa. Lo interesante de este volumen descansa en la variación amplia y pertinente de dicho elemento. De manera conducente, pero al mismo tiempo contrastante, no puede dejar de observarse que el erotismo tiene, colateral y reiteradamente, un dejo de obscuridad, el cual también es mostrado en un abanico más o menos amplio por medio de celos, envidia, odio, venganza: pasiones humanas cotidianas. Es de esta forma como a cada muestra de erotismo corresponde una reacción humana que, por lo general, atenta con la idea de amor, cualquiera que esta sea.

“[…] el erotismo juega el papel de unidad temática y, por consiguiente, se presenta como constante narrativa”.

No es sorpresa, pues, que, de manera más apegada a las teorías sobre el erotismo, dentro de los cuentos convivan y converjan Eros y Thanatos de forma natural; he ahí la clave, al menos en mi opinión, para que todas las historias funcionen. La autora no busca resaltar dichos componentes, solo deja que sucedan, se muestren y actúen como agentes de cambio. El resultado de esto son historias redondas, complejas y bien logradas con las que el lector puede llegar a identificarse de alguna manera.

Recomiendo ampliamente la inmersión en todo el volumen de cuentos; no obstante, y para efectos prácticos, tomaré como ejemplo y punto de partida sólo dos: “El bonsái de Macarena” y “El aliento de los cedros”. Ambas historias tienen como núcleo narrativo en común la amistad. Ese amor difuso cuyas reglas se van construyendo, modificando, comprobando y poniendo a prueba con el paso del tiempo, entretejiendo la vida de las personas involucradas en esta delicada telaraña de componentes afectivos.

Antes de entrar de lleno en materia, una pequeña digresión. Las tres formas de relación contenidas y expuestas en el libro, de pareja, de amistad y filial (de padres e hijo/as), están compuestas por Eros o Thanatos y en ocasiones ambas. Podemos suponer, entonces, y a partir de este muestrario de comportamiento humano, que no importa la índole del vínculo, pues resulta difícil separar la aleación de nuestra constitución.

Ahora sí, sin más rodeos, vayamos de lleno a la complejidad que supone la amistad, misma que se entiende como esa relación en donde, en teoría, no se desarrolla dependencia, no se requiere de una secuencia particular o continuación precisa para que su existencia tenga sentido, donde lo que prima es la sencillez de la vida y las interacciones; se trata de un convenio entre partes en donde no hay beneficio explícito de por medio. Contrariamente a la relación amorosa, la amistad parece una relación simple entre dos personas, lo que no se ajusta del todo a la realidad. Al analizar de manera detenida estos vínculos, ya sea desde la experiencia propia o como un observador lejano, puede descubrirse que entre los detalles que se han escrito en las letras pequeñas de dicho contrato están elementos como la lealtad, honestidad, reciprocidad, tolerancia, confianza, etc., que, en su conjunto, constituyen la brújula afectiva sobre la cual descansa cada vínculo particular. Es la moralidad de cada individuo involucrado lo que podría poner en crisis la delicada simbiosis construida.


En “El bonsái de Macarena”, primer cuento de la colección, encontramos una situación límite derivada de la traición irreparable e imperdonable de Macarena hacia la protagonista quien, en una suerte de venganza, ahora tiene a su ex confidente y amiga amagada a una cama a punto de pedirle explicaciones, cuentas y razones del por qué decidió ponerlas en la circunstancia en la que se encuentran: un punto de extrema fragilidad. El núcleo del disturbio tiene nombre y lo reconoceremos como Joaquín; será por medio de este personaje que se teja un doble enfrentamiento en donde la única agraviada real es la protagonista.

Es justo la moralidad de cada uno de nosotros, lectores, lo que nos conmina o nos impide sentir empatía por la protagonista. El personaje apela a, en un ejercicio de honestidad, develar parte de su personalidad y admitir que su comportamiento no es el más políticamente correcto o cercano a nuestros ideales; no obstante, el hecho de haber sido traicionada por una persona tan cercana, nos conduce inevitablemente a la condolencia, y es que, aunque resulte difícil de admitir, todos en algún momento u otro hemos sido traicionados en mayor o menor media por un(a) amigo(a) o hemos traicionado y conocemos las consecuencias de ello: la ruptura, a veces irreparable, del vínculo.

