El mito de Cortés

La historiadora del arte Veka Duncan indaga en los recientes hallazgos en el Centro Histórico de Coyoacán para responder a una compleja pregunta: ¿acaso encontraron los restos de la primera capilla que Hernán Cortés mandó a construir en La Conchita?

Texto de 23/10/20

La historiadora del arte Veka Duncan indaga en los recientes hallazgos en el Centro Histórico de Coyoacán para responder a una compleja pregunta: ¿acaso encontraron los restos de la primera capilla que Hernán Cortés mandó a construir en La Conchita?

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Hace algunos días, un boletín de prensa nos alborotó a todos los que gustamos de la historia y nos preocupamos por el patrimonio de Coyoacán: especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) habían encontrado lo que posiblemente podrían ser los restos de la primera capilla que Hernán Cortés había mandado construir en La Conchita. El hallazgo había sido presentado en una conferencia que partía de la investigación derivada del trabajo de salvamento arqueológico llevado a cabo en aquel barrio entre 2012 y 2014. La noticia no es poca cosa, pues podría confirmar uno de los mitos más entrañables para los vecinos del Centro Histórico de Coyoacán: que aquí vivió el conquistador tras la toma de Tenochtitlán. A poco menos de un año del V Centenario de este acontecimiento y, por lo tanto, de la fundación del primer ayuntamiento de la capital novohispana en estas tierras, el anuncio cobra mayor relevancia. 

Lo cierto es que es imposible saber si los vestigios que encontraron bajo la capilla de La Concepción fueron, efectivamente, construidos por instrucción de Cortés, pues realmente hay poca evidencia que lo respalde. Sin embargo, el que en el barrio fundado por el extremeño haya restos de un oratorio que datan de ese momento echa a volar la imaginación. Pero antes de entrar en el terreno de la especulación y la fantasía, vale la pena revisar un poco más a profundidad lo que sí sabemos con certeza. 

En conversación para esta columna, el arqueólogo Juan Cervantes me compartió algunas reflexiones sobre la excavación de La Conchita y siento informarles, queridos lectores, que él no es muy optimista sobre el posible vínculo de Cortés con el hallazgo. “No hay ningún documento, hasta mi conocimiento actual, que respalde que eso se trate de la capilla que Cortés mandó construir. En las excavaciones que hicimos lo que encontramos fueron restos de cimentaciones de una construcción más antigua, que muy probablemente es del siglo XVI,” me comenta Cervantes, a pesar de mis esfuerzos por exprimirle una confirmación, aunque fuera muy vaga y especulativa, sobre el origen conquistador de su hallazgo. 

En este espacio ya hemos explorado un poco los orígenes del mito que nos habla sobre el paso de Cortés por La Conchita, particularmente en relación con la afamada Casa Colorada, que se encuentra frente a la iglesia y a la que se le atribuye haber sido hogar  de Malintzin. La realidad es que el único dato comprobable sobre esa legendaria casa es que en la época novohispana fue un obraje. Sin embargo, como también ya se ha mencionado aquí, de pronto aparecen algunas pistas que pueden explicarnos cómo es que surgen las leyendas sobre estos inmuebles. 

“Lo cierto es que es imposible saber si los vestigios que encontraron bajo la capilla de La Concepción fueron, efectivamente, construidos por instrucción de Cortés, pues realmente hay poca evidencia que lo respalde.”

En el caso de la capilla, hay una fuente que arroja algo de luz sobre su origen: el testamento de Hernán Cortés, donde pide que se construya un monasterio en “mi Villa de Coyoacán, intitulado de La Concepción”. Es probable que a partir de este documento surgiera la tradición oral que vincula a Cortés con la capilla; incluso, hay quienes aseguran que fue lo único que se alcanzó a construir y que a su alrededor se había planeado el famoso convento. Esto, por supuesto, no se puede comprobar, más aún si consideramos que la capilla que hoy vemos es del siglo XVIII. 

De acuerdo a Salvador Novo, la historia de Coyoacán comenzó cuando terminó la de Tenochtitlán, pues apenas lograda la Conquista, Cortés y sus huestes montaron sus residencias en este pueblo de origen tepaneca. Para 1522, podemos confirmar que el conquistador estaba perfectamente acomodado aquí, pues su tercera carta de residencia, fechada el 15 de mayo de ese año, consigna Coyoacán como su ubicación al momento de escribirla. A esto se suma otro dato, de menor precisión y también propagado a través de la vox populi: que la calle de Ayuntamiento lleva ese nombre porque ahí se encontraba la sede del primer gobierno de la Nueva España fundada por el capitán, donde ahora se ubica el café Galatea. Y así, volvemos al terreno del mito, imposible de separar de la historia de Cortés en Coyoacán.

El hallazgo presentado podría convertirse en otra pista que nos ayude a entender mejor ese episodio, pues el propio Cervantes me aseguró que a partir de las excavaciones “Sabemos que hay una ocupación novohispana temprana. En La Conchita encontramos restos arqueológicos del siglo XVI, del periodo novohispano que nosotros conocemos como periodo colonial temprano y que son de 1521 a 1610. Es decir, sí tenemos evidencias de que hubo algo en los primeros años de la Colonia.” 

Quizá las excavaciones no comprobaron lo que los vecinos de Coyoacán llevamos años anhelando, pero los datos que arrojaron son de una gran riqueza, pues demostraron que hay al menos tres capas constructivas en La Conchita: la capilla actual, erigida en el siglo XVIII; la cimentación de una capilla previa del siglo XVI; y entierros prehispánicos que corresponden a una época azteca y otra tolteca. Además, se encontraron osamentas del periodo virreinal, cuando el atrio de la capilla hacía las veces de camposanto. Tan solo los restos humanos desenterrados durante las excavaciones es materia suficiente de investigación y reflexión: se trata de más de 500 individuos que fallecieron entre el periodo Posclásico Temprano (900 a 1200 de Nuestra Era) y el siglo XIX. 

Pensar que en mi infancia caminé sobre los restos de tantas personas en los paseos familiares por La Conchita es un poco estremecedor, pero es un recordatorio de que esta ciudad aún guarda muchos secretos bajo nuestros pies.  Mientras los especialistas del INAH continúan investigando qué más nos pueden decir sus huesos, los coyoacanenses seguiremos fantaseando sobre la presencia de Cortés en nuestras calles. Como concepcionista de cuna, yo al menos puedo decirles que aún me gusta pensar que la casa en la que crecí se construyó en sus caballerizas, como siempre me dijeron los viejos sabios de mi vida, aunque sé que eso no es cierto. EP

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