“En una sociedad caótica regida por la idea de que la productividad es lo único que importa, la recreación, el goce, el festejo y la diversión se han convertido en estado de excepción a los cuales accedemos con mayor facilidad cuando estamos en compañía”.

En este sentido, bien valdría el esfuerzo preguntarnos de nueva cuenta cuál es la función de la amistad. Sin duda podríamos hablar del papel político que suponen nuestras alianzas; también podríamos referirnos a un término económico o capital, cuando estas, de alguna manera, sin que lo busquemos, nos benefician de alguna forma insospechada, aunque con esto último no me refiero solo a lo económico o laboral. En una sociedad caótica regida por la idea de que la productividad es lo único que importa, la recreación, el goce, el festejo y la diversión se han convertido en estado de excepción a los cuales accedemos con mayor facilidad cuando estamos en compañía.

La idea de “la erótica de la amistad” podría tener su base en la fugacidad de todos estos momentos. La amistad se juega tanto en lo público como en lo privado, es una relación que no permite intervenciones de terceros aunque sus partes pueden confluir en un círculo más amplio, sin que la naturaleza de la relación se vea afectada, subvierte las formas hegemónicas del amor, pues admite la distancia y la ausencia,  funciona a pesar del tiempo, se establece en contra de las jerarquías, su principal función es la de acompañar. Por eso, cuando se llega a la fractura de la relación, la protagonista entra en crisis, no le queda ninguna otra alternativa más que actuar a partir de la visceralidad que el dolor conlleva y actuar en consecuencia, de tal forma que sus actos causen la misma aflicción de la cual ha sido víctima ella.

Parte del erotismo establecido entre Macarena y la protagonista, sea éste amistoso o no, queda establecido de manera previa, cuando por medio de un antecedente fabular reconocemos la relación tan particular que sostuvo la protagonista con una tal Gabriela y a partir de la cual tanto la protagonista como la escritora hacen una breve, pero muy lúcida disertación respecto a la complejidad de los vínculos amistosos. El dolor reflejado ante la pérdida de Gabriela es un claro paralelismo del pesar que supone la pérdida de la relación de la protagonista con Macarena. Es decir, el dolor no nada más tiene correspondencia con la traición, sino con la pérdida, o bien con el conjunto de ambas.


Según Bataille, el erotismo tiene como terreno principal la transgresión; no obstante, la sexualidad, al menos la del ser humano, está limitada por prohibiciones, lo que deviene en un contrapunto entre el deber ser y lo que se desea hacer. En “El aliento de los cedros” estas prohibiciones, aunque sutiles y fácilmente transgredibles, son las que a partir de un triángulo conforman el erotismo de la amistad por medio de los personajes involucrados. En esta ocasión bien cabe preguntarnos: ¿por qué nos sentimos tan seducidos respecto a ciertas personas en comparación con otras? ¿Según qué criterios, conscientes o inconscientes, elegimos a nuestros amigos? —en caso de que en verdad tengamos libre albedrío y derecho a ejercerlo.

Este relato resulta interesante porque una parte de su tesis comprueba que la amistad puede existir entre personas de naciones, religiones y orígenes tan diversos como podamos imaginar. El grado de comunión primigenio que comparten los personajes es, paradójicamente, la barrera del idioma. Este aparente obstáculo que, en las sociedades modernas y la vida actual, se ha convertido incluso en una especie de estigma, les da oportunidad a los personajes de construir un idioma único al que sólo tienen acceso ellos tres; la construcción de un idioma supone un universo fabricado en donde el contexto de los habitantes sea el mismo y por tanto el idioma cobre sentido (de ahí, supongo, creo, recuerdo e imagino, la indefensión cuando vemos que una amistad empieza a disolverse como sarro en lejía).

“El «erotismo del corazón» consiste en la búsqueda de la unidad, rota por la discontinuidad, mediante la pasión amorosa. Es también, por supuesto, «la búsqueda de un imposible», de allí que «lo que distingue la pasión es un halo de muerte».1 No sorprende, pues, que pese a los años que han transcurrido Paula y Emily aún tengan sentimientos encontrados respecto a su relación con Khalil, quien diera fin al futuro planeado en la infancia, al casarse con la heredera siria.

Uno de los aspectos más interesantes es como Paula, a pesar de tener todo perfectamente en orden respecto a sus recuerdos, al momento de interactuar con Emily, finge un distanciamiento psicoemocional que cuadra con el físico; no obstante, gracias al relato podemos darnos cuenta de cómo dicho artilugio no es más que un mecanismo de defensa de la protagonista para no tener que dar explicaciones, pero sí tener derecho a solicitarlas. Sostengo que los grados de dificultad para manipular a alguien son menores cuando conocemos a las personas y estas nos quieren o confían en nosotros. También creo que la memoria del otro puede ser manipulada por medio de la mentira y que, como todo aspecto humano, esta es incapaz de permanecer inmóvil en el espacio o en el tiempo.

“Sostengo que los grados de dificultad para manipular a alguien son menores cuando conocemos a las personas y estas nos quieren o confían en nosotros”.

Desde la suposición absoluta y de manera personal, tengo la impresión de que el cuento está diseñado para que el lector acompañe a Paula no en el descubrimiento, sino en la confirmación de un montón de sospechas, las cuales constituyen una serie de traiciones que no hacen más que alejarla de Emily. La muerte de Khalil, misma que se advierte desde muy pronto, lo absuelve, casi en automático, de cualquier culpa o responsabilidad, o al menos eso es lo que queda de manifiesto a lo largo del relato, ya que el enojo de la protagonista sólo se hace extensible a las acciones de Emily. ¿Podría ser que la ausencia, voluntaria o no, disculpa hasta las peores atrocidades?

Otro aspecto interesante, que no puede dejarse de lado, es esa envidia velada de Paula hacia Emily (me refiero específicamente al momento en que Paula expresa la dificultad de tener que lidiar con la buena estrella de la gente que uno quiere y enseguida enlista todas aquellas posesiones de las que debería disfrutar Emily, pero que al final no puede por estar “suscrita al drama”) y de la cual somos testigos como lectores, lo que nos aleja de la empatía respecto a la protagonista, pero, al mismo tiempo, nos acerca al origen de su desencanto y de ahí que seamos comprensivos con su proceder.

El único momento en el que vuelven a estar realmente juntas es cuando presencian el funeral de su amigo. En ese instante Paula expresa que se siente ajena a sí misma; de ahí que, por lo menos por algunos instantes, pueda colocarse en el lugar de Emily e incluso consolarla. Esto da paso a otra pregunta: ¿se puede odiar a un amigo? ¿O será acaso que odiamos más todo lo perdido en el medio?; me refiero al tiempo transcurrido entre la última vez que se vieron y fueron felices y aquel instante en que, si bien la historia podría afectar de la misma manera o con una intensidad similar a Paula, en realidad es una pena exclusiva de Emily. Es, pues, la presencia de la muerte en medio de la relación entre Emily y Paula lo que las orilla a la simbiosis. ¿Qué otra cosa podría haber provocado un acercamiento entre dos personas cuyas vidas se han perdido mientras su existencia se raspa contra el tiempo? Al ser Paula la única persona que conociera la historia, era también la única a la que Emily podía llamar y, sin embargo, queda de manifiesto, también la peor de las elecciones.


No cabe duda de que las amistades se constituyen como mapas de territorios ignotos en donde lo que se pone en juego es siempre un poco más de lo que uno está dispuesto a perder. Son las sutilezas, lo inefable, como dirían los poetas, lo que las edifica y sostiene. Nuestra moralidad, lo que las cuestiona, y el desarrollo del erotismo, desde su naturaleza amistosa, lo que nos orilla a permanecer incluso a pesar nuestro. Enza García Arreaza construye una serie de universos en donde los personajes confluyen de manera casi perfecta respecto a la armonía literaria que pretende. El retrato sumamente fiel a la complejidad de las relaciones es lo más atrayente de su prosa, la capacidad de brindar solo los detalles necesarios produce que los relatos sean tan asequibles y que, a diferencia de otros, pese a la pretensión autoral, no traicionen al lector ni en expectativas narrativas, ni con la pedantería de quien sabe mucho y necesita demostrar que el otro no. El bosque de los abedules es oír a una amiga relatarte una historia en una tarde de otoño con un café de por medio. EP

  1. Bataille, G. Breve historia del erotismo. Trad. Alberto Drazul. Ediciones Calden, 1970 p. 11 []

DOPSA, S.A. DE C.V